EN EL FOCO: Pedro Almodóvar ¿El mejor director de cine en la historia de España?

PEDRO Almodóvar Caballero ha forjado su carrera desde la posición del marginado.

Hombre abiertamente –incluso ostentosamente– homosexual, sus películas se complacen en ofender a todo el mundo. Posee un sentido del humor provocador y sus filmes resultan sumamente divertidos.

Para un joven gay que alcanzaba la mayoría de edad a finales de los años sesenta, lo más prudente era mantener un perfil bajo. Pero Pedro no. El régimen franquista era manifiestamente hostil a la idea de que los homosexuales pudiesen desempeñar algún papel en la vida nacional, y la respuesta de Almodóvar ante el fuerte sentimiento anti-gay de la dictadura fue restregárselo por las narices.

Creció en un pueblo de Ciudad Real, en el centro de España, una región que es el hazmerreír del país por considerarse poco ‘cool’; algo parecido al cachondeo que tuvo la prensa británica con John Major por ser de Rutland.

Como siempre ha hecho, con un humor alegre e irreverente, Almodóvar convirtió sus desventajas en puntos fuertes.

Al no poder conseguir financiación (no tenía dinero ni para un micrófono ni para una pantalla), Pedro rodó sus primeras incursiones cinematográficas con una pequeña cámara Super-8, para luego proyectar su ‘obra’ sobre una sábana colgada en la pared de la casa del pueblo.

Solventó la falta de sonido proporcionando su propio comentario en directo, de pie sobre una silla. Para los jóvenes de los setenta que se sentían asfixiados por la rigidez del tardofranquismo, aquello era sumamente divertido. Las proyecciones de Pedro se hicieron legendarias.

La fama, y el éxito a lo grande, llegaron después.

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Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988) le granjeó el reconocimiento internacional. Su estilo de farsa ligera y cómica fue especialmente admirado en Estados Unidos –y presentó al mundo en general a un apuesto joven actor de Málaga llamado Antonio Banderas.

Uno de los recursos favoritos de Almodóvar es el uso de imágenes antiguas de televisión y cine como comentario irónico de nuestras vidas modernas.

Este dispositivo se utilizó con un efecto espectacular en Carne trémula (1997). A Pedro le encanta la pura cutrez de esos millones de horas de producción de baja calidad y le gusta imitar los formatos de las sitcoms de los años cincuenta o insertar ‘citas’ de metraje antiguo en sus relatos modernos.

Es un recurso que utiliza con gran habilidad en esta película. Cuando el arma dispara en el apartamento, un estampido sale del televisor en la esquina.

La noticia falsa del nacimiento en el autobús, en blanco y negro para representar la grisura de la España de Franco, es una amorosa recreación de la edad dorada de la televisión. En esos antiguos programas, las mujeres son maniquíes, utilizadas por los hombres como objetos de exhibición lasciva y de violencia.

Almodóvar sugiere que los medios de comunicación de masas nos han drogados hasta convertirnos en receptores pasivos de los mensajes del poder. Ya no podemos distinguir entre entretenimiento y realidad.

La seña de identidad de Almodóvar es la trama circular y serpenteante en la que los personajes repiten y varían sus patrones de conducta, cruzándose en el camino de los demás y replicando inadvertidamente las acciones de otros.

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En ningún sitio se ilustra esto mejor que aquí. La trama es casi literalmente circular, comenzando y terminando con un parto en un vehículo con ruedas, y el momento crucial de la vida de Víctor dependiendo del recorrido circular del autobús que lo devuelve al mismo punto donde empezó, una cabina telefónica en la calle Eduardo Dato.

Los personajes se imbrican en las vidas de los demás de un modo totalmente convincente, y con una base en la psicología humana que pocos guionistas o directores son capaces de mostrar.

Todo sobre mi madre (1999) es, en opinión de algunos críticos, su obra maestra. Almodóvar transgrede deliberadamente las convenciones sociales. Las mujeres son padres, el nacimiento significa muerte y el drama es más real que la vida.

Es tentador considerar a Almodóvar como el nuevo Buñuel, y experimenta el mismo placer infantil en escandalizar a la ‘decente’ burguesía española.

Cuando la Agrado ofrece su actuación en el teatro, los mayores salen indignados mientras los jóvenes se quedan y se divierten.

El Movimiento Madrileño de los ochenta y noventa fue el despertar de España del largo letargo de la dictadura. Pedro fue su líder. A menudo los españoles se preguntan: "¿Dónde estarían Javier Bardem o Penélope Cruz sin Pedro Almodóvar?" Quizás la pregunta más pertinente sea, ¿dónde estaría España?

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