Meses antes de publicar su último libro, Max Porter se fue de vacaciones con Cillian Murphy y un amigo mutuo. “Les dije: ‘Acabo de terminar otra novela’”, recuerda Porter. “Y ellos me respondieron: ‘Pero si acabas de hacer una’. Yo les dije: ‘Bueno, las escribo rápido y luego las edito despacio’”. Al final, acabó leyéndosela en voz alta, dándoles así su primer vistazo a la “cabeza revuelta” de un adolescente problemático llamado Shy, residente en una “mansión vieja y cutre convertida en un colegio para chicos con mal comportamiento en el medio de la nada”.
Murphy y Porter se hicieron buenos amigos después de que el actor protagonizara la adaptación teatral de _Grief Is the Thing With Feathers_, la primera novela de Porter. No era que Porter buscara otra colaboración. Al contrario: “Sentía que era inadaptable por ser como un sistema meteorológico dentro de la cabeza de Shy. Además, me preocupaba un poco que todo mi contenido se agotara para adaptaciones”.
Dos años después, Shy ya estaba en el mundo. Murphy, mientras tanto, había creado su propia productora, Big Things, y “intentaba idear un proyecto” después de su exitoso debut, _Small Things Like These_. “Max y yo hablamos constantemente”, dice. Los dos tienen hijos. Murphy viene de una familia de profesores, y Porter da clases en prisiones y durante el confinamiento fue mentor de chicos expulsados del colegio. Decidieron que querían hacer algo sobre la protección de menores. “Nada particularmente sobre masculinidad en esa etapa”, dice Porter, “pero algo relacionado con el sistema de protección”.
Solo había un problema. “Aunque adoro Shy como obra literaria”, dice Murphy, “reconocí que era inadaptable”. Sin embargo, en el fondo de la novela estaba la figura del director, Steve, un personaje secundario. “Entonces”, continúa Porter, “le dije: ‘¿Y si hacemos sobre Steve y dejamos el libro atrás?’. Empecé otra vez completamente desde cero”.
El resultado es una historia expresionista situada en un centro de última oportunidad en los años 90, donde el personal mal pagado lucha por ayudar a chicos a los que la sociedad ha dado por perdidos. Es a la vez una crítica furiosa a un sistema disfuncional, afectado por los recortes de los Torys, y una muestra de por qué adolescentes como Shy merecen ser salvados, a pesar de su comportamiento a veces horrible. Shy, por ejemplo, ha destrozado una tienda, estrellado un coche, apuñalado un dedo (el de su padrastro) y roto una nariz (no se dice de quién).
Porter escribió el guión él mismo –su primer guión– con un papel principal para Murphy como el director agobiado. Había un trío de mujeres: una subdirectora fuerte pero maternal, una consejera y una nueva profesora tímida. Pronto, Tracey Ullman, Emily Watson y Simbiatu Ajikawo –conocida como Little Simz– se unieron al proyecto.
Encontrar a los alumnos fue un trabajo más grande. “Vimos a 3.500 chicos”, dice Murphy. Uno destacó para el papel de Shy: Jay Lycurgo. Nació en 1998, dos años después de cuando ocurre la película. En los 90, su padre jugaba en el Manchester United, pero luego empezó a trabajar con chicos problemáticos. “Recibí el email para la audición”, dice Lycurgo, “y le pregunté a mi padre si podía visitarle. Fui a su oficina y acabé yendo a varios centros educativos durante semanas”.
Los entrevisto en un laberinto de habitaciones de hotel la mañana después del estreno en Londres de _Steve_. Han sido unos días locos, con estrenos exitosos también en Toronto y Cork. “Un drama lleno de energía gonzo y el caos del death metal del dolor emocional”, escribió Peter Bradshaw, “cortado con toques de humor negro”. Peter Debruge de Variety dijo: “Una joya profundamente conmovedora y superbien actuada”.
Porter, Murphy y el director Tim Mielants están en habitaciones separadas, con cara de cansados. Ullman está en la cama con la voz ronca, pero Lycurgo y Ajikawo están juntos, llenos de energía y bromas. Se alegran al descubrir que los dos fueron rechazados en la escuela de artes escénicas Brit School. Ajikawo admite que ni siquiera la llamaron a audición, y Lycurgo recuerda que olvidó la primera línea de su monólogo. “No entré porque pensaba que actuar era llorar”, dice.
La película ocurre en un solo día y se rodó en orden cronológico durante 29 días, con dos semanas de ensayo antes para que los chicos se conozcan. Mielants, que es belga y habla con metáforas, aún trabajaba en la postproducción de _Small Things Like These_ cuando le llegó el guión. Eran muy diferentes, dice. Mientras _Small Things_ tenía “diálogo mínimo sobre mucho silencio, Max escribió un guión que construía una catedral de palabras encima del iceberg. Así que pensé: ‘Vaya. ¿Cómo voy a hacer esto?’”.
