El programa de responsabilidad ampliada del productor (EPR) de Francia está atrayendo atención global renovada, ya que los gobiernos buscan formas sostenibles para reducir la contaminación por plásticos.
Lanzado hace más de tres décadas, este sistema traslada la carga ambiental de los residuos de envases de los contribuyentes a los productores, obligando a las empresas a financiar y gestionar todo el ciclo de vida de los empaques.
Con el Día Mundial del Medio Ambiente el 5 de junio destacando el desafío de los residuos plásticos, muchos países están evaluando el EPR como una posible solución.
Según el modelo francés, las empresas que producen o venden productos envasados deben contribuir económicamente a la recolección, clasificación, reciclaje y reducción de estos residuos.
Estos pagos son gestionados por organizaciones de responsabilidad del productor (PROs) como Citeo, que supervisa envases y papel gráfico. En 2023, esto sumó 1.600 millones de euros, destinados a infraestructura de reciclaje, iniciativas de ecodiseño y campañas de concienciación.
Jean Hornain, director de Citeo, describió el objetivo como crear una economía circular, donde los materiales se usen de manera más eficiente, se reutilicen cuando sea posible y se reciclen después.
Reconoció que, aunque el EPR genera pequeños aumentos de costos (unos pocos céntimos por producto), los beneficios ambientales y económicos a largo plazo superan estos gastos.
A diferencia de sistemas basados en impuestos, el EPR francés ha sido políticamente resistente gracias a su estructura colaborativa. Los fondos de las empresas se reinvierten directamente en sistemas locales de reciclaje, no en ingresos generales del gobierno.
Este enfoque promueve responsabilidad compartida entre empresas, municipios y ciudadanos, evitando politización y creando un mecanismo estable para gestionar residuos.
Hornain afirmó que, aunque el sistema no es perfecto, su principio central—que los productores asuman el impacto ambiental de sus envases—nunca ha sido seriamente cuestionado. El consenso político y social ha fortalecido su credibilidad.
Con la contaminación plástica aumentando, el EPR se ve como una herramienta política práctica. Países en las negociaciones de la ONU en Ginebra (agosto) podrían considerarlo para un tratado global sobre plásticos.
Hornain destacó claves para un EPR exitoso: cumplimiento obligatorio, supervisión rigurosa, participación de todos los actores y apoyo a recolectores informales. También subrayó la importancia de reducir residuos desde el diseño, no solo reciclar al final.
Francia está ampliando iniciativas de reutilización. Desde este verano, proyectos piloto en cuatro regiones probarán envases reutilizables estandarizados, como botellas retornables de cerveza y leche.
Actualmente, el 70% de los envases domésticos en Francia se reciclan, y hay creciente interés en sistemas de reúso. Aunque el EPR no resolverá solo la crisis del plástico, Hornain insiste en que es esencial para reducir daños ambientales y gestionar recursos con responsabilidad.
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