La película Warfare de A24 no es simplemente una película, es una experiencia instintiva y palpitante que catapulta a la audiencia a la caótica y aterradora realidad de una zona de guerra. Dirigida por Alex Garland y Ray Mendoza, esta obra maestra de 2025 redefine el género bélico, despojando el brillo de Hollywood para ofrecer una representación cruda y en tiempo real de una misión de los Navy SEAL en Ramadi, Irak en 2006. Desde sus primeros momentos, Warfare te atrapa y no te suelta, sumergiéndote en un ataque sensorial que se siente tan cercano al combate real como el cine puede llegar. Esta es una película que exige ser sentida, no solo vista, y tiene un éxito espectacular en su misión.
La autenticidad de la película es su corazón latente, arraigado en los recuerdos de primera mano del co-director Ray Mendoza, un ex Navy SEAL que vivió los eventos angustiantes representados. Colaborando con Garland, cuya habilidad para crear narrativas intensas e inmersivas brilló en Civil War, Mendoza asegura que cada detalle, desde el lenguaje militar lacónico de los soldados hasta la tensión sofocante de la espera, suene verdadero. La decisión de basar el guion únicamente en las memorias de los supervivientes, verificadas para su precisión, le otorga a Warfare una precisión tipo documental. Esta no es una historia de guerra dramatizada; es una resurrección cinematográfica de un solo día brutal, y el resultado es sorprendentemente real.
La destreza técnica de Warfare es nada menos que extraordinaria. La cinematografía de David J. Thompson es una clase magistral en el caos controlado, con cámaras en mano que se abren paso a través de los confines claustrofóbicos de una casa iraquí, capturando cada gota de sudor y cada mirada fugaz de miedo. La estructura en tiempo real de la película amplifica esta intimidad, haciendo que cada momento se sienta inmediato y urgente. El diseño de sonido de Glenn Freemantle es una revelación, convirtiendo cada disparo, rebote y grito agonizante en una sensación física que reverbera en tu cuerpo. El paisaje sonoro está tan meticulosamente elaborado que se convierte en un personaje en sí mismo, amplificando el temor y la desorientación del combate.
El elenco ofrece interpretaciones tan crudas como la película misma. D’Pharaoh Woon-A-Tai, interpretando a Mendoza, ancla la historia con una intensidad silenciosa, su rostro juvenil traicionando tanto bravuconería como terror. Cosmo Jarvis, como el francotirador Elliott Miller, sobresale, cada uno de sus movimientos, ya sea estirándose después de horas en su puesto o gritando de dolor, grabado con una autenticidad inquietante. Will Poulter, Joseph Quinn y Charles Melton completan el pelotón con actuaciones que rechazan la heroicidad de Hollywood a favor de una humanidad fundamentada. Estos no son arquetipos, sino hombres jóvenes asustados y defectuosos unidos por la hermandad, y su química hace que cada pérdida golpee como un golpe en el estómago.
Lo que distingue a Warfare de otras películas de guerra es su negativa a glamorizar o politizar su tema. No hay discursos emocionantes, no hay alegorías patrióticas, no hay héroes o villanos claros, solo la molienda implacable de la supervivencia. La escena inicial de la película, donde los SEALs se ríen y gritan ante un video de ejercicio, es un toque brillante, humanizándolos como hombres jóvenes atrapados en circunstancias absurdas antes de sumergirlos en el infierno.
Warfare también merece elogios por su representación sin reservas del costo de la guerra, tanto física como psicológicamente. La representación gráfica de las lesiones, miembros destrozados, vendajes empapados de sangre, no es gratuita sino necesaria, obligando a los espectadores a enfrentar el costo del conflicto. Los gritos prolongados y agonizantes de Joseph Quinn mientras su personaje yace herido son inolvidables, persistiendo en segundo plano mientras el equipo lucha por sobrevivir. Estos momentos no solo impactan; humanizan a los soldados, mostrando su vulnerabilidad de una manera que pocas películas de guerra se atreven.
El escenario de la película, una sola casa cuadrada apropiada de una familia iraquí, se convierte en un personaje por derecho propio. El espacio confinado amplifica la claustrofobia, con cada crujido de una tabla del suelo o explosión distante aumentando las apuestas. La familia iraquí, mantenida fuera de la vista pero siempre presente, añade una capa sutil de complejidad moral, recordándonos el costo humano colateral de la guerra. Mientras la película se centra en la perspectiva de los SEALs, estos vistazos al miedo civil hablan volúmenes, confiando en la audiencia para leer entre líneas.
Warfare es un asalto sensorial y emocional, pero también es una maravilla técnica que necesita ser experimentada en los cines. El sistema de sonido Dolby transforma el cine en un campo de batalla, con cada detalle sonoro, desde el tintineo de una granada hasta el rugido de un avión de combate, golpeando con fuerza que hace temblar los huesos. La negativa de la película a ofrecer respuestas fáciles o resoluciones ordenadas solo aumenta su impacto, dejándote exhausto, sacudido y profundamente conmovido. Es un testimonio del poder del cine para no solo contar una historia, sino hacerte vivirla.
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