Sahil Lavingia ha publicado un diario donde relata su tiempo como miembro de la fuerza profesional Dogle de Elon Musk. Es una lección breve: su etapa en Doge duró solo 55 días, pero aporta nuevos detalles sobre el equipo temporal formado por orden ejecutiva del presidente Trump.
Lavingia es un nombre reconocido en Silicon Valley, desde sus inicios como empleado en Pinterest hasta su rol actual como fundador de Gumroad, una plataforma para que creadores vendan sus productos. También es un conocido inversor ángel.
Se unió a Doge como ingeniero de software para la Unidad de Asuntos de Veteranos (VA) a mediados de marzo, según relata. Lo que más le sorprendió fue descubrir que una agencia con 473,000 empleados tenía normas estrictas sobre despidos, y pronto entendió que no todo en el VA era tan ineficiente como imaginaba. Aunque lamentó que Doge en sí no funcionara como una máquina bien engrasada.
Como voluntario sin salario, su tarea fue identificar contratos “derrochadores” y personas a despedir. Pero le chocó que factores como antigüedad o estatus militar (era el VA, al fin) determinaran quién podía ser desvinculado. El desempeño, en su opinión, quedaba en último lugar.
Comparó el rol de Doge con consultores de McKinsey, aclarando que Doge no decidía: “No teníamos autoridad directa. Las decisiones venían de jefes de agencia designados por Trump, que usaban a Doge como chivo expiatorio para medidas impopulares”.
Esto coincide con lo que Musk declaró al Washington Post, donde llamó a Doge el “azotador de DC”, culpable de cada decisión controvertida.
Lavingia se unió a Doge tras apoyar a Bernie Sanders en 2016, con el sueño de programar soluciones que ayudaran a la gente. Como sus tareas eran breves, trabajó en proyectos personales, como mejorar el chatbot del VA.
Aunque en dos meses hizo “una lista larga” de mejoras, no pudo abordar proyectos mayores, como optimizar trámites de discapacidad para veteranos. “Nunca obtuve aprobación para implementar algo que realmente mejorara vidas y ahorrara dinero”, escribió.
Sin embargo, pudo liberar código de su trabajo, incluyendo herramientas para analizar PDFs internos (buscando términos como DEI o políticas climáticas) y sistemas con LLMs para evaluar contratos.
Criticó la falta de organización en Doge: “No había un repositorio central de conocimiento. Cada ingeniero partía de cero”.
Fue expulsado abruptamente el día 55 tras hablar con Fast Company. “Me echaron sin aviso”, contó. Aunque en esa entrevista admitió que el VA, pese a su burocracia, “funciona”.
“Hay muchas reuniones y pocas decisiones, pero honestamente, es eficiente. Esperaba victorias más fáciles”, dijo. Su experiencia refleja el desafío de modernizar agencias gubernamentales: aunque todos quieren menos gastos, quizás voluntarios de Silicon Valley tratándolo como una startup no sea la solución.
Lavingia no respondió a solicitudes de comentarios adicionales.
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