¿Gran final? Por favor, seamos realistas; no hay ninguna razón por la cual esta serie de disparates, parloteos y tonterías tan surrealistamente entretenidas no pueda continuar para siempre, como la gira de despedida de Frank Sinatra o la fabricación de galletas shortbread en las Tierras Altas de Escocia. Las dos películas anteriores de Downton ya tuvieron un mensaje sentimental de último adiós que no impidió que saliera otra más de la línea de producción. Podríamos hacer la próxima película *Downton Abbey: El Final Real* y la siguiente *Downton Abbey: El Final Imperial*.
La penúltima película terminó con una toma aérea y fúnebre de la abadía al atardecer, y la siguiente se subtituló “Una Nueva Era”. Pero esta, al parecer, nos ha llevado de vuelta al final mismo de la vieja era, invitándonos a desmayarnos lealmente ante la desaparición de algo especial y, al mismo tiempo, a quitarnos el sombrero ante el don de los sangre azul para sobrevivir con despreocupación. Hay algo divertidamente escandaloso en la locura a pura broma de la secuencia inicial de esta nueva película; casi podría contar como una secuencia de sueño dadaísta. No creo que la serie de televisión o las películas hayan tenido algo tan extraño y burlón.
La escena es el Londres de 1930 y Lady Mary (Michelle Dockery) está en una gran ocasión social con sus padres, el Conde de Grantham (Hugh Bonneville) y la Condesa de Grantham (Elizabeth McGovern), cuando el rumor recorre a la compañía reunida de que – ¡sorpresa! – Lady Mary es técnicamente una mujer divorciada y por lo tanto tiene que ser expulsada de la fiesta antes de que lleguen los royals. La conmoción de que Lady Mary esté divorciada se presenta con una seriedad impecable, como si fuera la noticia de una bomba terrorista. Julian Fellowes, por supuesto, está bromeando con nosotros, y aun así no puedes evitar sonreír. Fellowes también recicla descaradamente una idea de su guión de 2001 para Gosford Park, dirigida por Robert Altman; en esa película hizo que Ivor Novello apareciera como invitado, ahora es Noël Coward (Arty Froushan), cuya presencia célebre en Downton convence a toda la nobleza local de aceptar el estado de divorciada de Lady Mary.
La vida en Downton es tan llena de acontecimientos como siempre, con Lord G reflexionando sobre si aceptar que Lady Mary le suceda como señora de la casa y retirarse graciousmente con su esposa a la “Casa de la Viuda” que ocupaba su difunta madre. Un retrato bastante espantoso al estilo de Hammer horror de la difunta Maggie Smith ahora domina el edificio. El hermano americano tímido de Lady Grantham, Harold (Paul Giamatti), viene a quedarse con su asesor financiero Gus Sambrook (Alessandro Nivola); este último le echa el ojo a Lady Mary. Y abajo, en el piso de servicio, la ama de llaves Elsie Hughes (Phyllis Logan) calma los nervios prematrimoniales de la Sra. Patmore (Lesley Nicol), asegurándole que las responsabilidades conyugales son de hecho “¡muy divertidas!” (La película debería recibir una calificación de 18 solo por esta línea).
La película es muy tonta y siempre entretenida a su manera extraña, con esas tomas excéntricamente enfatizadas de personajes agradeciéndose mutuamente por su consideración. La próxima película de Downton Abbey seguramente tendrá que hacer que estos personajes absorvan el ascenso del fascismo y las nubes de tormenta de la guerra. Promete ser un espectáculo divertido.
*Downton Abbey: El Gran Final* sale el 11 de septiembre en Australia, y el 12 de septiembre en el Reino Unido y Estados Unidos.
