Para cuando la mayoría de las ciudades europeas aún arrojaban los orinales a la calle, Córdoba estaba revolucionando silenciosamente la vida urbana.
Entre los siglos X y XIII, esta joya andaluza – entonces el corazón palpitante del Califato de Córdoba – fue pionera en un sistema de saneamiento tan refinado, tan integrado sin problemas en la vida cívica, que su sofisticación no sería igualada en Europa hasta otros 700 años.
Ahora, un estudio innovador de los arqueólogos Rafael Blanco-Guzmán y Jesús Atenciano-Crespillo, recientemente publicado en Al-Mas?q: Journal of the Medieval Mediterranean, está arrojando luz sobre lo avanzada que era realmente Córdoba. Basándose en más de 300 excavaciones arqueológicas y manuscritos de la época islámica, la investigación pinta un retrato vívido de una ciudad que colocaba la higiene urbana en el núcleo mismo de su identidad, junto con la belleza, la inteligencia y el orden.
Una ciudad debajo de la ciudad
En el centro de la maravilla sanitaria de Córdoba se encontraba un sistema de alcantarillado extenso y altamente ingenierizado, que se abría paso a través de la antigua Medina como una línea vital invisible. Se cree que fue lanzado bajo el reinado de Abd al-Rahm?n III y ampliado durante la era de Almanzor, la infraestructura era visionaria. Construido con gruesos bloques de sillares, sellados con mortero de cal y rematados con losas de piedra cortadas con precisión, la red transportaba eficientemente las aguas residuales lejos de la ciudad y hacia el río Guadalquivir, todo de manera silenciosa, limpia y subterránea.
El nivel de coordinación sugiere una supervisión centralizada, posiblemente incluso califal, una señal de que la limpieza en Córdoba era más que una virtud personal. Era política.
Diseñando para la dignidad
En el interior de las casas privadas, los retretes y los pozos sépticos se volvieron comunes en el siglo X. A diferencia de muchos de sus homólogos europeos, los residentes de Córdoba disfrutaban de retretes cuidadosamente posicionados cerca de las calles, conectados por tuberías de cerámica que combinaban ingeniería práctica con gracia arquitectónica. Los sistemas de filtración de suelo garantizaban que las aguas subterráneas permanecieran sin contaminar. En los suburbios recién desarrollados, los retretes formaban parte del plan original, una rareza en el mundo medieval, donde el saneamiento a menudo iba a la zaga de la construcción.
En patios compartidos y en recintos familiares, los vecinos colaboraban en la logística de eliminación de residuos, tomando decisiones a menudo de manera comunitaria y guiados por una mezcla de normas legales islámicas y buen sentido pragmático. Los pozos sépticos se ubicaban cuidadosamente, lejos de las fuentes de agua, y con la aprobación de todos los afectados.
La limpieza cívica como un ideal cultural
Las calles de Córdoba no solo parecían limpias, lo estaban. Las regulaciones requerían que los propietarios mantuvieran impecables las áreas frente a sus hogares, mientras que los funcionarios de la ciudad como el mu?tasib (inspector de mercado) y el juez local ejercían una autoridad real para hacer cumplir los estándares de higiene pública. Si los pozos sépticos se volvían molestos o una fuente de agua estaba en riesgo, la ley actuaba rápidamente.
Y aunque el trabajo de limpiar pozos y desagües a menudo recaía en los marginados de la sociedad, no se ignoraba ni se menospreciaba. La ciudad lo pagaba, reconocía su importancia y lo regulaba, un ejemplo temprano de cómo el trabajo esencial era tanto reconocido como institucionalizado.
Legado en piedra (y suelo)
Incluso mucho después de la conquista cristiana en 1236, el sistema de saneamiento de Córdoba continuaba funcionando, un testimonio silencioso y subterráneo de su resistencia. Incluso siglos después, elementos de la infraestructura seguían operativos, asombrando a los arqueólogos por su resistencia y elegancia.
Pero quizás lo más sorprendente sea el legado cultural que dejó atrás. El enfoque de Córdoba hacia la higiene no era solo técnico, era comunitario, legal y profundamente ético. Era una ciudad donde la infraestructura reflejaba la ideología: donde la limpieza física de las calles reflejaba una aspiración social hacia la armonía, el orden y el bien público.
Una maravilla medieval, reconsiderada
Esta nueva investigación reposiciona a Córdoba como una asombrosa excepción en la historia del urbanismo: una ciudad medieval que trató el saneamiento no como una idea secundaria, sino como una expresión esencial del orgullo cívico. Nos recuerda que el progreso no siempre es lineal y que la innovación puede florecer en las eras más inesperadas.
Por lo tanto, la próxima vez que estés tomando vino a la sombra de la Mezquita-Catedral o paseando por las estrechas calles del Barrio Judío, recuerda esto: debajo de tus pies yace una de las primeras grandes hazañas de higiene urbana en Europa – una historia no solo de piedra y alcantarillado, sino de una forma de vida ilustrada.
