Confianza empresarial británica dividida.
Crédito: PublicDomainPictures, Pixabay
En Dublín, el gobernador del Banco de Inglaterra, Andrew Bailey, subió recientemente al podio con declaraciones claras sobre las secuelas del Brexit. Aunque evitó decir que el Brexit fue un error, no se mordió la lengua al hablar del resacón económico.
“El Brexit ha lastrado el crecimiento y la productividad del Reino Unido”, admitió, abogando por vínculos más estrechos con la UE para suavizar el golpe, especialmente en el ámbito de los servicios financieros.
“Hay mérito en buscar una mayor apertura de nuestros mercados financieros reduciendo barreras no arancelarias”, dijo Bailey. Traducción: menos burocracia, más comercio.
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El jefe del BoE respaldó el nuevo acuerdo de reinicio de Starmer, secundando el impulso de la canciller Rachel Reeves hacia una alineación en industrias maduras como la química. También sugirió ideas para una mayor armonía regulatoria en áreas como fondos del mercado monetario—un guiño discreto a los beneficios compartidos de la cooperación, no la confrontación.
¿Puede el aumento del gasto en defensa impulsar la economía britanica?
La canciller Rachel Reeves apuesta fuerte por las bombas para mejorar las cuentas británicas—prometiendo transformar al Reino Unido en una “superpotencia industrial de defensa” invirtiendo miles de millones en drones locales, armamento con IA y startups tecnológicas.
Con planes de elevar el gasto en defensa al 2,5% del PIB para 2027—y posiblemente al 3% para 2030—Reeves cambia la contabilidad por la fabricación de bombas en un audaz intento de convertir balas en negocios.
Pero mientras Europa coquetea con el “keynesianismo militar”, los críticos advierten que Gran Bretaña podría quedar atrapada en un fuego cruzado fiscal—recortando otras inversiones mientras la mitad de su equipo aún se compra en el extranjero.
¿La recompensa? Si se orienta bien, el gasto en defensa podría impulsar un auge tecnológico con retornos económicos hasta el doble de la inversión. Si no, solo estaremos gastando—mientras las empresas armamentísticas estadounidenses se ríen camino al banco.
División en la confianza empresarial británica: optimismo del IoD choca con advertencias del CBI
Es un cuento de dos pronósticos—y el vaso está medio lleno o tiene una fuga grave, dependiendo de a quién le preguntes. El Institute of Directors (IoD) alza una cautelosa copa por la recuperación, reportando el mayor salto en confianza empresarial desde agosto de 2024, con su índice de optimismo subiendo de -51 a -35 en mayo.
Mientras, la Confederation of British Industry (CBI) lanza la alarma, encontrando “poco signo de animo veraniego” mientras las expectativas en servicios, distribución y manufactura caen a niveles no vistos desde 2022.
Si bien el IoD destaca el aumento en exportaciones, ingresos y expectativas salariales, el CBI advierte que la débil demanda y los crecientes costos laborales alimentan el pesimismo.
Ambos coinciden en los culpables—tensiones geopolíticas, temores cibernéticos y desaceleración global—pero su tono no podría ser más diferente. Uno ve brotes verdes en defensa, energía y lazos con la UE; el otro ve demanda marchita y empresas preparándose para el impacto.
Con la Revisión de Gastos acercándose, todos miran a Westminster para frenar la deriva—o arriesgarse a ver a UK plc estancarse justo cuando comenzaba a repuntar.
Desde las secuelas persistentes del Brexit y el llamado de Bailey por lazos más estrechos con la UE, hasta la apuesta de Reeves por el gasto en defensa y un sector empresarial dividido entre esperanza y duda, la economía británica está en una encrucijada—¿aprovechará Westminster el momento o dejará escapar el momentum?
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