Un grupo de monjas rebeldes expulsadas de la Iglesia Católica convierte su convento del siglo XV en un campo de batalla
Juraron resistir el desalojo con rosarios en alto y sus hábitos intactos.
Las ocho exmonjas de la Orden de Santa Clara, excomulgadas en junio de 2024 por cisma, entraron desafiantes en un juzgado de Burgos el 29 de julio acompañadas de su inusual representante: Francisco Canals, un laico bien trajeado.
Su pecado: separarse de Roma en mayo de 2024 por conflictos doctrinales y la prohibición de vender un convento para financiar otra compra. Se pusieron bajo la jurisdicción espiritual de Pablo de Rojas Sánchez-Franco, un sacerdote excomulgado que se autoproclama obispo de la Unión Piadosa de San Pablo Apóstol.
Pablo de Rojas, excomulgado en 2019 por el entonces obispo de Bilbao, Mario Iceta, es un ferviente sedevacantista que niega la legitimidad de los papas desde Pío XII. Críticos lo tachan de líder sectario, adornándose con títulos como "duque imperial" y vinculado a rituales sospechosos de El Palmar de Troya.
Ahora, sus devotas se atrincheran en el convento de Santa Clara en Belorado, afirmando que les pertenece.
"No somos simples monjas rebeldes, somos una entidad legal", declaró la hermana Paloma frente al juzgado, blandiendo su crucifijo. "¡El convento es nuestro!"
Pero el arzobispo de Burgos no cede. Mario Iceta, ahora comisionado pontificio, insiste en que la excomunión les revocó su estatus canónico y todo derecho a permanecer o vestir el hábito.
"Pedimos su desalojo, ya no tienen legitimidad", argumentó el abogado Natxo de Gamon.
Para algunos son mártires modernas; para otros, ocupantes con hábito. Su abogado, Florentino Alaez, amenaza con llegar al Tribunal Supremo, invocando libertad religiosa.
