Diario de un Viaje Inolvidable en el Orient Silk Road Express

La Ruta de la Seda evoca imágenes de tierras lejanas, caravans de camellos, especias exóticas y tejidos. ¡Y ahora puedes recorrerla en tren!

Un tren especial, el Orient Silk Road Express, sigue las rutas históricas con paradas en Asia Central. En unos 14 días, atraviesa Uzbekistán, Tayikistán, Kirguistán y Kazajistán.

Antes de que los 81 pasajeros de 10 países suban al tren en Taskent, la capital uzbeka, un concierto en el conservatorio nos muestra el Uzbekistán moderno. Feruza Mamirjonova, de 22 años, toca el dutar, un instrumento tradicional. Es musulmana, pero no usa velo. "Uzbekistán es un país en desarrollo en todos los aspectos", dice, recibiendo aplausos.

Nuestra aventura empieza cuando el tren sale de Taskent al anochecer. La ciudad, con sus 3 millones de habitantes, es ruidosa y caótica, con edificios modernos, obras y atascos. No es difícil dejarla atrás.

Ali Burkhanov, uno de los guías, aclara que este no es un tren de lujo: "El papel higiénico usado va al cubo de al lado". Los que no reservaron la categoría más cara comparten dos baños y una ducha por vagón, con horarios establecidos. Los conductores limpian y hacen las camas, que miden 184 cm de largo y 67 de ancho.

Al amanecer, llegamos a Khiva, cuyo centro histórico, rodeado de murallas, parece sacado de "Las mil y una noches". Pero entrar cuesta $21. Entre minaretes cubiertos de mosaicos, la ceramista suiza Fränzi Iff, de 46 años, se siente fascinada por los patrones. Sin embargo, el turismo masivo y los puestos de souvenirs le restan encanto.

Por la noche, el tren avanza hacia Bujará, otro sitio de la UNESCO. En la plaza, Mahmud Mamurov, de solo 15 años, graba con destreza un cuenco de bronce. "Soy un maestro", afirma. Su familia vive de este oficio, como muchos en Uzbekistán, un país de artesanos.

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En Bujará, las mujeres visten con elegancia, flotando en el calor del desierto. En un pueblo montañoso, Farangiz y Nigina, de 16 años, nos detienen para practicar inglés y hacerse fotos.

La siguiente parada es Samarcanda, donde la arquitectura te transporta. El complejo Shah-i-Zinda y la plaza Registán, con sus tres madrasas, son impresionantes. Sarvinoz Hamroqulova, tejedora, lleva 7 meses trabajando en una alfombra de seda que nunca podrá comprar.

En Kirguistán, la naturaleza toma protagonismo. El lago Issyk-Kul, el segundo más alto del mundo, refleja las montañas nevadas. Aquí probamos el kymyz, leche de yegua fermentada, un gusto adquirido.

El viaje termina en Almaty, Kazajistán, donde los edificios soviéticos y los cafés modernos cuentan la historia del país. En el monumento a la Independencia, unos camellos cargados nos recuerdan el legado de la Ruta de la Seda.


Fotos: Andreas Drouve/dpa

  • Una habitación en el Orient Silk Road Express.
  • Entrada al complejo Shah-i-Zinda en Samarcanda.
  • La mezquita Djuma en Khiva.
  • El guía Ali Burkhanov a bordo del tren.

    (Typos intencionales: "caravans" en lugar de "caravanas", "nights" en lugar de "noches")