El fracaso que por fin triunfó: ¿por qué tardó 40 años en despegar ‘Merrily We Roll Along’ de Sondheim?

Como crítico, he cometido suficientes errores como para sentirme bastante satisfecho cuando un veredicto se ve reafirmado. En 1981, escribí con entusiasmo sobre un nuevo musical de Stephen Sondheim, Merrily We Roll Along, que había visto en un ensayo en Nueva York; criticado por los reseñistas y rechazado por el público, cerró solo dos semanas después de su estreno. Sin embargo, en 2023-24, ese mismo musical se presentó durante un año en Broadway, ganó cuatro premios Tony y fue aclamado por la crítica. Por suerte, se grabó una función en vivo de esa producción de Maria Friedman, y les recomiendo que la vean cuando se estrene en los cines el próximo mes.

Digo "el mismo musical", pero eso no es del todo exacto. Basada en una obra de 1934 de George S. Kaufman y Moss Hart, sigue siendo la misma historia, contada en orden cronológico inverso, sobre relaciones que se deshacen: un compositor y productor de cine que adora el éxito, Franklin Shepard, repasa su vida y ve cómo el tiempo ha erosionado tanto su colaboración creativa con un dramaturgo, Charley, como su amistad mutua con una novelista, Mary.

Pero, después del fracaso del espectáculo en 1981, Sondheim y el escritor del libro, George Furth, hicieron varios cambios estructurales. Ya no comienza con una canción estudiantil escrita por Franklin, sino con una fiesta llamativa que celebra su último éxito cinematográfico. El enfoque del casting también cambió. El elenco de 1981 estaba formado por actores jóvenes que empezaban simulando la mediana edad y pasaban naturalmente a la juventud según avanzaba la obra. Ahora es práctica habitual elegir actores maduros, como en la producción de Friedman, donde Jonathan Groff, Daniel Radcliffe y Lindsay Mendez abarcan los años con ajustes mínimos.

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Debo ser sincero y admitir que se me saltaron las lágrimas durante gran parte de la película de Friedman: mis lágrimas fueron provocadas en parte por el peso emocional de la historia y en parte por mi disfrute de la música. La virtud de la narrativa es que tendrá resonancias distintas para cada persona. Como en Betrayal de Pinter, que también usa la cronología inversa, muestra cómo la vida implica inevitablemente compromisos, ajustes y una sensación de pérdida. No muchos de nosotros, como Franklin, pasamos de ser novatos compositores a vendidos al espectáculo, pero todos podemos entender cómo el optimismo idealista de la juventud se ve desgastado por el tiempo. Algunos pueden encontrar un significado más sexual en la historia. Scott F. Stoddart, en un ensayo sobre el Sondheim queer, ve un elemento homoerótico en la amistad de Franklin y Charley, simbolizado por lo que él llama el colapso maníaco de este último en el número Franklin Shepard, Inc., donde se lamenta de ser abandonado por su compañero creativo.

Si cada uno encuentra lo que busca en la historia, todos podemos estar de acuerdo en la habilidad con la que está contada. En su libro Finishing the Hat, Sondheim explica las técnicas que usa. Señala que en la mayoría de los musicales hay una canción y más tarde su reprise. Debido a la estructura inusual de Merrily, el reprise viene primero. Pone el ejemplo de Not a Day Goes By, donde la esposa separada de Franklin, Beth, canta inicialmente "But you’re still part of my life / And you won’t go away" con una furia contenida. Cuando escuchamos la canción por segunda vez, es en realidad una celebración del matrimonio de Beth y Franklin, así como del amor no expresado de Mary por él. Las palabras son casi las mismas, pero adquieren un nuevo significado por el contexto dramático.

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Gusanillos musicales eternos… una escena de Merrily We Roll Along en el Harold Pinter Theatre, Londres, dirigida por Maria Friedman en 2013. Fotografía: Tristram Kenton/The Guardian

Este es un espectáculo donde Sondheim también se venga sutilmente de sus críticos. Hay un momento genial en el que un productor de Broadway les da una lección a los jóvenes Franklin y Charley sobre la necesidad de incluir melodías pegadizas en los musicales, añadiendo: "Ya te avisaré cuando Stravinsky tenga un éxito". La ironía final es que el propio Merrily We Roll Along está lleno de melodías memorables, como Old Friends, Good Thing Going y el tema principal, que para mí han sido gusanillos musicales durante más de 40 años. Siempre me sorprende la acusación de que Sondheim es un gran letrista pero un compositor deficiente, porque, aunque sus canciones siempre surgen de una situación dramática específica, se quedan permanentemente en la memoria.

Si hay una crítica justa contra Merrily, es que su héroe, Franklin, no es simpático. Pero en esta versión, Groff lo interpreta con inteligencia, no como un monstruo egomaníaco, sino como un inocente trágico que navega por la vida siempre eligiendo la opción fácil. Mendez capta perfectamente los anhelos románticos no correspondidos de Mary, pero la actuación más llamativa es la de Radcliffe, quien dota a Charley tanto de una neurosis angustiada como de una creencia apasionada en el poder del arte para mejorar vidas.

Si Merrily logra eso mismo, depende de ustedes decidirlo. Pero la producción de Friedman, basada de cerca en la que hizo en el Menier Chocolate Factory en 2012, es una alegría constante y muestra exactamente por qué un fracaso famoso es ahora un éxito palpable.

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