Un concejal municipal fue detenido en Málaga en el marco de una investigación sobre una red de prostitución que blanqueó millones con la ayuda de profesionales locales de cuello blanco, según han indicado las autoridades.
Miguel Vázquez, del Partido Popular, quien ejercía como concejal de Industria, Desarrollo y Fondos Europeos en el municipio de Coín, al oeste de Málaga, renunció a su cargo después de que las autoridades iniciaran una investigación sobre su presunta función como asesor fiscal dentro de la red de blanqueo de capitales.
Vázquez figuraba entre las diez personas arrestadas por un esquema que obligaba a 42 mujeres a trabajar sin descanso en dos burdeles ilegales—uno en Málaga capital y otro en Cártama—para luego lavar los ingresos mediante la compra de propiedades o la creación de empresas ficticias. Según las autoridades, esta operación reportó a la banda más de nueve millones de euros en apenas cuatro años.
Un portavoz de la agrupación del PSOE en Coín declaró: “Hay delitos y delitos. Pero aquí estamos hablando de blanqueo vinculado a fondos procedentes de trata de seres humanos. Y pensar que se trata de un cargo público.”
El Partido Popular ha abierto una investigación interna sobre Vázquez, pero ha subrayado que las acusaciones no están relacionadas con su función como concejal, sino que emanan de su actividad privada como asesor fiscal.
Para agravar la repercusión política, el partido de ultraderecha VOX exigió explicaciones urgentes al equipo de gobierno de Coín. Su portavoz, Luis Miguel Rivas, criticó duramente al alcalde Francisco Santos por su silencio público tras la detención de Vázquez.
“Permanece escondido, rehusando afrontar el asunto, como si esto no afectara directamente a la reputación de Coín,” afirmó Rivas. “No es serio ni responsable que los vecinos se enteren por la prensa de un tema tan sensible mientras el alcalde guarda un silencio absoluto.”
Las autoridades iniciaron la investigación sobre la red de prostitución después de que una de las mujeres esclavizadas por la banda lograra huir y denunciar todo ante la policía.
Los agentes descubrieron que el grupo criminal obligaba a las mujeres a vivir dentro de los burdeles bajo una estricta vigilancia y constantes amenazas.
Las víctimas debían estar disponibles para los clientes las 24 horas del día, los siete días de la semana, sin descanso real y con escasa libertad.
Algunas fueron forzadas a realizar actos sexuales no deseados, frecuentemente sin protección.
En uno de los locales, la policía descubrió incluso una celda rudimentaria—una habitación diminuta utilizada para aislar o intimidar a las víctimas que desobedecieran o se quejaran.
Muchas de las mujeres habían llegado de otros países y se encontraban en situación de vulnerabilidad, sin documentación legal ni redes de apoyo. Una vez dentro de los burdeles, no tenían salida alguna.
Varias víctimas también fueron presionadas para inducir a los clientes a consumir drogas o sustancias para mejorar el rendimiento sexual, lo que aumentaba aún más los beneficios de la banda.
Según confirmaron las autoridades, algunas llegaban a generar entre tres mil y cuatro mil euros por noche.
Tras los bastidores, el grupo también gestionaba una sofisticada red de blanqueo de capitales, canalizando sus ganancias a través de una maraña de empresas ficticias, compras de inmuebles y cuentas empresariales.
De forma escandalosa, la banda contaba con un puñado de profesionales de cuello blanco—entre ellos un abogado, un notario, un director bancario y, presuntamente, el propio Vázquez—para ayudar a ocultar el origen real del dinero y mantener la empresa criminal operando a plena vista.
El investigador principal de la operación declaró a Málaga Hoy: “[Estos profesionales] jamás denunciaron ningún indicio de blanqueo, pero su apoyo fue esencial.”
“Operaban desde una posición de privilegio, ocultándose a plena luz,” añadió el investigador.
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En el centro de la red también se encontraban cinco testaferros, todos ellos en situación de extrema precariedad económica—algunos, según los informes, por debajo del umbral de la pobreza y sin un lugar estable donde vivir.
En torno a estos individuos, la banda construyó una red de empresas que aparentaban operar en sectores como la hostelería y la construcción.
En realidad, el propósito de estos negocios era sencillo: absorber el efectivo procedente de los burdeles y disfrazarlo como ingresos legítimos, proporcionando así una fachada limpia a los beneficios de la organización.
Bajo la gestión de Vázquez, Coín perdió la oportunidad de acceder a ocho millones de euros en subvenciones de la UE, que fueron adjudicadas a varios municipios vecinos.
Cuando Vázquez dimitió a mediados de noviembre, antes de un pleno municipal, alegando únicamente “motivos personales
