España cumple 40 años como miembro de la Unión Europea.
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La entrada de España en la Unión Europea no llegó con fuegos artificiales. El 1 de enero de 1986 no hubo escenas dramáticas ni una transformación repentina de la noche a la mañana. Pero cuatro décadas después, resulta difícil imaginar el país sin que Europa impregne prácticamente cada aspecto de su vida pública.
En aquel entonces, España emergía de décadas de dictadura y aislamiento. La adhesión a lo que entonces eran las Comunidades Europeas supuso una ruptura definitiva con el pasado y el inicio de una etapa más abierta y conectada. Cuarenta años después, aquella decisión ha reconfigurado no solo la economía y la política españolas, sino también la forma en que las personas viven, trabajan y se desplazan por el continente.
De forastera a rostro familiar en Bruselas
España no permaneció mucho tiempo en los márgenes. Desde su ingreso, ha ejercido la presidencia rotatoria del Consejo de la UE en cinco ocasiones, la más reciente en el segundo semestre de 2023. Estos periodos de seis meses situaron a España en el corazón de la toma de decisiones europea, dirigiendo negociaciones y marcando prioridades en momentos clave.
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Las figuras españolas también se han convertido en habituales en Bruselas. A lo largo de los años, nueve comisarios españoles han formado parte de la Comisión Europea. Manuel Marín fue uno de los primeros y más influyentes, llegando a asumir incluso la presidencia interina de la Comisión en 1999. A él le siguieron otros, como Joaquín Almunia, Miguel Arias Cañete y Josep Borrell, quien posteriormente se convertiría en Alto Representante de la UE para Asuntos Exteriores.
En la actualidad, España continúa ocupando posiciones de alto nivel dentro de las instituciones de la UE, lejos de aquellos primeros días como recién llegada que aprendía las normas.
Esa misma evolución se aprecia en el Parlamento Europeo. España cuenta actualmente con 61 eurodiputados y, a lo largo de los años, ha aportado tres presidentes de la Cámara, un logro que pocos países han conseguido repetir.
Donde el dinero de la UE marcó una diferencia visible
Para muchos españoles, los efectos más tangibles de la membresía europea no llegaron de los debates en Bruselas, sino de las obras, las líneas de ferrocarril y la mejora de los servicios en su propio país.
En los últimos cuarenta años, España ha recibido más de 150 000 millones de euros en fondos de cohesión de la UE, destinados a reducir las brechas económicas y regionales. Ese dinero ayudó a construir infraestructuras que hoy resultan cotidianas: redes de alta velocidad ferroviaria, carreteras modernizadas y conexiones de banda ancha que alcanzan a millones de hogares.
Solo desde 2007, se han invertido miles de millones en infraestructura ferroviaria, mientras que más de siete millones de viviendas obtuvieron acceso a internet de alta velocidad. Cerca de 150 000 empresas se han beneficiado de financiación respaldada por la UE, lo que les ha permitido modernizarse, expandirse o sobrevivir en periodos difíciles.
Junto a esto llegó el apoyo del Fondo Social Europeo, que ha financiado programas de formación, empleo y creación de puestos de trabajo. Según cifras oficiales, más de 32 millones de personas en España se han beneficiado de estas iniciativas a lo largo de los años.
Una economía profundamente transformada
El panorama económico español se ha transformado radicalmente desde 1986. El acceso al mercado único —y posteriormente al euro— contribuyó a duplicar el PIB del país en cuatro décadas.
El empleo siguió una trayectoria similar. En el año de su adhesión a la UE, alrededor de 10,8 millones de personas tenían trabajo. Hoy, esa cifra supera los 21 millones, lo que refleja tanto el crecimiento demográfico como una economía más diversificada.
El comercio cuenta su propia historia. Las exportaciones españolas han crecido desde los 12 600 millones de euros en 1986 hasta más de 140 000 millones en la actualidad, casi duplicando su peso en el PIB. Los acuerdos comerciales de la UE con decenas de países han desempeñado un papel central en esa expansión.
Y luego está el programa Erasmus. Desde su inicio en 1987, más de 200 000 estudiantes españoles han cursado parte de sus estudios en otros países europeos. Para toda una generación, Europa dejó de ser una idea abstracta para convertirse en una experiencia vivida.
Más allá de las cifras
La pertenencia de España a la UE a menudo se mide en estadísticas, pero su impacto más profundo es más difícil de cuantificar. Cambió las expectativas, abrió fronteras, normalizó la movilidad y afianzó al país en la toma de decisiones europea.
Cuarenta años después, España no solo forma parte de la UE, sino que contribuye a moldearla. Lo que comenzó como un paso para alejarse del aislamiento se ha convertido en una de las decisiones definitorias de la España moderna, que sigue influyendo sutilmente en la vida cotidiana de todo el país.
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