Vi el discurso inaugural del presidente Donald Trump el lunes y me sentí deprimido y bastante triste. No fue el contenido lo que arruinó mi estado de ánimo, sino la ambición y aspiraciones del discurso pronunciado a la manera típica de Trump. No estuve de acuerdo con la mayoría de lo que el Presidente tenía que decir, pero hay que admirar su ambición y la forma en que quiere llevar adelante a los Estados Unidos atrayendo nuevas inversiones y creando nuevos empleos.
Mientras tanto, en Europa obtenemos los mismos viejos discursos vacíos, prometiendo poco y sin ambición ni impulso. ¿Te imaginas si el Primer Ministro británico Sir Keir Starmer saliera prometiendo devolver la grandeza a Gran Bretaña y comprometiéndose a abordar muchos de los problemas del país? La mayoría desestimarían su discurso y una pequeña minoría en la derecha diría que él nunca pensó que Gran Bretaña fuera grande en primer lugar. Si Europa, y no me refiero a esa organización fallida llamada Unión Europea, quiere sobrevivir, entonces debe encontrar su ambición y su impulso nuevamente. Nuevas ideas, nuevas propuestas.
Se avecinan tiempos difíciles para Europa con Trump en la Casa Blanca. Nuestros líderes deberían salir a pelear con nuevos planes económicos y ambición. En este momento solo parecen atónitos de que no hayan recibido una invitación a la gran fiesta de Trump.