El cuidado de los mayores y su impacto en las relaciones fraternales: «No me quedaba otra opción»

Cuando Katrina, de 60 años (quien ocultó su apellido por privacidad), se trasladó con su familia a México durante la pandemia de COVID-19, tenía sentido que se hiciera cargo de la atención médica de sus padres ancianos, dado que es enfermera. Su hermana, quien posee un MBA, se ocupaba de los asuntos administrativos. Era la primera vez que toda la familia convivía bajo un mismo techo desde que Katrina cursaba la escuela secundaria. Aquella etapa fue, según sus palabras, un periodo “sumamente desafiante y maravilloso”.

Inicialmente, la distribución de responsabilidades entre las hermanas funcionó adecuadamente. Sin embargo, paulatinamente, Katrina comenzó a percibir lo que ella denomina un “desplazamiento del ámbito de influencia”. En lugar de mantenerse en su propia área de competencia, su hermana empezó a opinar con creciente frecuencia sobre la gestión de los asuntos médicos que Katrina llevaba a cabo.

“Pude observar un lado de mi hermana que no me agrada particularmente”, confiesa Katrina. “Probablemente, ella opine lo mismo respecto a mí”.

El fallecimiento de sus padres poco después supuso “un nivel de estrés superior, sumado al duelo y al agotamiento”, rememora Katrina. Aunque considera que tanto ella como su hermana realizaron una labor excepcional en el cuidado de sus padres, su relación fraternal nunca se recuperó del todo. “Nunca logramos comunicarnos efectivamente y persisten muchos asuntos pendientes”, afirma.

A medida que las generaciones de mayor edad incrementan su esperanza de vida, un número creciente de adultos se encuentra asumiendo el cuidado, parcial o total, de sus padres ancianos. Según datos de 2023 de la Oficina de Estadísticas Laborales de EE. UU., 37.1 millones de personas, lo que equivale aproximadamente al 14% de la población, proporcionan cuidados no remunerados a adultos mayores en los Estados Unidos. En el Reino Unido, según la organización benéfica Age UK, 3.3 millones de adultos con edades comprendidas entre los 40 y 60 años actualmente cuidan o apoyan al menos a uno de sus padres ancianos.

Frecuentemente, los adultos deben coordinar el cuidado de sus padres con sus hermanos, una labor que puede resultar compleja. Veintisiete lectores de The Guardian compartieron sus experiencias sobre el cuidado de padres en colaboración con sus hermanos. Para algunos, como Katrina, las relaciones familiares se fracturaron en el proceso.

Laura Russell, de 60 años, tiene tres hermanos mayores. Al estar soltera y sin hijos, ha asumido la responsabilidad integral del cuidado de sus padres durante años, un compromiso que la ha obligado a modificar sus metas educativas y profesionales. “Mis opciones eran limitadas”, señala Russell al referirse a su situación.

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Dos de sus hermanos no la visitaron en absoluto mientras su madre, enferma de Alzheimer, se encontraba en fase terminal. Desde entonces, ha estado al cuidado de su padre de 84 años en solitario, con quien mantiene una relación compleja.

Sus hermanos, todos residentes en ciudades distintas a la de sus padres, “no estaban dispuestos a alterar sus vidas”, afirma Russell. “Me enfrentaba a la disyuntiva de cuidar de mis padres personalmente o dejar que residieran en un centro de asistencia”.

Russell toma todas las decisiones concernientes al cuidado. Y aunque sus hermanos no cuestionan su criterio, a ella le afecta profundamente no haber recibido un mayor apoyo por su parte.

Otras familias, no obstante, han logrado fortalecer sus vínculos.

Dom Sutton, de 63 años y residente en Oklahoma, afirma sentirse más unido a sus dos hermanos menores desde que iniciaron la gestión conjunta de la atención médica y las finanzas de sus padres. El hermano menor de Dom actúa como contacto principal debido a su proximidad geográfica a sus padres, y, según Dom, “mantiene a la familia informada sobre cualquier incidencia y solicita nuestra ayuda cuando es necesario”.

La manera en que las familias afrontan esta situación depende de su historia compartida y de los mecanismos que han desarrollado para superar adversidades pasadas.

“Cuando surge la necesidad de cuidar a un padre anciano, se reactivan todas las dinámicas familiares pretéritas”, explica la Dra. Yasmine Saad, fundadora de Madison Park Psychological Services.

Saad indica que las familias y los hermanos acuden a su consulta en busca de orientación para manejar las dificultades logísticas del cuidado. No obstante, subraya que, por lo general, los aspectos prácticos constituyen únicamente la superficie del conflicto.

“Suelen solicitar ayuda para distribuir tareas, determinar quién se hará cargo de qué y cómo mejorar la coordinación”, comenta Saad. “Pero rápidamente descubren que la cuestión de fondo gira en torno a quién fue el hijo privilegiado, quién fue percibido como más amado y quién asumió históricamente mayores responsabilidades, sintiendo que los demás no contribuían equitativamente”.

