El cometa interestelar 3I/ATLAS continúa desconcertando a los científicos con su extraña aceleración.
Crédito: Wikipedia – International Gemini Observatory
El cometa interestelar 3I/ATLAS, sobre el cual ya hemos informado aquí en Euro Weekly News, acapara nuevamente los titulares, y en esta ocasión por algo aún más insólito.
Un cambio reciente e inesperado en su trayectoria ha sumido a la comunidad científica en la perplejidad, reavivando el debate sobre si estamos ante un fenómeno cósmico perfectamente natural… o ante algo mucho más misterioso.
Un vagabundo cósmico con un comportamiento extraño
Nuevas observaciones procedentes del conjunto de radiotelescopios ALMA, en Chile, han revelado que 3I/ATLAS no se encuentra exactamente donde la física predecía que debería estar. Es decir, no está siguiendo la pulcra y predecible curva que se esperaría bajo la influencia exclusiva de la gravedad.
Por el contrario, parece estar experimentando lo que los expertos denominan “aceleración no gravitatoria”: una fuerza sutil pero medible que lo está desviando de su trayectoria prevista, particularmente notable durante su máximo acercamiento al Sol.
Ahora bien, antes de que uno imagine motores de nave alienígena, la explicación más plausible sigue siendo natural. Cuando los cometas se aproximan al Sol, suelen liberar gas y polvo, generando un minúsculo impulso, similar a un jet cósmico.
Pero hay un inconveniente. Si eso es lo que está sucediendo aquí, los científicos deberían observar una enorme nube de vapor y debris a su alrededor. Hasta la fecha, nada semejante ha sido detectado.
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Durante los próximos meses –entre noviembre de 2025 y enero de 2026– telescopios como el Hubble, el James Webb y la Red Internacional de Alerta de Asteroides realizarán un seguimiento minucioso. Si la esperada nube no hace acto de presencia, la situación podría volverse realmente fascinante.
Ecos de un misterio pasado: ¿recuerdan a ‘Oumuamua?
No es la primera vez que algo así ocurre.
En 2017, el primer visitante interestelar conocido, 1I/‘Oumuamua, desconcertó a los científicos exactamente de la misma manera. También pareció acelerar ligeramente sin mostrar signo visible alguno de gas o polvo, un comportamiento que dejó a los expertos completamente perplejos.
A diferencia de un cometa normal, ‘Oumuamua carecía de cola visible, de estela de polvo, de cualquier elemento que explicase por qué aceleraba. Algunos llegaron a denominarlo, en tono jocoso, “cometa oscuro”, aunque la idea de un cometa sin cola es equiparable a una fogata sin humo.
Ahora, 3I/ATLAS parece estar siguiendo sus pasos.
Su aceleración, estimada en aproximadamente 0,02 milésimas de metro por segundo al cuadrado, sugiere que perdió una cantidad ingente de masa en un lapso de tiempo muy breve –posiblemente en torno a 5.500 millones de toneladas de material.
Y, sin embargo, por extraño que parezca, antes de octubre de este año, ni siquiera el potentísimo Telescopio James Webb detectó dicha actividad, a pesar de registrar una pérdida de masa constante de unos 150 kilogramos por segundo.
La ciencia, dividida: ¿fenómeno natural o algo distinto?
No hay consenso sobre lo que está sucediendo.
Para algunos astrónomos, el movimiento anómalo de 3I/ATLAS es solo otro ejemplo de comportamiento cometario que aún no comprendemos en su totalidad. Pero otros –entre ellos el astrofísico de Harvard Avi Loeb– consideran que quizás sea el momento de, al menos, sopesar una posibilidad diferente.
Loeb, quien generó controversia años atrás al sugerir que ‘Oumuamua podría ser de origen tecnológico, afirma que este nuevo objeto merece el mismo escrutinio.
“Si para diciembre no observamos la pronosticada nube de gas”, declaró Loeb, “entonces deberemos considerar la posibilidad de una fuente de propulsión artificial.”
Esa observación ha reavivado un debate ya conocido –especialmente después de que el físico británico Brian Cox desestimase la idea de plano, insistiendo en que el comportamiento del objeto es puramente natural.
Loeb réplicó, señalando que Cox no ha publicado ningún estudio científico al respecto, mientras que él mismo ha escrito más de una docena de artículos revisados por pares sobre sus anomalías.
“Para mí, la ciencia no se decide por aplausos ni carisma televisivo”, afirmó. “Se decide mediante un análisis riguroso de los datos. Y los datos, en este caso, no se ajustan del todo a nuestras explicaciones habituales.”
Según Loeb, los hechos son simples pero impactantes: 3I/ATLAS es inusualmente brillante, más azul que el Sol, y parece moverse de una forma que la gravedad por sí sola no puede explicar.
Una pregunta que trasciende la ciencia
Entonces, ¿qué es exactamente lo que está impulsando a 3I/ATLAS?
¿Se trata simplemente de hielo y gas reaccionando a la luz solar de una manera que no hemos modelado completamente? ¿O es algo más extraño –quizás incluso de naturaleza artificial?
Por ahora, la respuesta sigue siendo esquiva. Pero una cosa es segura: este misterioso visitante de más allá de nuestro sistema solar nos está obligando a contemplar el universo con una mirada renovada.
Como bien expresó Loeb, la cuestión no es si 3I/ATLAS es una nave espacial. La verdadera pregunta es: ¿por qué se mueve como si algo lo estuviera empujando?
Puede que la explicación resulte ser perfectamente ordinaria. Pero si no es así, podríamos estar presenciando algo verdaderamente extraordinario: un instante callado, casi imperceptible, en la historia en el que comprendimos que quizás no estamos tan solos como creíamos.
Una minúscula desviación, de apenas unos segundos de arco, que podría llegar a cambiar algún día nuestra percepción del lugar que ocupamos en el cosmos.
