El hombre que vive en un campo de fútbol « Euro Weekly News

El antiguo estadio todavía conserva débiles vestigios de su pasado. Crédito: Creative Commons

En medio de maleza crecida, estructuras oxidadas y los restos de lo que alguna vez fue un animado centro deportivo, Manuel Alonso ha hecho su hogar. Desde 2012, ha vivido dentro del terreno de fútbol abandonado del Club Can Pastilla, un espacio ahora consumido por la naturaleza y el abandono.

El antiguo estadio todavía conserva débiles vestigios de su pasado: banquillos, focos, la pared perimetral en ruinas y vestuarios desgastados insinúan su vida anterior. Una vez hogar de partidos de fútbol locales, a lo largo de los años también albergó juegos de béisbol y sesiones de tiro con arco. Ahora, es un terreno silencioso y olvidado.

En una esquina del terreno, Manuel ha montado una vivienda improvisada. Vive allí con su hijo de 18 años y un perro grande que cuida su parcela de tierra. “La gente se cuela por la noche”, dice, señalando un agujero en la puerta principal y huecos en la valla que corre junto a la autopista de Llucmajor. Según Manuel, la propiedad pertenece a dos hermanos holandeses, “pero nunca hemos sabido nada de ellos”.

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Su hogar improvisado está en mal estado, su techo visiblemente deteriorado. Esparcidos alrededor de él hay un coche abandonado, muebles rotos e incluso una cuna de bebé. No hay conexión a la red eléctrica ni agua corriente. La electricidad proviene de un generador y el agua se almacena en barriles y lavabos.

Manuel guarda un acuerdo firmado cuidadosamente dentro de su refugio, un documento del ex presidente del ya extinto club de fútbol, Francisco Javier Mesa. El contrato le otorga permiso para vivir en las instalaciones “como un acuerdo gratuito” a cambio del “cuidado, mantenimiento, vigilancia y salvaguardia de los terrenos y las instalaciones”. “Me pidieron que viniera aquí y cuidara el lugar, y eso es lo que he hecho desde entonces”, explica Manuel. Su último trabajo remunerado, dice, fue plantar olivos en Llucmajor. Su hija lo visita diariamente con su nieta.

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En el otro extremo del terreno, los antiguos vestuarios y bar ahora sirven como estacionamiento improvisado para algunos vehículos. Manuel afirma que pertenecen a “las personas que gestionan el campo y nos permiten quedarnos”, reforzando su creencia de que todavía cumple un papel allí.

Pero el estado de abandono del sitio ha generado preocupación entre los residentes locales. Conocen a Manuel. Saben dónde vive. Y saben que no es el único. Cerca de la escuela pública local, se ha establecido un asentamiento informal de personas sin hogar, bloqueando un sendero peatonal y rutas de acceso vecinas. El ambiente ha cambiado, lo que ha llevado a los hogares cercanos a instalar alarmas y aumentar la seguridad.

Y así, el terreno de fútbol de Can Pastilla, una vez un centro de actividad deportiva, permanece en el limbo, atrapado entre el abandono y la ocupación. Y Manuel, con su perro, su familia y su historia, sigue siendo su tranquilo guardián. Observando lo que queda.

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