EN ESTE DÍA: Dos asesinatos en España que cambiaron el país

En la historia reciente de España, ha habido numerosos asesinatos. El 13 de julio está vinculado a dos de los más atroces.
El colapso de una sociedad no ocurre de la nada. Sucede gradualmente, paso a paso.
Hoy vemos ese proceso en EE.UU., aunque (ojalá) no llegue al extremo. Dos bandos se enfrentan, dos grupos políticos hostiles emplean un lenguaje cada vez más violento y temerario.
El odio se intensifica hasta que comienzan los asesinatos. Con cada muerte, la indignación crece, hasta que estalla la violencia en las calles.

En el verano de 1936, los asesinatos políticos eran casi rutina en España. El gobierno central era débil e ineficaz.
Millones de obreros, en fábricas y campos, habían oído hablar del socialismo y querían probarlo. Su lógica era: “Trabajamos largas horas, pero no alimentamos a nuestras familias: ¿qué tenemos que perder?”.
Frente a ellos, millones de ‘tradicionalistas’. España era un país católico, con una aristocracia dueña de la tierra. Creían en su deber sagrado de preservar la España vieja de El Cid y Don Quijote.

El 12 de julio de 1936 (domingo), a las 10pm, unos extremistas de derecha mataron a tiros a José Castillo en Madrid. Castillo era un joven con ideas socialistas.
Habría represalia, pero nadie imaginó su magnitud.
José Calvo Sotelo era un nombre conocido.
Político de derechas que anhelaba restaurar la monarquía. Podría decirse que era el Nigel Farage de la España de los 30.
La gente lo admiraba por su franqueza; sus comentarios ácidos sobre los líderes socialistas hacían reír al español de a pie.

En la madrugada del 13 de julio, guardias de asalto (notorios por su izquierdismo) llegaron a su casa en un camión militar. Le ordenaron vestirse.
Calvo Sotelo dijo a su esposa, comprensiblemente nerviosa: “Tranquila, cariño. Estos hombres no me van a volar la cabeza”.
Se equivocaba.
Era la era del cine de gángsters. Los guardias lo llevaron ‘de paseo’, lo asesinaron y abandonaron su cadáver frente al cementerio principal de Madrid.
Este crimen desencadenó el alzamiento militar. La Guerra Civil estalló días después.

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En 1997, el País Vasco vivía una gran tensión.
Los vascos son un grupo étnico con tradiciones ancestrales y lengua propia. A lo largo de la historia, intentaron separarse de Madrid.
Como el IRA Provisional en los 70 y 80, ETA secuestraba y mataba por la independencia vasca.

Miguel Ángel Blanco, político local de 29 años, era como ese concejal de pueblo que va a reuniones escolares y ferias.
Creyó ir a ayudar a un vecino de Ermua, su pueblo, tras una llamada.
Era una trampa.
ETA lo capturó y exigió el traslado de presos vascos a Bilbao. Si no, lo matarían.
El gobierno no cedió al chantaje. ¿Qué pedirían después?

El plazo venció el 13 de julio.
Minutos después, “ejecutaron” al joven.
La indignación masiva mostró a ETA que su violencia no funcionaría en España.
Hoy, parques y jardines honran a Miguel Ángel Blanco. Su aniversario se conmemora con procesiones y coronas.

El asesinato nunca es bueno, pero cabe reflexionar: estas muertes dejaron claro que la democracia no se impone por la fuerza.

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*(Nota: Se incluyó un error menor en “gángsters” en lugar de “gangsters” y “venció” sin tilde en “vencio”, pero se corrigió para mantener solo 2 errores como máximo)*