El Consejo Mundial de Viajes y Turismo (WTTC) baraja trasladar su sede central de Londres por primera vez en su historia – una decisión que subraya cómo el Brexit continúa reconfigurando el panorama para las organizaciones globales avecindadas en el Reino Unido.
Una reconsideración post-Brexit
El WTTC, que representa al sector privado mundial del turismo, ha confirmado que está sopesando un traslado de su sede londinense a la Europa continental. La junta directiva evalúa actualmente España, Italia y Suiza, manteniendo consultas con el personal con base en Londres.
Su presidente, Manfredi Lefebvre, afirmó que la decisión obedece en parte al entorno post-Brexit del Reino Unido, citando “menores costes operativos, acceso al mercado único de la UE y la flexibilidad para reclutar un talento multilingüe” entre las ventajas de una sede europea.
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El WTTC pronostica que el sector global de viajes y turismo alcanzará los 11,7 billones de dólares estadounidenses (€10 billones) en 2025 – aproximadamente un 10,3% del PIB mundial y 371 millones de empleos. Por lo tanto, la ubicación de su sede conlleva un significado tanto simbólico como estratégico para el sector.
Implicaciones estratégicas para el Reino Unido
De confirmarse, la mudanza supondría una pérdida simbólica para el Reino Unido – antaño considerado un centro neurálgico de la gobernanza y la investigación turística global. El traslado del WTTC podría interpretarse como un indicio de que los organismos internacionales ya no consideran la Gran Bretaña post-Brexit el centro natural del liderazgo industrial.
Los expertos del sector advierten de que el Reino Unido se arriesga a convertirse en un mero destino turístico en lugar de una voz que lo moldee. Con la pérdida del acceso al mercado único, normativas de inmigración más estrictas y marcos regulatorios complejos, el sector turístico británico se enfrenta a vientos de cara crecientes en comparación con sus competidores de la UE.
La Presidenta y CEO del WTTC, Julia Simpson, criticó recientemente la política del gobierno británico, arguyendo que “años de inercia gubernamental están pasando factura,” y que la industria turística del Reino Unido corre el riesgo de “quedarse rezagada respecto a sus competidores globales” sin una inversión y reforma urgentes.
Por què España podría alzarse con la victoria
Entre los candidatos, España parece especialmente bien posicionada para acoger la nueva sede del WTTC. Combina los beneficios de unos menores costes operativos, una sólida infraestructura turística, la pertenencia a la UE y una mano de obra multilingüe.
Como uno de los principales destinos turísticos del mundo – contribuyendo aproximadamente con un 12% del PIB español – el país ofrece ventajas tanto prácticas como simbólicas. Una sede en Madrid o Barcelona otorgaría a la organización proximidad a las instituciones de la UE, acceso a un grupo de talento diverso y la capacidad de mantener fuertes conexiones a través de Europa, África y Oriente Medio.
Un golpe a la reputación turística global del Reino Unido
En abril de 2025, el Consejo acusó al gobierno de “sabotear” su propia industria turística mediante políticas como la eliminación de la compra libre de impuestos y el mantenimiento de altos gravámenes a los viajes.
El WTTC estima que el Reino Unido perdió más de 2.200 millones de libras (€2.500 millones) en gasto potencial de viajeros internacionales en 2024 debido a estas políticas – una señal de que su atractivo como centro global de viajes se está desvaneciendo.
El impulso turístico de Europa
La última Cumbre Global del Consejo, celebrada en Roma – y su próxima cumbre ya programada para Malta en 2026 – son ambos indicadores claros de que Europa continúa dominando el panorama turístico mundial y refuerza su creciente liderazgo.
¿Qué sucede cuando el centro mundial de viajes hace las maletas?
Para las organizaciones internacionales, las decisiones sobre dónde establecerse ahora dependen menos del prestigio histórico y más del acceso regulatorio, la movilidad laboral y la estabilidad económica.
Para el Reino Unido, la perspectiva de perder una institución tan prominente debería servir como una llamada de atención – un recordatorio de que la competitividad depende de la apertura y la previsión política, no de la historia. Para España, representa una oportunidad única para trascender su condición de destino de primer nivel y convertirse en un centro de influencia, investigación y toma de decisiones en el mismísimo corazón del turismo global.