El impresionante auge del anime: de nicho a fenómeno global
Puede que un drama animado con hordas de demonios carnívoros no suene como el típico éxito de taquilla, pero eso es exactamente lo que demostró ser Demon Slayer: Kimetsu no Yaiba Infinity Castle en septiembre.
La película batió récords para el anime –películas y series de animación japonesa–, recaudando más de 70 millones de dólares en su primer fin de semana en Estados Unidos y unos 535 millones de libras a nivel global hasta ahora. Para ponerlo en contexto, Ghost in the Shell, un clásico del anime estrenado en 1995, hizo aproximadamente 2 millones de libras en todo el mundo.
En ese periodo de 30 años, el anime ha pasado de ser un fenómeno underground a un salvavidas durante una de las peores caídas de taquilla otoñales que se recuerdan. Entonces, ¿cómo llegamos aquí?
Mitchel Berger, vicepresidente ejecutivo y jefe de distribución teatral en Crunchyroll –el servicio especializado en streaming de anime–, se sorprendió gratamente por la manía de Demon Slayer.
Él dice que una de las claves de su éxito ha sido la lenta construcción de una base de fans mundial para franquicias como Demon Slayer, que también tiene una serie de televisión y ya había logrado un éxito en taquilla con la película de 2020 Demon Slayer: Mugen Train (esa vez, los demonios intentaban comerse a los pasajeros de un tren).
"Llevamos los últimos ocho años construyendo esta comunidad de fans", dice Berger. "Después de la pandemia, esa comunidad no ha dejado de crecer".
Crunchyroll, propiedad de Sony y co-distribuidora de Demon Slayer con su matriz, superó los 17 millones de suscriptores este año y tiene 50.000 horas de anime en su servicio.
El anime surgió por primera vez en Japón durante los años 50, pero su momento de ruptura mundial llegó en 1988 con Akira, la historia distópica de un Tokio futurista arrasado por pandillas de moteros. Su influencia se ve claramente en todo, desde el cyberpunk hasta Stranger Things, e inauguró una marca de animación más adulta y oscura.
Demon Slayer representa al anime colándose en Hollywood y estableciendo la animación japonesa como un recurso potencialmente valioso en una era donde las franquicias son el rey. La mayoría, pero no todas, las series de anime comienzan su vida como manga, cómics japoneses que pueden tener años de historia previa. Otras provienen de videojuegos.
Esto proporciona un campo fértil para los estudios que quieren expandir las historias a franquicias del tamaño de Marvel. Y no solo es el público del cine el que se está sumando al anime. La directora de Nomadland, Chloé Zhao, creció leyendo manga en China y ha creado Kodansha Studios para convertir manga en proyectos de acción real.
Su nuevo alcance globalizado significa que el anime puede materializarse en lugares inesperados. Atletas olímpicos, luchadores de UFC, futbolistas de la Premier League y estrellas del rugby han hecho referencias a series de anime en sus celebraciones –mientras que algunos han descrito esta forma de arte como "una lengua franca para los jóvenes de todo el planeta".
"Es parte de la identidad de los jóvenes, es cómo se expresan", dice Patrick Macias, un escritor especializado en anime que vive en Tokio. "Creo que eso es realmente lo que impulsa este auge del anime, no solo en EE.UU., sino a nivel mundial".
Macias también atribuye el aumento del interés por esta forma de arte al "Oshikatsu", un fenómeno que comenzó en Japón pero que fue impulsado por el K-pop coreano, donde el fanatismo devoto es la norma. "No solo vas al cine", dice. "Compras todos los productos, tomas fotos de todo lo que compraste y lo compartes con tus amigos".
El gobierno japonés está apostando fuerte por el anime. Es una parte clave de su plan "Cool Japan", una iniciativa de poder blando con la que espera impulsar su economía aprovechando el fandom más dedicado para impulsar el turismo cultural.
Los líderes del país, al frente de una economía letárgica, esperan que la estrategia genere 50 billones de yenes anuales para 2033 –alrededor del 8% del PIB de Japón–. Esto marca un cambio radical en el enfoque de un país que tradicionalmente ha protegido su cultura. "El mercado nacional fue lo suficientemente grande aquí durante mucho tiempo", dice Macias. "Era una idea tardía difundir esta cultura globalmente".
Corea del Sur ya ha pasado por este proceso y ha visto los beneficios de abrirse a un público global: BTS, el grupo de K-pop más grande del país, contribuyó con casi 3 mil millones de libras anuales a su economía en 2020. "El K-pop mostró cómo es una versión moderna de abrir las fronteras para dejar que esta cultura se esparza con más libertad", dice Macias.
La otra plataforma que tiene un papel enorme en el mundo del anime es Netflix. Berger no comenta sobre el posible acuerdo de Warner Bros con Netflix, pero pase lo que pase después de la batalla entre los CEOs de los medios, es probable que Netflix siga siendo el principal competidor de Crunchyroll. El servicio de streaming dice que el número de suscriptores que ven anime en su plataforma se ha triplicado en los últimos cinco años, y actualmente dobla los últimos estrenos a 33 idiomas para satisfacer la demanda global.
La segunda y tercera parte de Demon Slayer también están en producción –aunque no estarán disponibles hasta 2027 y 2029. Antes, la segunda temporada de la adaptación de acción real de One Piece de Netflix se estrenará en marzo de 2026, justo después de la tercera temporada de Record of Ragnarok, donde humanos –incluido Nikola Tesla– luchan contra dioses en una batalla por la "supervivencia de la humanidad".
Las historias son épicas, pero los beneficios económicos del aparentemente imparable ascenso del anime también lo son.