CÁDIAR: EL PUEBLO ALPUJARREÑO DONDE EL VINO MANA DE UNA FUENTE
Arropado en un valle somnoliento entre las montañas de la Alpujarra Granadina, Cádiar se presenta como un conjunto de pintorescas edificaciones blanquecinas donde el aire es puro y la vida transcurre con parsimonia.
En el centro de su plaza mayor se erige una estructura peculiar. Un muro blanco, del que emergen grifos de cobre incrustados en el enlucido, se alza sobre un pretil de piedra en forma de herradura; por encima, exuberantes guías de hiedra se enroscan en la parte superior de una glorieta de madera desprovista de adornos.
Aunque costaría adivinarlo, esta es la fuente del vino de Cádiar – una auténtica fuente de vino. Lamentablemente, permanece inactiva la mayor parte del tiempo; pero durante unos gloriosos días al año, los vecinos se apostan en los grifos y sirven vino gratuito para los miles de visitantes que inundan las calles con motivo de su feria – uno de los festivales vinícolas más populares de Andalucía.
Celebrada anualmente durante un largo fin de semana a principios de octubre, el festival es una fiesta de cuatro días donde la comida se sirve en abundancia y los caños nunca se agotan.
El evento es, técnicamente, una celebración religiosa en honor al Cristo y la Virgen María, que concluye al cuarto día con una misa y procesión; pero los lugareños la denominan cariñosamente feria del vino – la ‘feria del vino’ – y suelen verse congregados alrededor de la fuente durante la inauguración.
En los prolegómenos de la festividad, Cádiar se engalana para recibir a los asistentes con gran fanfarria. Luminarias destellantes adornan las fachadas mientras puestos de feria emergen a lo largo de la calle principal; bares y restaurantes instalan puestos de refresco en la plaza, preparándose para las oleadas de clientes.
Durante el evento, las callejuelas empedradas de Cádiar palpitan con una bulliciosa multitud de juerguistas desde el mediodía hasta la madrugada. Se forman largas colas frente al principal atractivo – la fuente de vino –, serpenteando hasta la iglesia de Santa Ana, una sobria construcción de ladrillo y piedra en el borde de la plaza.
Los asistentes en la cola son recompensados por su paciencia con una copa gratuita de un exquisito vino local – se puede elegir entre tinto, blanco o rosado, y siempre se es bienvenido a repetir.
Alrededor de la fuente, la gente se congrega y socializa mientras un conjunto de cuatro grandes altavoces emite música desde el fondo de la calle principal. Ocasionalmente, alguien se escabulle hacia los bares que bordean la plaza, devora unas tapas y reúne energías para volver por más vino o cerveza.
Más arriba en la calle principal, vendedores ambulantes ofrecen delicias locales y souvenirs desde sus puestos – fruta escarchada, frutos secos tostados, aceite de oliva. Una parada obligada es el turrón de miel de producción local, que tradicionalmente se moldea en grandes bloques cuadrados para luego ser troceado en cubos del tamaño de un bolsillo con martillo y cincel.
Los niños tienen sus propias opciones de entretenimiento, desde una casa encantada con actores en trajes espeluznantes hasta juegos infantiles en abundancia – e incluso algunas pequeñas montañas rusas. Los puestos de premios también abundan, y a menudo se ve a adultos probando suerte en juegos de dardos, derribo de latas y lanzamiento a peceras.
En un claro al final de la calle, una carpa del tamaño de un pequeño estadio se alza sobre los tejados de pizarra de las casas de Cádiar. En su interior hay un escenario – las bandas tocan en vivo aquí casi las veinticuatro horas. Los músicos satisfacen todos los gustos, interpretando algunos de los mayores éxitos españoles junto a una retahíla de clásicos del rock, soul y pop.
Después de la cena, los lugareños se filtran hacia la carpa para bailar y disfrutar de alguna que otra copa más antes de retirarse. Pero hay una última parada que a casi todo el mundo le gusta hacer antes de acostarse – los puestos de churros.
Los churros son espirales de masa frita que se sirven con azúcar y una salsa de chocolate caliente. Un tentempié nocturno por excelencia en España, los churros son bombas calóricas – pero resultan perfectos tras una larga noche de juerga.
La iglesia de Santa Ana
En los períodos de calma del festival, Cádiar es un deleite para explorar – desde sus impecables monumentos hasta sus cautivadoras rutas y paisajes de montaña.
En el centro del casco antiguo de Cádiar se alza la Ermita de San Blas, una impresionante iglesia del siglo XVII con fachada de ladrillo dedicada al santo patrón del pueblo. Subiendo una suave pendiente que se aleja del santuario se encuentra la pintoresca Casa de los Chacón, antigua vivienda de un noble que ahora alberga el ayuntamiento.
Un paseo montañoso de veinte minutos a través de oteros boscosos y arroyos murmurantes culmina en el manantial del agua agria – una fuente de agua ferruginosa que antaño los médicos recetaban como cura para toda clase de dolencias. Un fenómeno natural muy poco común, esta agua de color herrumboso está tan saturada de hierro que grandes extensiones de tierra en las áreas circundantes han adquirido un tono naranja vibrante.
Finalmente, más arriba en la montaña, el mirador de Cádiar ofrece una vista pasmosa sobre los verdes valles de la Alpujarra. El paisaje aquí es único, con peñas escarpadas irrumpiendo en el cielo desde un mar de verde y oro.
En definitiva, Cádiar tiene mucho que ofrecer. El festival del vino, que este año tendra lugar del 4 al 7 de octubre, ofrece una visión de la cultura andaluza en su estado más auténtico. Si anhelabas experimentar una fiesta española genuina, este podría ser el lugar indicado.
