Se necesita mucho talento para crear algo tan único como Girls. Lena Dunham, que entonces tenía 26 años, creó, protagonizó y produjo la serie. También dirigió con frecuencia y escribió o coescribió 41 de los 62 episodios, que fueron increíblemente crudos, realistas (las escenas de sexo de Girls rompieron con casi todas las convenciones televisivas), brutalmente divertidos y a veces simplemente brutales, emitidos entre 2012 y 2017. El guión ingenioso y los personajes sublimes lograron algo casi imposible: hacer que la historia de cuatro jóvenes privilegiadas y egocéntricas, cometiendo errores sexuales, profesionales y anticonceptivos en Nueva York, fuera fascinante, graciosa y significativa. Como dijo Hannah Horvath, el personaje de Dunham: quizá no era la voz de su generación, pero definitivamente era una voz de su generación.
Desde entonces, el trabajo de esta mujer, a quien la palabra "prodigio" le quedaba corta, ha sido decepcionante. Su tan esperado primer libro no tuvo ni la mitad del humor o la profundidad que Girls demostró que ella podía lograr, aunque algunos fragmentos generaron polémica. Lo mismo pasó con sus comentarios (mal aconsejados o intencionalmente malinterpretados) sobre el movimiento #MeToo y otros temas polémicos. Su adaptación estadounidense de Camping, de Julia Davis, perdió el genio oscuro del original, y su versión del libro infantil Catherine Called Birdy fue inofensiva pero olvidable.
Pero ahora, por fin, Dunham (con ayuda de su esposo, el músico indie Luis Felber) presenta un proyecto nuevo: la serie Too Much. Sigue a Jessica (Megan Stalter, de Hacks), una treintañera que huye a Londres tras una ruptura dolorosa. Obsecionada con su ex, Zev (Michael Zegen), y con la influencer por la que la dejó (Emily Ratajkowski), graba mensajes emocionales como terapia personal (spoiler: terminan filtrándose). En Londres, conoce a Felix (Will Sharpe), un músico indie paciente y relajado, todo lo contrario a Zev.
Hay un chiste forzado en el primer episodio sobre la diferencia entre la Inglaterra aristocrática que Jessica imaginaba y el piso pequeño donde termina. Es una advertencia: bajen sus expectativas. Tras una escena incómoda en un baño de pub británico (claramente basada en experiencias reales de Dunham), la trama se vuelve predecible. Jessica quema su camisón, va al hospital, Felix la rescata con flores. Hay flashbacks de su relación tóxica con Zev y citas fallidas, pero todo cae en clichés (como "el asco" que arruina relaciones). En un momento, Felix incluso le dice: "¡Eres tan viva!" (¡No "demasiado", solo viva!).
Hay algunos diálogos buenos ("Quiero mejorar el mundo para los hijos que no quiero y quizá nunca esté lista para tener") y momentos perspicaces (Jessica viendo shows sobre vidas más caóticas que la suya para dormir), pero Too Much no es suficiente viniendo de cualquiera. De Dunham, es demasiado poco.
Too Much ya está en Netflix.
