En medio de una creciente crisis por sobredosis, la atención se ha centrado en las disparidades raciales y étnicas en el acceso al tratamiento asistido por medicamentos (TAM), como la buprenorfina. La mayoría de los estudios existentes se han enfocado en las diferencias entre pacientes negros e hispanos; en cambio, las comunidades asiático-americanas, nativas de Hawái e isleñas del Pacífico (AANHPI) siguen siendo poco investigadas y frecuentemente ignoradas debido a barreras sistémicas y estereotipos. Un estudio de Chhabra et al. analizó aproximadamente 1.1 millón de visitas a urgencias relacionadas con opioides en EE.UU., revelando disparidades en la prescripción de buprenorfina según raza, sexo y factores clínicos. Lo más notable es que los pacientes asiático-americanos (AA) y nativos de Hawái/isleños del Pacífico (NHPI) tenían menor probabilidad de recibir buprenorfina en comparación con pacientes blancos, con razones de probabilidad ajustadas de 0.85 (IC 95%: 0.79–0.91) y 0.79 (IC 95%: 0.71–0.89), respectivamente. Este hallazgo contribuye significativamente al entendimiento del acceso racializado al TAM, especialmente mediante datos desagregados por etnia y subtipos de casos en la investigación sobre trastorno por uso de opioides (TUO).
Contextualizar estas disparidades dentro de marcos sociopolíticos y culturales más amplios es clave para impulsar cambios efectivos. A pesar del aumento en las tasas de sobredosis, las comunidades AANHPI están infrarrepresentadas en el discurso nacional sobre trastornos por uso de sustancias (TUS). Esta omisión refleja la influencia persistente del mito de la "minoría modelo", un estereotipo que presenta a las personas AANHPI como uniformemente exitosas y ajenas a desafíos sociales y de salud, incluyendo la adicción. Esta narrativa oculta riesgos graves, como el TUS, e ignora el aumento de muertes por sobredosis en estas comunidades. Entre 2018 y 2022, las muertes por sobredosis aumentaron a 17.5 por cada 100,000 en NHPI y 5.9 en asiático-americanos; la metanfetamina fue la principal causa entre NHPI (11.4 vs. 2.0 por 100,000). Sin embargo, los sistemas nacionales de vigilancia suelen categorizar a las comunidades AANHPI como de bajo riesgo, y aunque conjuntos de datos como la Encuesta Nacional sobre el Uso de Drogas y la Salud y el Conjunto de Datos de Episodios de Tratamiento separan datos de asiático-americanos y NHPI, rara vez los desglosan por subgrupos étnicos, limitando la visibilidad de las disparidades internas en el acceso al tratamiento.
Estos desafíos reflejan experiencias moldeadas por el idioma, la cultura y la confianza en el sistema de salud. Las comunidades AANHPI enfrentan barreras multifacéticas para acceder a TAM que van más allá de lo clínico. Sistemas como la NSDUH solo se realizan en inglés y español, excluyendo a personas con dominio limitado del inglés, especialmente adultos mayores e inmigrantes AANHPI. Además, el estigma cultural en torno al consumo de sustancias, asociado a la vergüenza y el fracaso moral, desalienta la búsqueda de tratamiento. El miedo relacionado con la inmigración, la falta de proveedores étnicamente concordantes y la percepción de servicios culturalmente inapropiados reducen aún más la participación. Se estima que el 60% de los NHPI que necesitaban tratamiento lo evitaron o retrasaron.
Para traducir evidencia en equidad, las intervenciones deben ser accesibles, aceptables y culturalmente adaptadas. Esto implica implementar programas culturalmente sensibles en urgencias y atención primaria. Los sistemas de salud deben priorizar intérpretes y navegadores pares de comunidades AANHPI. Por ejemplo, el estudio piloto AWARE demostró la eficacia de terapias grupales culturalmente adaptadas para mujeres asiático-americanas, abordando trauma intergeneracional y racismo. Estas iniciativas alinean con las prioridades del HHS, como ofrecer atención culturalmente competente y reducir inequidades mediante participación comunitaria.
Persisten brechas críticas en la investigación sobre TUO en poblaciones AANHPI. Futuros estudios deben analizar interseccionalidades, como etnicidad, estatus migratorio y generación, para captar su diversidad. Las políticas deben integrar servicios de interpretación y métricas de equidad en programas de TUS, ampliando el alcance para AANHPI. Es crucial desafiar el estereotipo de la minoría modelo, que invisibiliza necesidades y limita recursos.
La crisis de sobredosis exige marcos clínicos que prioricen equidad y diversidad. Clínicos, investigadores y líderes comunitarios deben colaborar para expandir acceso a modelos de atención culturalmente adaptados. Solo así las comunidades AANHPI dejarán de ser invisibles en los datos y pasarán a ser centrales en el futuro de la atención equitativa.
Crédito foto: Andrii Shyp, Getty Images
Imeth Illamperuma es estudiante de Kinesiología en la Universidad McMaster, con experiencia en investigación en salud pública y políticas de adicciones. Fundador de SHIELD y The Naloxone Project, promueve enfoques basados en evidencia para la equidad en salud.
Suhanee Mitragotri estudia Neurociencia en Harvard y es cofundadora de una iniciativa educativa sobre naloxona. Ha publicado en The Lancet y Health Affairs sobre reducción de daños y política de drogas.
David T. Zhu es candidato a MD/PhD en Virginia Commonwealth University, enfocado en trastornos por uso de sustancias y determinantes sociales de la salud. Su trabajo ha sido reconocido por múltiples instituciones.
Este artículo forma parte del programa MedCity Influencers. Descubre cómo publicar tu perspectiva.
