A pesar de afectar a hasta un 70% de las personas alérgicas al polen, el síndrome de alergia alimentaria asociado a pólenes (PFAS, por sus siglas en inglés) es una condición poco reconocida. El trastorno está causado por la reactividad cruzada, un fenómeno por el cual el organismo de los pacientes identifica proteínas de una sustancia, como el polen, como similares a las proteínas presentes en otra, como ciertos alimentos. Los pacientes con alergia a proteínas del polen pueden reaccionar al encontrar una proteína de forma comparable, conocida como alérgeno de Clase 2, en un alimento. Estas proteínas se desnaturalizan con el calor o durante la digestión, por lo que pueden provocar picor o hinchazón en la boca, rostro, labios, lengua y garganta justo después de ingerir alimentos vegetales como frutas, hortalizas, frutos secos y legumbres – una reacción denominada PFAS.
Diagnosticar el PFAS puede ser complejo, pero establecer un historial sintomático detallado junto con pruebas de IgE específica en sangre puede ofrecer una visión más completa de los desencadenantes y sensibilidades alérgicas del paciente, ayudando a los clínicos a desarrollar recomendaciones de tratamiento precisas y personalizadas y, en última instancia, mejorar la calidad de vida de sus pacientes.
Comprendiendo el PFAS y su omnipresencia
Aunque las cifras de prevalencia varían, el PFAS no es infrecuente. Se estima que más del 60% de las alergias alimentarias son reacciones cruzadas entre alimentos y alérgenos inhalados. Hasta un 20% de los niños y hasta un 58% de los adultos padecerán esta condición, y las alergias a distintos pólenes pueden dar lugar a diferentes reactividades cruzadas. Por ejemplo, los pacientes con alergia al polen de abedul pueden reaccionar al comer alimentos como melocotones, manzanas, cacahuetes, avellanas, soja o apio, mientras que aquellos con alergia a pólenes de gramíneas y malezas pueden experimentar una reacción al consumir melones, naranjas, tomates, pepinos, plátanos y ciertas especias. La prevalencia del PFAS también varía geográficamente, ya que los distintos tipos de polen, distribuidos en áreas específicas, desencadenan la condición.
Ciertas familias de plantas poseen proteínas de forma similar que causan reactividad cruzada, por lo que es fundamental entender si los pacientes están sensibilizados a ciertos pólenes. Cuando un paciente es alérgico al polen y presenta síntomas respiratorios, hay proteínas concretas que causan los síntomas frente a las cuales desarrollan anticuerpos. Al exponerse a esos alérgenos específicos en ciertos alimentos vegetales, estas proteínas de forma análoga hacen que el cuerpo del paciente las reconozca como similares al alérgeno del polen. Esto desencadena una reacción, pero como el alérgeno se ingiere en lugar de inhalarse, la reacción se asemeja más a los síntomas de una alergia alimentaria que a los respiratorios.
Las proteínas responsables del síndrome de alergia alimentaria asociado a pólenes son típicamente proteínas lábiles, lo que significa que son sensibles al calor y a la digestión y normalmente se desnaturalizan ya sea por la digestión en el intestino, el cocinado, o al pelar la capa exterior del alimento, ya que algunos alérgenos se concentran en la piel.
Los síntomas del PFAS suelen ser leves, pero, aunque es poco común, pueden ocurrir reacciones sistémicas cuando los pacientes superan la capacidad de su organismo para desnaturalizar la proteína. Se han descrito estas reacciones, que pueden incluir náuseas, malestar abdominal, diarrea, rinitis, dificultad para respirar, erupción cutánea, urticaria-angioedema, hipotensión y anafilaxia, en un 2-10% de los casos. Independientemente de si un paciente experimenta síntomas menores o reacciones sistémicas graves, el diagnóstico precoz y preciso sigue siendo la piedra angular del manejo efectivo y la prevención de reacciones alérgicas.
La importancia de la historia clínica en el diagnóstico del PFAS
Cuando los pacientes presentan síntomas aislados orofaríngeos y del tracto gastrointestinal superior tras consumir alimentos vegetales, se presenta una excelente oportunidad para una evaluación alérgica completa, comenzando con la prueba más importante: una historia clínica centrada en la alergia. Si están presentes síntomas de alergia respiratoria estacional, entonces un perfil exhaustivo de sensibilización a alérgenos respiratorios específico para la geografía del paciente ayudará a confirmar alergias al polen y a otros alérgenos ambientales, e informará un plan de manejo personalizado que incluya terapéutica adecuada y estrategias de mitigación ambiental para reducir la exposición a los aeroalérgenos identificados. La evaluación de las sospechas de alergia alimentaria debe completarse con pruebas de sensibilización de IgE específica dirigidas a los alérgenos sospechosos identificados en la historia clínica del paciente. Si está disponible, debería seleccionarse una prueba que incluya la reflexión automática a los componentes alergénicos de ese alimento para ofrecer la información más integral sobre los posibles desencadenantes proteicos a los que el paciente pudiera estar sensibilizado. Esta información puede ayudar a identificar la alergia primaria, la reactividad cruzada e incluso el riesgo potencial de reacciones sistémicas.
Para los pacientes, obtener un diagnóstico correcto, ya sea de alergia alimentaria, alergia al polen o ambas, conduce a un asesoramiento sobre el manejo mejor fundamentado. Esto puede ir desde la reducción de la exposición ambiental a los aeroalérgenos identificados hasta consejos específicos que pueden incluir pelar y/o cocinar frutas y hortalizas antes de su consumo, ser cauteloso con la ingesta de ciertos alimentos durante las épocas de máxima polinación o evitar algunos alimentos por completo. Las pruebas diagnósticas de sensibilización a los alérgenos sospechosos permiten a los clínicos ofrecer estrategias preventivas y personalizadas para que los pacientes minimicen los síntomas y eviten situaciones de alto riesgo.
Determinar la causa raíz de las alergias para llevar una vida más saludable
Dado que hasta un 80% de los pacientes alérgicos lo son a más de una cosa y los alérgenos son aditivos, es crítico comprender a qué alérgenos está sensibilizado el paciente y cuáles están contribuyendo a su umbral acumulativo. Aunque puedan tener PFAS, también podrían tener una o más alergias alimentarias primarias, por lo que una evaluación exhaustiva es importante para ayudarles a abordar sus síntomas desde un punto de vista de medicina preventiva.
Priorizar un diagnóstico alérgico temprano y preciso puede ayudar a los pacientes a evitar exposiciones innecesarias a alérgenos y abordar sus síntomas de forma proactiva. En el caso del PFAS, adoptar el enfoque diagnóstico adecuado desplaza la gestión de la alergia de reactiva a proactiva, garantizando una mejor atención, reduciendo la exposición a alérgenos y mejorando la calidad de vida de los pacientes.
Foto: fcafotodigital, Getty Images
Gary Falcetano, PA, es el Gerente de Asuntos Científicos para Alergia en ImmunoDiagnostics de Thermo Fisher Scientific en Estados Unidos. Es un auxiliar médico titulado con más de 25 años de experiencia diversa en medicina de emergencias y catástrofes, atención primaria, y alergología e imunología.
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