Escándalos de corrupción en España: ¿solo unas pocas manzanas podridas o algo habitual?

Pedro Sánchez, presidente del Gobierno de España y secretario general del Partido Socialista Obrero Español.
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Medio siglo después de la transición a la democracia tras la muerte del dictador Francisco Franco en 1975, el nombre de España sigue manchado por escándalos de corrupción política.

Desde el caso Filesa, liderado por los socialistas en los 80, hasta el affaire Gürtel del Partido Popular (PP), que acabó con el gobierno de Mariano Rajoy en 2018, y ahora las últimas acusaciones que implican a altos cargos del PSOE de Sánchez, la corrupción persiste como una mancha en el panorama político español. ¿Por qué, a pesar de las promesas de reforma y la indignación ciudadana, este problema se repite una y otra vez?

Los escándalos de corrupción en España: todos salieron a la calle

El movimiento Indignados o 15-M intentó cambiar eso. Surgido en 2011, fue una ola de protestas espontáneas contra la corrupción, la desigualdad económica y las medidas de austeridad tras la crisis de 2008. Inspiró incluso a Occupy Wall Street.

Escándalos como Filesa y Gürtel, sumados al desempleo y los déficits democráticos, llevaron a miles a acampar en la Puerta del Sol de Madrid y otras plazas, exigiendo transparencia y democracia participativa. Grupos como Democracia Real YA! unieron a ciudadanos de todos los ámbitos bajo consignas como «No nos representan», allanando el camino a nuevas formaciones como Podemos y Ciudadanos. Sin embargo, 15 años después, España parece volver al punto de partida.

Investigación por corrupción revela implicación de trabajadoras sexuales

En los últimos escándalos, grabaciones filtradas han empeorado la imagen del PSOE, exponiendo comentarios misóginos sobre mujeres y trabajadoras sexuales. Sánchez ha intentado distanciarse, cesando a aliados como el exministro José Luis Ábalos o Santos Cerdán. Aunque insiste en que no es un problema sistémico, la desconfianza crece, agravada por investigaciones sobre su esposa y su hermano.

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El caso Gürtel, uno de los mayores escándalos de corrupción, hundió al PP con condenas como los 33 años al extesorero Luis Bárcenas. Rajoy cayó por una moción de censura liderada por Sánchez, quien prometió en 2018 «regeneración democrática». Paralelamente, el caso ERE en Andalucía desvió 680 millones de euros bajo gobiernos del PSOE, mientras el affaire Nóos salpicó incluso a la monarquía.

Falta de control: la puerta abierta a la corrupción

¿Por qué persiste? Analistas señalan debilidades sistémicas: fiscalización parlamentaria débil, estándares de transparencia bajos y organismos de control politizados o sin recursos. El Grupo de Estados contra la Corrupción (Greco) critica el lento avance en reformas, como regular el «puertas giratorias» o financiación de partidos. Mientras, España sigue sin un registro de lobbies.

El desencanto es palpable: según el Reuters Institute 2025, el 57% de los españoles ven a los políticos como fuente principal de desinformación. Partidos e instituciones son de los menos fiables, alimentando la desesperanza y el auge de opciones populistas como Vox.

La pregunta sigue en el aire: ¿son solo «manzanas podridas», como dice Sánchez, o síntoma de una decadencia sistémica? Para una ciudadanía desencantada, la diferencia ya no importa. España necesita más que dimisiones: reformas estructurales, fiscalización independiente y un cambio cultural hacia la transparencia. Sin ello, el ciclo de escándalos—de Gürtel al PSOE—continuará sin freno.