El viernes 15 de agosto, la FDA aprobó Wegovy (semaglutida) como la primera terapia GLP-1 para el tratamiento de la esteatohepatitis metabólica (MASH), un momento pivotal en la lucha contra la enfermedad hepática esteatótica. Supone un avance tras años de desarrollo que podría transformar la atención a millones de estadounidenses que padecen esta enfermedad silenciosa, progresiva y mortal.
Sin embargo, la aprobación es solo el comienzo. Ahora llega la parte más complicada: identificar a los pacientes adecuados, detectar la enfermedad de forma temprana y monitorizar los resultados para que este prometedor tratamiento sea efectivo a gran escala.
Nos encontramos al borde de una nueva era en la salud hepática. La cuestión es si nuestro sistema sanitario está preparado para afrontar este momento.
La amenaza silenciosa de la MASH
La MASH, una forma más grave de la enfermedad del hígado graso metabólico (MASLD), afecta aproximadamente a 1 de cada 20 adultos — no obstante, 9 de cada 10 personas que la padecen permanecen sin diagnóstico. Las etapas iniciales suelen ser asintomáticas, por lo que la mayoría de los pacientes desconocen que tienen la enfermedad hasta que ya se ha producido un daño hepático significativo.
Si no se trata, la MASH puede conducir a cirrosis, insuficiencia hepática y mortalidad relacionada con el hígado. Sin embargo, su impacto no se limita al hígado. La enfermedad hepática esteatótica duplica el riesgo de infarto o ictus y triplica el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2.
Aunque Wegovy no es el primer fármaco aprobado para tratar la MASH, sí es la primera terapia GLP-1 que obtiene esta indicación, un hito especialmente importante dadas sus amplios beneficios en el manejo de la enfermedad metabólica. Aún así, una terapia solo es tan impactante como nuestra capacidad para identificar a los pacientes que la necesitan.
La salud hepática es salud metabólica
Durante décadas, la enfermedad hepática ha estado encapsulada como un problema exclusivo de la hepatología. Pero esa visión está desactualizada. El hígado no es solo un daño colateral en la enfermedad metabólica; es un motor activo de la misma.
El hígado es uno de los primeros órganos en mostrar signos de disfunción, pero lo hace en silencio. La grasa hepática y los primeros signos de daño pueden desarrollarse antes de que los pacientes muestren síntomas metabólicos evidentes; incluso aquellos con un índice de masa corporal (IMC) normal pueden estar en una trayectoria hacia una enfermedad más grave.
Sin embargo, muchos clínicos priorizan la A1C, la presión arterial y los perfiles lipídicos, pasando por alto por completo la salud hepática. Esta desconexión ya no es sostenible.
No podemos tratar lo que no diagnosticamos
Las herramientas de evaluación hepática en las que los clínicos han confiado tradicionalmente —análisis de sangre como ALT y AST, y ecografías— simplemente no son suficientes. Hasta un 80% de los pacientes con MASLD y casi un 60% con MASH presentarán niveles normales de ALT. Las ecografías convencionales pasan por alto casi el 40% de los casos leves, especialmente en pacientes con un IMC más bajo o menos factores de riesgo metabólicos.
Por ello, son cruciales herramientas de diagnóstico no invasivas, precisas y escalables. Estas tecnologías point-of-care son rápidas, indoloras y precisas, permitiendo a los clínicos evaluar la grasa y la fibrosis hepática en tiempo real —sin necesidad de derivación a un hepatólogo—.
Este tipo de detección temprana puede cambiar toda la trayectoria de la atención. Permite a los médicos de atención primaria, endocrinólogos, gastroenterólogos y otros proveedores detectar problemas antes de que se conviertan en crisis y ofrece a los pacientes una visión clara y motivadora de su salud.
La identificación temprana y las herramientas de evaluación hepática no invasiva también respaldan intervenciones personalizadas. Los clínicos pueden ajustar los planes de cuidado, introducir un GLP-1 u otra terapia, y monitorear la salud hepática a lo largo del tiempo para comprender si los cambios están teniendo el efecto deseado.
Es hora de llevar la salud hepática al frente de batalla
La aprobación de Wegovy para MASH es más que un hito regulatorio; es una llamada de atención sobre cómo manejamos la salud metabólica. La enfermedad hepática debe convertirse en parte de las conversaciones rutinarias de salud metabólica, no algo que se deriva a un especialista tras la aparición de síntomas notorios.
Esto implica:
- Convertir la salud hepática en una preocupación de primera línea en la atención cardiometabólica.
- Normalizar las evaluaciones hepáticas no invasivas en pacientes con factores de riesgo metabólico.
- Educar a los proveedores y pacientes sobre el vínculo entre la enfermedad hepática esteatótica y los riesgos cardiovasculares y de diabetes tipo 2.
- Invertir en herramientas escalables y rentables que proporcionen datos instantáneos y accionables en el punto de atención.
El camino a seguir no es complicado, pero sí requiere compromiso. Tenemos las herramientas. Tenemos la evidencia. Y ahora, tenemos la primera de una prometedora nueva clase de terapias, que ofrece una oportunidad real para cambiar la trayectoria de esta enfermedad – si podemos llevarla a las personas que más la necesitan.
Un nuevo estándar para la atención metabólica
No se trata solo de enfermedad hepática. Se trata de transformar cómo pensamos sobre el riesgo metabólico en su conjunto. Con la nueva indicación de Wegovy, hemos dado un paso significativo hacia mejores resultados para los pacientes con MASH. Ahora, demos el siguiente paso haciendo de la salud hepática una parte rutinaria del manejo de la salud metabólica.
Foto: eranicle, Getty Images
Jon Gingrich es el CEO de Echosens North America, una empresa de alta tecnología que ofrece la familia de productos FibroScan® para examinaciones no invasivas, rápidas e indoloras que evalúan de forma precisa y proactiva la salud hepática.
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