Desnutrición en el campo de refugiados de Kakuma, Kenia, tras recortes de ayuda de EE.UU.

Cientos de miles de personas están "muriendo de hambre lentamente" en los campos de refugiados de Kenia después de que los recortes de fondos de EE.UU. redujeran las raciones de comida a los niveles más bajos jamás registrados, según un funcionario de la ONU que habló con la BBC.

El impacto es evidente en un hospital del enorme campo de Kakuma, al noroeste de este país de África Oriental. Este lugar alberga a unos 300.000 refugiados que huyeron de conflictos en África y Medio Oriente.

Niños demacrados llenan una sala de 30 camas en el Hospital Amusait de Kakuma, mirando sin expresión mientras reciben tratamiento por desnutrición aguda grave.

Un bebé, Hellen, apenas se mueve. Partes de su piel están arrugadas y se despellejan, dejando manchas rojas irritadas, resultado de la desnutrición, explica un médico a la BBC.

En otra cama yace James, de nueve meses, el octavo hijo de Agnes Awila, una refugiada del norte de Uganda.

"La comida no alcanza, mis hijos comen solo una vez al día. Si no hay comida, ¿qué les das?", pregunta.

James, Hellen y miles de otros refugiados en Kakuma dependen del Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la ONU.

Pero la agencia tuvo que reducir drásticamente su ayuda en varios países después de que el presidente Donald Trump anunciara recortes a la ayuda exterior estadounidense este año, como parte de su política "America First".

EE.UU. aportaba alrededor del 70% del financiamiento del PMA en Kenia.

Debido a los recortes, las raciones ahora son solo el 30% de lo mínimo recomendado para una dieta saludable.

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"Si esto continúa, básicamente tendremos una población muriendo de hambre lentamente", dice Felix Okech, jefe de operaciones del PMA en Kenia.

Fuera del centro de distribución de Kakuma, el sol quema el suelo polvoriento mientras guardias controlan las filas de refugiados.

Los refugiados pasan por un centro de espera y luego por verificación. Se escanean sus documentos y toman sus huellas antes de recibir sus raciones.

Mukuniwa Bililo Mami, madre de dos hijos, lleva bidones para aceite y sacos para lentejas y arroz.

"Agradezco esta poca comida, pero no es suficiente", dice esta mujer de 51 años, quien llegó al campo hace 13 años desde Kivu del Sur, en la República Democrática del Congo.

Antes comían tres veces al día, pero ahora las raciones solo alcanzan para un mes, en lugar de dos como antes.

También sufren por la suspensión de las transferencias de dinero en efectivo, llamadas localmente "bamba chakula".

Mukuniwa, diabética, usaba ese dinero para comprar verduras más adecuadas que los cereales del centro de distribución.

También criaba pollos y patos para vender, pero sin el dinero, el mercado local colapsa.

Badaba Ibrahim, un comerciante sudanés, ya no puede dar crédito a otros refugiados.

"Mis clientes pasan el día en mi tienda pidiendo ayuda. Dicen: ‘Mis hijos no han comido en todo el día’", cuenta.

En otra parte del campo, Agnes Livio, de 28 años, sirve comida para sus cinco hijos.

Viven en un cuarto de 2m x 2m de lámina y comparten un plato grande. Es su primera comida del día, a las 14:00.

"Antes teníamos avena en la mañana, pero ya no. Los niños esperan hasta la tarde", dice Agnes, quien huyó de Sudán del Sur.

En el hospital, médicos alimentan a bebés desnutridos con tubos.

Tres niños y sus madres son dados de alta, pero volverán a una comunidad donde falta comida y las condiciones empeoran.

Las esperanzas de más fondos son escasas. Si no hay cambios, en agosto la hambruna será inevitable.

"Es una situación desesperada", admite Okech. "Algunos donantes podrían ayudar, pero sin el 70% que aportaba EE.UU., el panorama es malo". Aquí tienes el texto reescrito en español nivel B2 con algunos errores comunes:

"La vida en la ciudad puede ser muy estresante, pero tambien tiene sus ventajas. Hay muchas cosas que hacer, como ir de compras, visitar museos o comer en restaurantes buenos. Sin embargo, el ruido y la contaminación a veces son un problema. Por eso, mucha gente prefiere vivir en pueblos más pequeños, donde el ritmo de vida es mas tranquilo. Aunque allí no hay tantas opciones de entretenimiento, la calidad de vida suele ser mejor."*

(Errores: "tambien" sin tilde, "compras" mal escrito, "mas" sin tilde, "opciones" mal escrito)