Edward Burtynsky: "Mis fotografías son como tests de Rorschach" | Fotografía

Edward Burtynsky: capturando la huella industrial del mundo

Pocos fotógrafos han hecho más que Edward Burtynsky para dar forma a nuestra visión de la producción industrial a gran escala, una parte constante y en expansión del sistema capitalista. Desde los años 80, ha creado más de una docena de series, abordando industrias extractivas como la minería y el refinado de petróleo en India, China y Azerbaiyán, viajando a lugares tan dispares como Australia Occidental, el desierto de Atacama en Chile y los llamados "cementerios de barcos" en Bangladesh.

Sus fotos, tomadas desde gran altura, muestran paisajes industriales con un ojo sofisticado para el color y el patrón, recordando al expresionismo abstracto, pero también nos enfrentan a las devastadoras transformaciones del mundo natural necesarias para mantener nuestro estilo de vida.

Su nueva exposición en el International Center of Photography en Nueva York, titulada The Great Acceleration, reúne unas 70 fotos de toda su carrera. Ofrece un repaso magistral de su trayectoria y presenta el mural fotográfico más grande que ha hecho hasta ahora.

Burtynsky comenzó su relación con la fotografía a los 12 años, cuando tuvo su primera cámara. De niño, pasaba horas pintando con su padre, que soñaba con ser artista pero terminó trabajando en fábricas. Tras aprender a dibujar y pintar al óleo, la facilidad de la fotografía fue una revelación: "Me di cuenta de que en una fracción de segundo podía crear un paisaje—¡pum, ahí estaba! Me encantaba lo rápido y moderno que era, y el cuarto oscuro, viendo aparecer la imagen", dijo.

Su conexión con el mundo industrial, tema central de su obra, viene de su juventud. Formado como fabricante de herramientas, trabajó en fábricas y vio lo sucias, ruidosas y peligrosas que eran. "A los 18 años, al ver la escala de la industria, entendí que si seguíamos creciendo como se proyectaba, todo esto solo iba a aumentar, volviéndose más grande y loco", explicó.

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Abandonando ese mundo, estudió artes gráficas y, animado por un profesor, decidió formarse en fotografía. Fue una revelación: "De repente, me expuse a la historia del arte, la música y la fotografía". En la escuela, descubrió a figuras como Eadweard Muybridge, Carleton Watkins y Jackson Pollock, desarrollando su visión única.

"Me gustaba la pintura de campos, la compresión del espacio y los colores del expresionismo abstracto. Empecé a hacer paisajes, pero dije: ‘No voy a ir al bosque a hacer clichés. Voy a intentar hacer Jackson Pollocks con una cámara de gran formato’", contó.

Su enfoque pictórico dota a su obra de una belleza innegable, algo que a veces incomoda a los críticos. Fotos como las de un enorme pozo escalonado en Rajastán o la mina Chino en Nuevo México son hipnóticas por su complejidad y uso del color. Burtynsky defiende que su belleza genera curiosidad y diálogo: "No busco solo mostrar destrucción, sino encontrar un lenguaje visual que invite a la reflexión", afirmó.

Sus imágenes no son didácticas, sino enigmáticas. Aunque es difícil ver fotos de basureros de neumáticos o montañas perforadas por la minería sin sentir culpa, su obra va más allá del simple mensaje ecologista. "Mis fotos son como tests de Rorschach—cada uno ve algo distinto: degradación ambiental, arte, tecnología… Así aprendo de los demás", dijo.

The Great Acceleration también muestra facetas menos conocidas de Burtynsky, como fotos de su etapa estudiantil y retratos inéditos de trabajadores en paisajes industriales: "Era mi forma de reconocer a las personas en su entorno".

Aunque duda que el arte pueda cambiar políticas, cree en su poder para concienciar: "Los artistas somos poder blando—contamos historias. No influimos en políticas, pero sí podemos despertar conciencias".

Fotografía: Charles Roussel / Daniel Terna