Si bien el cuidado parental puede reavujar viejas heridas, también representa una oportunidad para abordarlas y sanarlas, sostiene Saad.

Sanando heridas del pasado

Tessa H, de 52 años (su apellido se reserva por privacidad), relató que, al cuidar de su padre anciano en su etapa adulta, tomó conciencia de que ya no estaba dispuesta a tolerar su conducta acosadora y de convertirla en chivo expiatorio.

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Confrontar esta dinámica familiar arraigada generó una seria ruptura con su padre, quien se mostró reacio a aceptar sus cuidados.

Su hermano enfrentaba sus propios desafíos de salud. No obstante, Tessa cuenta que, a medida que él se recuperaba y podía asumir un rol más activo, fue testigo de la deteriorada relación entre Tessa y su padre y se ofreció a encargarse de la mayor parte de las tareas de cuidado.

Esta experiencia ha fortalecido el vínculo entre Tessa y su hermano, haciendo que se sienta más apoyada: “Cuando mi hermano me dijo que no debía seguir forzando una relación de cuidado con mi padre, experimenté un profundo alivio y un gran agradecimiento”.

Una estrategia para mitigar conflictos consiste en ser proactivo y mantener conversaciones difíciles desde un inicio. Primero, con los padres, para que expresen sus deseos respecto a su vejez. Pero Saad también recomienda que, cuando los padres comiencen a requerir cuidados, o idealmente antes, los hermanos se reúnan para que cada uno comparta su perspectiva sobre una distribución equitativa de responsabilidades.

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Definiendo la equidad

La concepción de lo que es justo puede variar entre individuos. “Un hermano podría manifestar: ‘No me importa administrar las finanzas, pero necesito que otro se ocupe de los aspectos emocionales’, mientras que otro podría argumentar: ‘Para mí, la equidad implica una distribución uniforme en todos los ámbitos’”, explica Saad.

En tales casos, el diálogo debe centrarse en la resolución de conflictos, señala Saad. Ante las percepciones divergentes y a veces contrapuestas, ¿cómo puede el grupo alcanzar una solución que resulte relativamente equitativa para todos?

Por ejemplo, si un hermano reside cerca de los padres, es común que termine asumiendo la mayor carga del cuidado, lo cual puede conducir al agotamiento y al resentimiento. No obstante, existen formas en que los otros hermanos pueden aliviar esta carga, afirma Crystal Thorpe, mediadora y entrenadora en resolución de conflictos en la firma de mediación familiar para adultos Elder Decisions. Esto se ha simplificado gracias a la posibilidad de gestionar muchos servicios en línea.

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Thorpe menciona que ha observado a familiares residentes en otras localidades brindar apoyo visitando a los padres para ofrecer un respiro al cuidador principal, gestionando entregas de comida, programando citas médicas, administrando facturas y finanzas, y “creando un sitio web familiar privado donde todos puedan compartir información y mantenerse actualizados”.

Lamentablemente, según Saad, las familias que más se beneficiarían de conversaciones sobre equidad son a menudo aquellas que encuentran mayor dificultad en sostenerlas.

“En ciertas familias, las heridas son tan profundas que realmente requieren la asistencia de un psicólogo para facilitar este tipo de diálogo”, afirma Saad. Los mediadores familiares profesionales también pueden ser de gran utilidad, agrega Thorpe.

Preparativos para el futuro

Si las conversaciones de índole emocional no constituyen el fuerte de una familia, aún es posible prevenir disputas futuras organizando la documentación necesaria.

Los documentos esenciales que los padres deben tener preparados para cuando necesiten mayor asistencia son el poder notarial para asuntos legales y financieros, y una directiva médica anticipada donde especifiquen quién desean que tome decisiones médicas en su nombre si ellos se encuentran incapacitados para hacerlo, explica Justine Sennott, abogada principal y directora del departamento de planificación patrimonial en PJI Law.

Con demasiada frecuencia, comenta Sennott, las familias asocian la planificación patrimonial principalmente con la distribución de bienes tras el fallecimiento.

“La realidad es que muchas personas requieren asistencia significativa durante su vida”, puntualiza.

Esta planificación también permite a los padres ejercer mayor control sobre cómo se lleva a cabo su cuidado. “En ocasiones, los padres prefieren que sus hijos no sean los cuidadores principales”, indica Sennott.

Incluso en las familias mejor preparadas, el deterioro en la salud de los padres resulta arduo para todos. Thorpe enfatiza que una clave para que los hermanos logren cuidar exitosamente es no descuidar la relación fraternal más allá de las responsabilidades compartidas.

“Manténganse presentes en la vida de los miembros de su familia”, aconseja. “Muestren interés genuino en sus actividades y dediquen tiempo a escucharlos”.

No olviden expresar respeto y aprecio mutuo de manera regular. Y si la atmósfera se vuelve incómoda o tensa, intenten verbalizarlo.

“El simple hecho de reconocer y nombrar esta tensión puede ayudar a aliviarla en cierta medida”, concluye Thorpe.