Francia es el país más visitado del mundo. Entonces, ¿por qué no se ha convertido en el turismo?

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En Grecia, los locales pintan grafitis. En Italia, Portugal y España, han recurrido a pistolas de agua y protestas masivas.

Si bien el sentimiento antiturístico ha comenzado a extenderse por toda Europa, un país destaca por su relativo silencio. Y es el más visitado del mundo:

Francia.

Aunque recibe alrededor de 100 millones de viajeros al año, Francia rara vez aparece en titulares por protestas turísticas, un marcado contraste con sus vecinos, que han expresado cada vez más su frustración por ciudades abarrotadas, alquileres elevados y mal comportamiento.

No hay una sola razón por la que Francia haya evitado la reacción, y los temores de que aún pueda llegar no son infundados. Pero el compromiso con el turismo sostenible, una infraestructura robusta y una estrategia para distribuir visitantes por regiones y temporadas juegan un papel clave.

Francia ha apostado por estrategias a largo plazo

A diferencia de muchos países que ahora luchan por controlar el turismo de masas, Francia comenzó a sentar bases hace años.

Atout France, la agencia de desarrollo turístico del país, ha convertido la sostenibilidad en un pilar central. Según su plan a 10 años, el gobierno destinó 1.900 millones de euros en 2021 para fomentar viajes más verdes y responsables.

Esto implica promover trenes frente a vuelos cortos, incentivar destinos menores y diversificar la oferta más allá de París o Niza.

Este año, el país redobló su apuesta con una nueva promesa: impulsar un turismo más ecológico, inclusivo y digitalizado. Las autoridades esperan que esto traduzca en estancias más largas, menos aglomeraciones y experiencias significativas.

"Francia lleva años invirtiendo en viajes sostenibles", afirma Veronica Diquattro, presidenta de B2C en Omio. "Ahora el enfoque está en mejorar la calidad, distribuir visitantes todo el año y promover prácticas ecológicas e inclusivas."

El poder de los trenes

Francia posee una de las redes ferroviarias más extensas de Europa: 28.000 km de vías, incluyendo 2.800 km de alta velocidad.

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"Es uno de los países más accesibles para el turismo en tren", dice Diquattro.

Hasta pueblos de 20.000 habitantes tienen estaciones. Gracias al TGV, se puede ir de París a Marsella en tres horas.

Esta conectividad cambia patrones turísticos… y políticas. En 2023, Francia prohibió vuelos domésticos en rutas cubribles en menos de 2,5 horas en tren. Aunque su impacto climático no está claro, la medida ha aumentado el uso del ferrocarril y revitalizado regiones menos conocidas.

Turistas dispersos por diseño

Mientras España tiene la Costa Brava e Italia a Venecia, Francia lo tiene todo. Y así le gusta.

"Los turistas se distribuyen", explica Marine Prat, diseñadora de viajes en Loire Secrets. "No se concentran en un solo sitio. Visitan múltiples regiones."

Esto se debe en parte a su histórica promoción como país de regiones. Desde los castillos del Loira hasta los viñedos de Alsacia, cada zona ofrece algo único.

"Cada vez más gente busca lo auténtico, no solo París o el sur. Ven en Instagram que, a una hora de la capital, hay pueblos encantadores y ciudades vibrantes."

Una tradición de acogida

Menos evidente, pero crucial: la larga tradición francesa de integrar culturas.

"Francia ha sido cruce de culturas siglos", dice Prat. "Es común ver gente de todas partes. Es parte de nuestra identidad."

Esta apertura, sumada a una infraestructura turística sólida, ha mitigado problemas que afectan a otros países.

Y el público evoluciona. Turistas de India, Sudeste Asiático, Australia y África llegan en mayor número, explorando más allá de las urbes.

"Buscamos ofrecer experiencias locales: enólogos orgánicos, gastronomía de proximidad…"

Diquattro corrobora esta tendencia: aunque París sigue siendo la puerta de entrada, destinos como Marsella y Estrasburgo crecen gracias a mejores conexiones.

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¿Puede la regulación evitar el rechazo?

Francia no está exenta de tensiones. Las huelgas —ferroviarias, aéreas— siguen siendo frecuentes. La masificación y gentrificación son riesgos latentes.

Tras los Juegos Olímpicos de 2024, que atrajo a más de 50 millones de visitantes, barrios como Montmartre ya alzan quejas: "La gente viene, compra un crepe y se va, como si fuera un parque temático", dijo un residente.

Las autoridades confían en regulaciones para evitar crisis como las de Lisboa o Barcelona. La Loi Le Meur, aprobada en 2023, permite a gobiernos locales limitar alquileres turísticos, reduciendo noches rentables de 120 a 90 y sancionando infractores.

Ya sea con leyes de alquiler o planes de desarrollo sostenible, el modelo francés parece resistir. En la era del sobreturismo, su ventaja podría ser simple: llevan décadas preparándose.