Tener un perro es un privilegio que trae calidez, compañía y un sentimiento más fuerte de comunidad. Pero la tenencia de mascotas también conlleva obligaciones, y la limpieza es una de ellas.
En barrios de toda la región, el hecho de que algunos dueños no recojan los desechos de sus perros ya no es solo un tema de higiene, sino un grave problema de salud pública. Lo que muchos no saben es que, cuando las heces quedan en el suelo, no solo ensucian aceras o césped. Representan un peligro oculto, especialmente para los más vulnerables: los niños.
Las heces caninas no son solo antiestéticas y desagradables; son un foco de bacterias y parásitos dañinos. Uno de los riesgos más preocupantes es la toxocariasis, una enfermedad causada por lombrices que suelen encontrarse en los excrementos de perros.
Si un niño juega en un parque o toca tierra contaminada y luego lleva sus manos a la boca—como suelen hacer—puede ingerir accidentalmente huevos del parásito. En algunos casos, esto puede causar complicaciones graves, como daños en los ojos, hígado o pulmones. En raras ocasiones, incluso pérdida permanente de visión.
Los niños están más expuestos no solo por su comportamiento, sino porque su sistema inmunológico está en desarrollo. Basta un contacto con césped o arena contaminada para enfermar.
Además de la toxocariasis, los desechos caninos pueden contener organismos nocivos como E. coli, salmonela y campylobacter, que provocan infecciones gastrointestinales severas. Estos riesgos aumentan en espacios públicos, especialmente parques o áreas de juego, donde los niños son más activos.
Cuando un dueño decide no limpiar tras su mascota, afecta a toda la comunidad. Muestra falta de respeto cívico y pone en peligro la salud pública, exponiendo a niños, ancianos y personas inmunodeprimidas a enfermedades evitables.
No hay excusas. Las bolsas para excrementos son económicas y accesibles, y ayuntamientos suelen proporcionar contenedores gratuitos. Recoger los desechos no es solo un acto de responsabilidad, sino de respeto hacia los vecinos, los espacios compartidos y la seguridad infantil.
Tener un perro trae alegría y vínculos, pero implica compromisos. Si queremos parques y barrios seguros, limpios y acogedores, es hora de que todos los dueños tomen en serio su deber. Nuestros niños merecen nada menos.
