El cuidado pediátrico está al borde de la crisis. Más de la mitad de los pediatras reportan agotamiento y casi la mitad considera abandonar la práctica clínica en los próximos cinco años. Quienes se quedan enfrentan presiones crecientes: desde cargas administrativas por equipos más reducidos hasta el resurgir de brotes como el sarampión, además de gestionar atención compleja para 1 de cada 3 niños con condiciones crónicas. Millones de familias dependen de un sistema sanitario al límite. La pregunta es: ¿podemos hacer algo más que solo prepararnos para el impacto?
He dedicado mi carrera a construir grupos nacionales de atención médica —expandiendo consultorios ambulatorios a cientos de clínicas, con miles de profesionales ayudando a millones diariamente. No solo veo la crisis en el trabajo; la siento en mi hogar. Hace poco más de un año, mi hija fue diagnosticada con un trastorno autoinmune, y su cuidado se convirtió en el enfoque principal de mi familia. Aún con acceso a atención excepcional, nos vimos navegando un laberinto de especialistas —cada uno evaluando su condición de forma aislada, a menudo sin historiales compartidos o comunicación coordinada. La tarea de conectar los puntos y cerrar brechas recayó en nosotros, revelando lo fragmentado que está el sistema —y lo agotador y confuso que resulta para familias y clínicos.
Lo que he aprendido, tanto profesional como personalmente, es esto: no hay una única causa del agotamiento pediátrico. Es una red de problemas interconectados que se retroalimentan. Si queremos apoyar a los pediatras y a los niños que cuidan, debemos dejar de tratar síntomas y abordar las causas raíz.
Rastreando las fuentes del agotamiento
Las largas horas de cargas administrativas: Los pediatras invierten demasiado tiempo en tareas manuales y burocráticas, como documentación en historiales electrónicos (EHR), facturación y requisitos de seguros. Tres cuartas partes reportan que los EHR son una carga significativa, y muchos llevan trabajo a casa para mantenerse al día, restándole tiempo a los pacientes y a sus propias familias.
La presión financiera de reembolsos reducidos: Los pediatras ganan menos que otros especialistas en EE.UU., y los pagos insuficientes disminuyen sus ingresos mientras el trabajo aumenta. Muchos enfrentan el peso emocional de atender pacientes mientras gestionan consultas con márgenes mínimos. Esto empeora porque casi la mitad de los niños en EE.UU. están cubiertos por Medicaid, cuyos programas —a menudo subfinanciados— ejercen más presión sobre los reembolsos.
La creciente escasez: Más médicos en formación eligen otras especialidades debido a los bajos salarios, dejando una fuerza laboral más exigida. Cuando los clínicos absorben mayor volumen de pacientes, listas de espera y consultas urgentes sin apoyo adicional, el agotamiento se dispara. Se proyecta un déficit de unos 13,000 pediatras para 2037, lo que aumentará la carga para los que queden.
La falta de coordinación: Los pediatras suplen las fallas de un sistema fragmentado, donde la comunicación ineficiente entre disciplinas añade fricción y sobrecarga cognitiva. Ya sea persiguiendo consultas o integrando información contradictoria, las barreras más comunes son la falta de coordinación entre especialistas. Cuando esta falla, la responsabilidad recae en las familias, que deben asegurar que no se pierda información y se tomen los pasos correctos, haciendo momentos estresantes aún más abrumadores.
Impactos profundos del agotamiento pediátrico
El agotamiento no es solo un problema laboral; erosiona el bienestar. Muchos clínicos se sienten emocionalmente agotados, infravalorados y aislados. Cuando quienes cuidan a niños están mentalmente exhaustos, es más difícil brindar la empatía, energía y atención que requiere una atención de calidad.
Si los pediatras corren entre citas, lidian con trámites y están sobrecargados, la atención se resiente. Los niños esperan más por diagnósticos, los padres se van con preguntas sin responder y ocurren errores. El agotamiento duplica el riesgo para la seguridad del paciente, y en pediatría —donde la intervención temprana puede definir la vida de un niño—, un retraso o error tiene consecuencias duraderas.
Además, alimenta la fragmentación del cuidado pediátrico. Cuando un niño requiere múltiples especialistas y la comunicación entre ellos es lenta o nula, el pediatra termina siendo el coordinador de facto. Pero sin tiempo o apoyo para ese rol, incluso la mejor atención puede volverse caótica. Las familias juntan información asumiendo el papel de coordinadores, mientras los pediatras cargan con el estrés de sostener un sistema que no está diseñado para ayudarlos.
Soluciones para un futuro más fuerte
Para abordar el agotamiento, necesitamos soluciones que ataquen las causas raíz —lo que exige repensar cómo se brinda la atención. Modelos nuevos, cargas de trabajo sostenibles e incentivos para entrar en pediatría son clave, pero la integración intencional de tecnología transformará lo posible. Empezando por reducir cargas administrativas y fomentar colaboración entre especialidades, hasta usar IA para resumir historiales médicos y destacar investigaciones relevantes, mejorando la preparación clínica.
Si vamos más allá de parches y ofrecemos soluciones escalables, los clínicos podrán lograr un equilibrio sostenible y reavivar su vocación: brindar cuidado excepcional que mejore la vida de los niños.
Las consecuencias no pueden ser mayores. A medida que más pediatras dejan el campo, los que quedan no pueden seguir así. No es solo un problema a corto plazo; es una crisis generacional. Cuando los niños no reciben atención temprana, problemas menores se vuelven complejos y costosos. Condiciones crónicas sin manejo, problemas conductuales sin tratar, salas de emergencia como último recurso. El resultado es un sistema más caro y menos efectivo —y generaciones de niños que merecen más.
En mis más de 15 años en el sector, no he conocido un grupo más entregado y altruista que los pediatras. No eligieron esta especialidad por dinero o prestigio, sino por amor a los niños. Como sociedad, es hora de cuidar a quienes dedican su vida a cuidar a los nuestros.
Foto: Suriyapong Thongsawang, Getty Images
Danish Qureshi es fundador y CEO de Zarminali Pediatrics, un grupo pionero de multiespecialidades pediátricas que redefine la atención coordinada a nivel nacional. Antes, fue cofundador y COO de LifeStance Health, liderando operaciones y crecimiento en salud conductual. También ha trabajado en Accelecare Wound Centers y Nautic Partners, y comenzó su carrera en Bain & Company.
