Con una población de tan sólo 1.045 habitantes, el pequeño municipio de La Alberca, enclavado en el extremo sur de la provincia de Salamanca, resulta fácil de pasar por alto.
Sin embargo, lo que le falta en tamaño, La Alberca lo compensa con creces en encanto rústico, dinamismo cultural e intriga histórica.
Con sus pintorescas calles medievales, costumbres centenarias y una gastronomía vibrante, La Alberca recibe un flujo constante de visitantes –especialmente durante sus fiestas tradicionales y los calurosos meses estivales.
De hecho, este minúsculo asentamiento fue el primer pueblo en obtener el título de Conjunto Histórico-Artístico en 1940 –una distinción posteriormente concedida a una multitud de lugares idílicos rebosantes de historia, como el pueblo medieval amurallado de Peñaranda de Duero o el municipio norteño de Tenerife, Garachico.
Dicho galardón reconoció la conservación de su arquitectura y sus ricas tradiciones culturales, entre las que destaca el curioso caso del Marrano de San Antón, donde un cerdo es liberado por las calles, cuidado por los residentes y luego rifado el Día de San Antonio (13 de junio) de cada año.
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Una de las plazas idílicas de La Alberca, luciendo las fachadas de madera tradicionales que caracterizan la arquitectura del pueblo. Crédito: Wikimedia Commons
Y, afortunadamente, esa tradición sigue viva y coleando –gracias en parte a la gestión local que ha procurado proteger el carácter auténtico del pueblo.
La Plaza Mayor –el corazón palpitante de La Alberca– es un ejemplo evidente de lo que hace a esta aldea tan especial.
A menudo animada por bulliciosos cafés, vibrantes mercados o festividades espectaculares, la plaza también alberga la arquitectura única que define el distintivo atractivo de La Alberca.
Fachadas de madera y balcones rebosantes de flores brillantes y coloridas garantizan una vista perfecta para Instagram desde todos los ángulos.
Y a tan sólo un paso, los turistas pueden toparse con la iglesia local, construida en granito y notable por su impresionante tamaño (que empequeñese al resto del pueblo) y sus características típicamente barrocas.
Así que retrocede en el tiempo y visita este museo viviente, donde las tradiciones medievales permanecen en el corazón de la vida local.
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