El Mallorca desaprovecha una ventaja de dos goles

Una mísera y aturdida multitud de 15,457 espectadores abandonó el Son Moix poco después de las 4:15 del sábado por la tarde, mesándose los cabellos por la incredulidad que les embargaba tras ver cómo el Mallorca despilfarraba una ventaja de dos goles contra el Osasuna, otro equipo enfrascado en la lucha por la permanencia.

Fue un primer tiempo lamentable, una auténtica afrenta al fútbol, con nuestra defensa malgastando la mayor parte del tiempo en pases infinitos entre centrales y laterales, para después retrasar el balón al portero suplente, Lucas Bergström, quien parecía claramente desbordado por la situación y envió el balón fuera del campo en numerosas ocasiones debido a sus despejes sobredimensionados. Cuando se aproximaba el descanso, la hinchada local despertó brevemente al ver que un disparo de Darder rozó el palo. No obstante, el primer tiempo concluyó con un 0-0 y los aficionados albergaban la esperanza de que las cosas solo pudiesen mejorar.

Efectivamente, la situación mejoró para el Mallorca en la segunda mitad y, pasada la hora de juego, Virgili —un auténtico terremoto que la defensa de Osasuna fue incapas de controlar— se escapó en velocidad. Tras un desvío, Boyomo lo sujetó y el árbitro más impopular de España, Gil Manzano, señaló el punto de penalti. Muriqi lo anotó en la escuadra superior derecha y, por fin, se quebró el punto muerto.

Cuatro minutos más tarde, el Mallorca amplió su ventaja. Virgili protagonizó otra carrera en profundidad y le brindó un pase milimétrico a Muriqi, quien se generó su propio espacio y halló la esquina inferior izquierda con un disparo diestro letal, con su característica puntería. Tras aquel gol en el minuto 66, el partido que todos creíamos sentenciado, no lo estaba. El Mallorca demostró una vez más que son unos consumados maestros en transitar de la cumbre del éxito a las simas de la desesperación.

LEAR  Meralco comienza una semana ocupada con una importante victoria sobre Hong Kong.

Lo que debería haber sido un remate tranquilo se convirtió en una experiencia agónica. Los nervios se apoderaron del equipo y el Mallorca encajó dos goles en la fase final del encuentro: el primero a partir de una estrategia de falta trabajada con inteligencia y el segundo en el minuto 92, cuando un rally de fútbol-pinpong en el área desembocó en que Boyomo ejecutase un remate de chilena que estableció el 2-2 definitivo.

Aquel gol provocó un éxodo masivo de aficionados desconsolados. Si el Mallorca hubiese mostrado mayor entereza en los minutos finales, nos habríamos situado a solo dos puntos del octavo puesto; en cambio, ahora nos arriesgamos a adentrarnos en el mes de diciembre inmersos en el triunvirato de descenso junto al Osasuna.

Me pregunto si el Real Mallorca posee la resiliencia mental necesaria para mantenerse en La Liga. A juzgar por la capitulación del sábado en la segunda mitad, no estoy tan seguro. Ahora deben recomponerse de cara al desplazamiento a Soria el martes por la noche, donde se medirán al Numancia de cuarta división en la Copa del Rey. Posteriormente, el viernes viajaremos para enfrentarnos al Oviedo, colista de la categoría. El entrenador Arrasate se enfrenta a graves problemas en lo que a la mentalidad de este equipo se refiere. Necesitamos más jugadores con la fortaleza de Jan Virgili y Vedat Muriqi, ambos excepcionales durante la tarde del sábado.