Alejandro Millán Valencia
BBC News Mundo
BBC
Los residentes de Pampa Clemesí, en el sur de Perú, dependen de linternas para moverse en la oscuridad.
Cada mañana, Rosa Chamami despierta con las llamas lamiendo trozos de cartón en una estufa improvisada en su patio. Las cajas que llevó a casa alguna vez contuvieron 800,000 paneles solares de alta tecnología. Ahora, alimentan su fuego.
Entre 2018 y 2024, esos paneles fueron instalados en Rubí y Clemesí, dos enormes plantas solares en la región de Moquegua, a unos 1,000 kilómetros al sur de Lima. Juntas, forman el complejo solar más grande del Perú—y uno de los más grandes de América Latina.
Desde su hogar en Pampa Clemesí, Rosa puede ver las filas de paneles brillando bajo luces blancas. La planta Rubí está a solo 600 metros. Pero su casa—y el resto de su pueblo—siguen en total oscuridad, sin conexión a la red eléctrica que alimenta la planta.
Energía del sol, pero no en casa
Ninguno de los 150 residentes de Pampa Clemesí tiene acceso a la red eléctrica nacional. Algunos tienen paneles solares donados por Orygen, operadora de Rubí, pero la mayoría no puede pagar las baterías y conversores necesarios. De noche, usan linternas—o simplemente viven en la oscuridad.
La paradoja es impactante: la planta Rubí produce unos 440 GWh al año, suficiente para abastecer a 351,000 hogares. Moquegua, donde está ubicada, es un lugar ideal para energía solar, con más de 3,200 horas de sol al año—más que la mayoría de países.
Y esa contradicción se vuelve más fuerte en un país con un boom de energías renovables. Solo en 2024, la generación eléctrica renovable creció un 96%. La energía solar y eólica dependen mucho del cobre, y Perú es el segundo productor mundial.
"En Perú, el sistema se diseñó en torno a la rentabilidad. No hubo esfuerzo por conectar zonas poco pobladas", explica Carlos Gordillo, experto en energía de la Universidad de Santa María en Arequipa.
Orygen dice haber cumplido con sus responsabilidades.
"Nos unimos al proyecto gubernamental para llevar electricidad a Pampa Clemesí. Ya construimos una línea dedicada y completamos la primera fase, con 53 torres eléctricas listas", dijo Marco Fragale, director ejecutivo de Orygen en Perú, a BBC News Mundo.
Fragale añade que se instalaron casi 4,000 metros de cable subterráneo para dar energía al pueblo. La inversión de $800,000 está completa. Pero las luces aún no se encienden.
El último paso—conectar la línea a los hogares—es responsabilidad del gobierno. Según el plan, el Ministerio de Energía y Minas debe tender unos dos kilómetros de cableado. El trabajo debía empezar en marzo de 2025, pero no ha comenzado.
BBC News Mundo intentó contactar al Ministerio, sin respuesta.
Una lucha diaria por lo básico
La casa pequeña de Rosa no tiene enchufes. Cada día, camina por el pueblo, esperando que alguien le preste electricidad para cargar su teléfono.
"Es esencial", dice, pues necesita comunicarse con su familia cerca de Bolivia.
Uno de los pocos que puede ayudar es Rubén Pongo. En su casa más grande, con paneles solares, un grupo de gallinas pelea por espacio.
"La empresa donó paneles a muchos, pero yo tuve que comprar la batería, el convertidor y los cables", cuenta.
Rubén tiene algo que otros solo sueñan: un refrigerador. Pero funciona máximo 10 horas al día, y en días nublados, nada.
Él trabajó en la construcción y mantenimiento de Rubí. Ahora gestiona el almacén y va al trabajo en auto de la empresa, aunque la planta está al frente. Cruzar la Panamericana a pie está prohibido.
Desde su techo, Rubén señala edificios iluminados a lo lejos.
"Es la subestación de la planta. Parece un pueblito con luces".
Una larga espera
Los residentes empezaron a asentarse en Pampa Clemesí a inicios de los 2000. Pedro Chará, de 70 años, vio crecer la planta de 500,000 paneles casi en su puerta.
Muchas casas están hechas de materiales desechados por la planta. Pedro dice que hasta sus camas son de madera sobrante.
No hay agua potable, alcantarillado ni recolección de basura. El pueblo tuvo 500 habitantes, pero la mayoría se fue por la falta de infraestructura, especialmente durante la pandemia.
"A veces, después de esperar tanto, luchar por agua y luz, solo quieres morir. Eso es todo. Morir", dice.
Cena a la luz de una linterna
Rosa llega a casa de su tía, cocinando para unos vecinos. Su única luz es una linterna solar. La cena es té y masa frita.
"Solo comemos lo que se conserva sin refrigerar", explica. Sin frío, los alimentos ricos en proteína son difíciles de guardar.
Para comprar fresco, deben viajar 40 minutos en bus a Moquegua—si tienen dinero.
"Pero no podemos pagar el pasaje todos los días".
Sin electricidad, muchos usan leña o queroseno, arriesgando enfermedades respiratorias. En Pampa Clemesí, usan gas cuando pueden—leña cuando no.
Rezan pidiendo comida, techo y agua, luego cenan en silencio. A las 7pm, se acaba el día. Sin TV. Sin teléfonos.
"Nuestra única luz son estas linternas. No alumbran mucho, pero al menos vemos la cama", dice Rosa.
"Con electricidad, la gente volvería", dice Pedro. "Nos quedamos porque no teníamos opción. Pero con luz, podríamos construir un futuro".
El viento levanta arena en las calles desérticas. El polvo cubre los postes de luz en la plaza, esperando ser instalados. El viento anuncia el anochecer—y pronto, no habrá luz.
Para los que no tienen paneles, como Rosa y Pedro, la oscuridad dura hasta el amanecer. También su esperanza de que el gobierno actúe algún día.
Como tantas noches antes, se preparan para otra tarde sin luz.
Pero ¿por qué siguen aquí?
"Por el sol", responde Rosa sin dudar. "Aquí, siempre tenemos el sol".
