El sábado por la noche, pasó algo increíble. Bielorrusia ayudó a Escocia de una manera que nadie esperaba y me puse a pensar. ¿Esto estaba destinado a pasar?
Nunca fui una persona que cree mucho en historias de destino en el fútbol, pero en esta campaña, Escocia ha tenido mucha suerte. Una suerte que los aficionados escoceses piensan que merecen desde hace tiempo.
Antes del sábado, los bielorrusos no tenían ni un solo punto en la clasificación, y Dinamarca ya les había ganado 6-0 el mes pasado.
Si alguien decía que los daneses podían fallar en su casa, todos se reían. Nadie consideraba esta posibilidad en serio.
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El entrenador de Escocia, Steve Clarke, habla de su sueño de clasificar para el Mundial antes del partido decisivo en Hampden Park, y de la oportunidad que su equipo tiene de convertirse en leyendas.
Pero aquí estamos. Escocia está a 90 minutos del Mundial y, me atrevo a decirlo, sin haber jugado en su mejor nivel.
Tuvieron problemas en los dos partidos contra Bielorrusia, Grecia jugó mejor que ellos dos veces, y solo hicieron un tiro a puerta contra Dinamarca en el primer partido.
Pero los puntos ya están conseguidos, de alguna manera, y eso es lo único que importa en realidad.
Desde su última aparición en el Mundial de 1998, los intentos de Escocia por clasificarse han añadido más ejemplos a su interminable lista de ‘fracasos gloriosos’. La selección escocesa tiene la fama de crear mucha esperanza en la gente y luego decepcionar cuando el éxito parece casi seguro.
Perú, Irán, Marruecos, Islas Feroe, Georgia, y otros. Nombres suficientes para dar miedo a cualquier escocés.
Pero esta vez se siente diferente. No ha habido gloria y no ha habido fracaso, todavía no.
Quizás mi ilusión viene de todos los años siguiendo a mi país, o quizás hay algo de verdad en esto.
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El capitán de Escocia, Andy Robertson, dice que el partido decisivo contra Dinamarca para el Mundial es ‘algo para disfrutar’.
¿Podría estar esto escrito en las estrellas?
“La gente puede especular y pensar que hay otras fuerzas que nos cuidan, pero nosotros tenemos que cuidarnos a nosotros mismos”, respondió Steve Clarke en su rueda de prensa antes del partido.
No es una respuesta sorprendente de un entrenador que se comporta igual antes de un partido decisivo para el Mundial que antes de un amistoso sin importancia.
Imperturbable, sin emociones, o como decimos los periodistas, aburrido.
Pero eso es bueno para él, nunca permite que la locura alrededor de la selección, buena o mala, le afecte a él o a su equipo.
Así que él nunca confiaría en la idea del destino o en un favor de los dioses para compensar décadas de malos momentos.
Pero yo no soy Steve Clarke, así que déjenme soñar si no les importa.
Escocia se merece una vez de suerte, si es que eso existe. Dejemos que la nación crea en su cita con el destino por solo 90 minutos, y con suerte, diga adiós al fracaso glorioso.