Ayudó que estaba pasando por una crisis de los 40, añade, por el Alzheimer de su padre y la muerte de su hermano, lo que le hizo volver a videos familiares de los 90. “Quería ver a mis padres y abuelos de nuevo. Y entendí el valor de verles hablando a cámara”. Esta experiencia influyó en la estética granosa de la película, y en la idea de que cada residente de la casa hiciera una entrevista directo a cámara, describiéndose en tres palabras. Mientras los chicos son ruidosos, Steve está emocionado y sin palabras. “Lo miro en vez de intentar entenderlo”, dice Mielants. “Y ahí es donde vuelve lo surrealista”.
La película es en parte una carta de amor a las culturas musicales de los 90. “Max me mandaba playlists”, dice Mielants. “Así que hacía el storyboard escuchando drum’n’bass, que no era mi tipo de música. Luego empecé a ver las cosas al revés, como metiéndome en las mentes de Steve y los chicos. Yo tenía 16 años en 1996, cuando esa música existía. Y recuerdo la energía y todas esas sustancias químicas en tu cuerpo. Sentí que lo visual debía representar ese sentimiento”.
La idea de rodar en secuencia en poco tiempo vino de Murphy, inspirado por trabajar con Ken Loach. Normalmente, para preparar un papel: “Me encierro durante meses, leyendo y paseando, hablando solo y desarrollando una fisicalidad y una voz. Para este, como crecí en una casa de profesores y yo era un chico bastante problemático en el colegio –no de mala leche, pero sí molesto– sentí que podía basarme en eso. Y como rodábamos en orden, y Steve va siempre por detrás de todo –sin fondos, con falta de sueño, con un chico que empeora– yo quería ir siempre por detrás, tropezando con las palabras e intentando desesperadamente mantener todo unido. No quería estar superpreparado”.
El contexto no dicho de la película son las diferencias –y similitudes– entre mediados de los 90 y hoy. Mientras que los dictáfonos, los Walkman y los viejos Renault 5 pueden parecer anticuados, la falta de fondos para el sistema de protección y la criminalización de los jóvenes son demasiado familiares. “Ojalá destaque que los problemas de estos chicos son para siempre”, dice Murphy. “Existían antes de la tecnología, internet y las redes sociales. Solo se han exacerbado con el desarrollo de estas cosas”.
Parece que es muy fácil dar por perdidos a los adolescentes. “Creo que son un blanco fácil, estadística e ideológicamente. Y en Irlanda y el Reino Unido la tasa de suicidio en hombres jóvenes es trágicamente alta”, añade. Aunque Lycurgo en persona no se parece al tempestuoso Shy, sabe muy bien de lo que habla Murphy. “Lidio con la salud mental cada día en mis luchas personales”, dice.
En el colegio, Lycurgo era respondón y se distraía, más interesado en el fútbol que en estudiar. No fue hasta los 19 años que descubrió que tenía dislexia y que le habría venido bien la atención personalizada que vio en los centros de su padre. Su gran avance con Shy fue darse cuenta de que podía usar esa vulnerabilidad. “Sentí que era una parte de mí que tenía que mostrar a todos. Así que no era solo ‘tengo este personaje’. Era ‘Vale, ¿cómo puedo usarlo para respetar a Shy y el material?’”.
Cuando Ullman y Ajikawo llegaron al set, los actores que hacían de alumnos ya se habían unido mucho. “Eran tan salvajes y hostiles que me pregunté en qué me había metido”, dice Ullman. “Pero como abuela, entiendo esa energía masculina y su vulnerabilidad. Empecé a disfrutarlo. Al final, hasta estaba tejiendo botitas para uno de ellos que acababa de ser padre”.
Ajikawo tuvo la presión extra de compaginar los ensayos con los preparativos para actuar con Coldplay en el escenario Pyramid de Glastonbury, programado para el fin de semana que terminó el rodaje. Aunque en persona es elegante y articulada, en la película es una ratita gris. “Me perdí los talleres”, dice, “lo cual creo que fue genial y fiel a mi papel en la historia –porque soy nueva en el colegio–”.
En su otra faceta, como Little Simz, escribió una canción para la película. “Quería que sonara a éxito de los 90, con momentos de ternura”, dice. “Pero además, a Shy le encanta el jungle, así que metimos unos ritmos geniales”. La canción se llama _Don’t Leave Too Soon_. Viendo el montaje, se dio cuenta de que, en el fondo, la película era una carrera por salvar a Shy de sí mismo. Mira con cariño al actor que dio vida a la historia y le dice: “En la canción, decía ‘Quieres ser visto y yo te veo’. Es una carta de amor para ti”. Lo que es un buen resumen de la película.
_Steve_ ya está en cines y estará en Netflix a partir del 3 de octubre.
