¿Qué es algo que no vale nada, pero no tiene precio? Algo que ignoramos, pero atesoramos? Que está en todas partes, pero es efímero?
¿Qué nos hace parar en la calle para olvidarnos del orgullo y agacharnos a recogerlo?
Es el humilde, brillante y pequeño centavo.
El Tesoro anunció que dejará de fabricar centavos nuevos para principios del próximo año. ¿Desaparecerán enseguida? No. Pero como muchas cosas en la vida –inviernos con nieve confiable, conversaciones cara a cara, libros con páginas que podemos pasar– los centavos se están desvaneciendo.
Antes de que me taches de tonto sentimental que recuerda ir a la tienda de dulces de un centavo en Cape Cod, entiendo que los centavos son “anticuados” e “ineficientes.” El gobierno gasta unos 3.7 centavos para hacer uno solo. Eso fue una pérdida de $85 millones solo el año pasado. Y casi la mitad de nosotros ya ni lleva efectivo. Dudo que el Ratoncito Pérez crea en centavos hoy. Así que eliminarlos tiene “sentido”.
Pero en un mundo donde todos miran hacia abajo, un centavo puede recordarnos que las cosas podrían mejorar… ¿sabes, esos centavos caídos del cielo?
¿Sabes quién apareció en el primer centavo en 1792? ¡Una mujer! En esa época se consideraba poco americano poner un gobernante en una moneda, así que mostraban a la Señora Libertad.
Un centavo de 1793 con la “melena fluida” de Lady Liberty.
U.S. Mint
No fue hasta 1909 que el rostro del Presidente Lincoln adornó la moneda. Su icónico perfil fue diseñado por un inmigrante judío lituano, Victor David Brenner, quien creó lo que se considera la obra de arte más reproducida de la historia.
Los centavos de 1943 eran de acero cubierto de zinc, porque el cobre se necesitaba para la Segunda Guerra Mundial.
¿Deberíamos olvidar esa historia? ¡Pues sí! Siempre que cada lanzamiento lleve nuestros deseos.
“Un centavo por tus pensamientos” fue una frase acuñada hace casi 500 años por Sir Thomas More, cuando ofrecerle un centavo a alguien significaba que sus reflexiones valían algo.
Esto es solo mi humilde opinión, pero… nadie tira un bitcoin a una fuente.
Llámenme nostálgico numismático, pero en un mundo lleno de cripto y virtualidad, seguiré buscando esa promesa de suerte opaca, tangible e ineficiente.
Para más información:
Historia producida por Liza Monasebian. Editor: Ed Givnish.
Ver también:
La historia del centavo
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