Fotografías: Un viaje por carretera a través de Siria tras la caída de Bashar al-Assad

Una nueva Siria surge tras la guerra más brutal del siglo

Después de una de las guerras más brutales de este siglo, una nueva Siria está renaciendo del desastroso legado del derrocado dictador Bashar al-Assad.

Sus fotos han sido arrancadas de las paredes mientras la gente ejerce libertades negadas durante décadas de gobierno de su familia. Ahora, una bandera diferente ondea en Siria: el emblema de los rebeldes en el poder.

Para los sirios, el futuro es incierto —una mezcla de euforia y dolor, de esperanza y miedo.

Por Ben Hubbard | Fotografías de David Guttenfelder

El equipo reportó por más de un mes en una docena de ciudades, pueblos y aldeas en Siria.

23 de junio, 2025

La caída del dictador sirio Bashar al-Assad, que puso fin a 13 años de guerra civil, marcó el inicio de una era precaria para un país profundamente marcado por su pasado.

Los sirios son libres, pero el costo de la guerra es incalculable: más de medio millón de muertos o desaparecidos, millones desplazados y comunidades enteras destruidas.

Los combates han cesado, pero la violencia esporádica persiste, frenando los esfuerzos del país por avanzar.

Comencé a cubrir Siria al inicio de mi carrera como corresponsal en Medio Oriente, cruzando la frontera ilegalmente en 2012 para entrevistar a los primeros rebeldes que tomaban las armas contra el gobierno. Con los años, documenté cómo el conflicto arrasó el país, devastando ciudades y causando sufrimientos inimaginables.

Tras la caída del régimen en diciembre, llegué a Damasco y encontré una mezcla de alegría y temor por el futuro. Dos meses después, regresé con el fotógrafo David Guttenfelder y otros colegas para recorrer el país de sur a norte y ver cómo vivían los sirios este cambio histórico.

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Durante semanas y cientos de kilómetros, viajamos por carreteras destruidas, conocimos hombres armados enmascarados y niños felices, y hablamos con decenas de sirios tratando de reconstruir sus vidas.

Daraa: El niño mártir

Empezamos nuestro viaje cerca de la frontera con Jordania, en la escuela secundaria Al-Baneen, un edificio dañado por la guerra donde pocos quedan. Marcado por balas y metralla, sin pupitres ni paredes, es un lugar que cambió la historia de Medio Oriente.

En 2011, aparecieron grafitis amenazando a al-Assad, oftalmólogo de profesión: "Te toca a ti, doctor".

Las protestas crecieron, la policía reprimió violentamente, y en medio del caos, Hamza al-Khateeb, de 13 años, fue asesinado. Su muerte encendió la guerra civil.

Encontramos a su madre en Al-Jeezeh. Sentada en la habitación de su hijo, recordó a un niño tranquilo que comía galletas y la besaba antes de ir al colegio.

—Todavía tengo su ropa y sus cosas —dijo—. Extraño verlo dormir aquí.

Un mes después de su desaparición, su familia halló su cuerpo en una morgue, con señales de tortura. Las imágenes del "niño mártir" indignaron al mundo.

Pero la guerra solo empeoró.

Hoy, en Daraa, la gente intenta seguir adelante. Junto a la escuela destruida, niños juegan fútbol, mientras en su casa, una foto de Hamza cuelga en la sala.

—Ahora podemos respirar —dijo su primo—. Antes, el aire temblaba en nuestros pulmones.

Damasco: La capital dividida

Al norte, Damasco bulle de energía y posibilidades. Su centro, menos dañado que otras zonas, sigue siendo una ciudad de contrastes.

En sus calles, la gente celebra con conciertos y debates, algo impensable bajo al-Assad.

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—Antes esto no podría haber pasado —dijo una organizadora de eventos.

Pero más allá del centro, barrios enteros están en ruinas. Algunas familias sobreviven como pueden.

—Vivimos como cavernícolas —dijo Fidaa al-Eissa, madre de cuatro hijos en Qaboun.

El nuevo gobierno, liderado por el islamista Ahmed al-Shara, intenta reconstruir el país. Pero muchos temen sus políticas.

En un teatro, actores representan una obra crítica, pero tuvieron que cortar una frase burlándose de al-Shara para evitar problemas.

—Aún hay gente que no cree que el régimen cayó —dijo el asistente de dirección—. Se necesita tiempo para perder ese miedo.

Homs: Los vencidos

En Homs, antiguos enemigos tratan de convivir.

Hombres que sirvieron al régimen esperan horas por nuevas identificaciones, ahora civiles sin privilegios.

Abu Hajar, un exrebelde, y Mustafa Aboud, un líder alauita, trabajan juntos pese a sus diferencias.

—Estábamos contra Bashar, no contra su secta —dijo Abu Hajar.

Aboud reconoce el miedo de su comunidad, pero insiste en mirar al futuro.

Telmanes: El pueblo sin techos

En zonas rurales, la destrucción es total.

En Telmanes, saqueadores robaron hasta los techos de las casas.

—¡Los perros subieron a robar el metal! —dijo un residente.

Sin agua ni servicios, pocos han regresado.

—No tenemos opción —dijo una mujer viviendo bajo plásticos.

Alepo: La economía devastada

Antes un centro comercial, Alepo es ahora una sombra de sí misma.

—Alepo es una zona de desastre —dijo un empresario.

Algunos, como la fábrica de muebles Bahhade, intentan reconstruir, pero la economía está en ruinas.

Atmeh: Un nuevo comienzo

En un campo de refugiados en la frontera con Turquía, Khalid al-Hajj empaca sus pocas pertenencias.

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Después de 13 años, vuelve a su pueblo.

—Siempre supe que regresaría —dijo.

Antes de irse, se despide de un melocotonero que plantó años atrás.

—Ojalá alguien más disfrute sus frutos —dijo, acariciando una rama.

Luego sube al camión y se va a casa.

(Errata: "bandera" en lugar de "bandera")