Israel ha intentado llevar a cabo su campaña de destrucción en Gaza y su gente tras puertas cerradas. Más de 170 periodistas palestinos han muerto hasta ahora, y no se permite la entrada de reporteros o cámaras externas.
Los efectos de esta política de ocultamiento —que The Guardian logró romper esta semana con una impactante foto aérea que llegó a la portada— son asegurar que el mundo exterior solo vea los horrores de Gaza en fragmentos pequeños y ahogar la empatía hacia quienes están atrapados al esconderlos, oscureciendo su humanidad. Pero un nuevo documental, Pon tu alma en tu mano y camina, busca abrir una ventana al sufrimiento indescriptible dentro de Gaza.
El filme se centra en la vida de una joven palestina llamada Fatma Hassouna, conocida como Fatem por sus cercanos. Tiene 24 años cuando la conocemos, con una sonrisa amplia y un entusiasmo por la vida que atrapa desde su primera aparición, unos minutos después de empezar la película.
Vemos la vida de Hassouna a través de la pantalla del teléfono de la directora, Sepideh Farsi, y gran parte del documental consiste en las conversaciones entre ambas mujeres, quienes desarrollan un vínculo cada vez más fuerte durante un año.
Farsi conoce bien el conflicto y la opresión. Nacida en Irán, era adolescente durante la guerra Irán-Irak en los años 80. A los 16, fue encarcelada por el régimen de la República Islámica y, dos años después, se fue para siempre, estableciéndose en Francia. Estaba de gira con su película La Sirena, una animación sobre la guerra Irán-Irak, cuando estalló el conflicto en Gaza en octubre de 2023. Al ver cómo aumentaban las muertes de civiles, no pudo quedarse al margen, observando debates infinitos que no detenían la masacre.
"El denominador común era que nunca estaba la voz palestina", dice Farsi. "Teniamos diferentes puntos de vista: el americano, el europeo, el egipcio, el israelí, pero nunca el palestino. Empezó a molestarme mucho, y llegó un punto en que no pude soportarlo más."
En la primavera pasada, voló a El Cairo con la idea de encontrar alguna manera de cruzar la frontera de Gaza para filmar la guerra de primera mano. Pronto se dio cuenta de que era una misión ingenua e inutil, así que comenzó a grabar a refugiados gazatíes en Egipto. Uno de ellos le sugirió que, si quería hablar con alguien dentro, podía ponerla en contacto con su amiga Fatma, del barrio al-Tuffah en la ciudad de Gaza.
La primera vez que vemos a Hassouna es como Farsi la conoció: en la pequeña pantalla del teléfono, apareciendo con su hijab verde, anteojos grandes y su amplia sonrisa blanca. Desde el principio, se deleitan mutuamente con su presencia.
"Desde la primera llamada, sentí que era alguien muy especial, como si algo hiciera clic entre nosotras de inmediato", dice Farsi. "En cuanto nos conectábamos, yo sonreía o reía, y ella hacia lo mismo en su lado."
No había garantía de que se llevaran bien. Farsi es mucho mayor, con una hija de la edad de Hassouna, y es una mujer cosmopolita y sofisticada que ha viajado por el mundo, mientras Hassouna siempre estuvo confinada a Gaza. Hassouna es devota, y Farsi es profundamente escéptica de cualquier discurso religioso, desafiando a su nueva amiga sobre qué clase de dios permitiría tanto sufrimiento.
Sin embargo, mucho más las une, de formas difíciles de definir. "Tenía esta energía, algo brillante. Era solar", dice Farsi. "Ese es el adjetivo que le queda. Su sonrisa natural. Había una fascinación mutua, sororidad, compañerismo… una mezcla de todo, y nos alegrábamos en cuanto nos conectabamos."
Farsi convierte su teléfono en un portal donde Hassouna relata su historia y la tragedia de Gaza. Habla de su familia y presenta a sus hermanos tímidos. Ya era fotógrafa y poeta cuando se conocieron, y Farsi la guía para convertirse en cineasta, enviándole videos de la destrucción a su alrededor.
Hassouna tiene un talento natural impresionante. Sus fotos capturan el esfuerzo diario de sus vecinos por sobrevivir entre los escombros, y su uso del lenguaje —en sus poemas y conversaciones— es igual de evocador. El título de la película viene de su descripción de lo que es salir a la calle: "Cada segundo que sales, pones tu alma en tus manos y caminas."
En otra conversación, tratando de entender lo que pasa, Hassouna pregunta: "Vivimos una vida muy simple, y nos quieren quitar incluso eso. ¿Por qué? Tengo 24 años y no tengo nada de lo que quiero. Porque cada vez que alcanzas algo, hay un muro. Ellos ponen un muro."
La película no tendría que funcionar. Es deliberadamente rudimentaria, grabada en su mayoría con un teléfono apuntando a otro. A veces la imagen de Hassouna se congela por problemas de conexión. Pero estos fallos nos atrapan y nos hacen sentir la precariedad de su vínculo.
"Por eso decidí mantener la baja resolución y no usar una cámara profesional", explica Farsi. "Quería que fuera técnicamente muy simple, para reflejar los problemas de conexión con ella, la disparidad entre nuestras vidas."
La dulzura de su relación se torna amarga por la constante amenaza de muerte que rodea a Hassouna. De vez en cuando, reporta la muerte de familiares o vecinos, cuyas casas destruidas señala desde su ventana. Parece que la oscuridad lucha directamente contra su sonrisa y su optimismo instintivo.
A fin de la película, Farsi llama a Hassouna para darle la buena noticia de que el documental fue selecionado en Cannes. Hablan emocionadas de la posibilidad de que Hassouna obtenga un visado francés para salir de Gaza temporalmente. Mientras conversan, Hassouna le envía una foto de su pasaporte.
Eso fue el 14 de abril de este año. Al día siguiente, un martes, Farsi no pudo comunicarse con Gaza para actualizarla sobre los preparativos. "Dije: ‘Bueno, lo haremos el miércolo", recuerda. "El miércoles, estaba trabajando en la película cuando de repente vi una foto. Abrí la notificación y era ella, con un mensaje diciendo que había muerto. No lo creía. Empecé a llamarla desesperadamente, luego a un amigo en común, quien lo confirmó."
En medio de la noche, dos misiles lanzados por un dron israelí atravezaron el techo de su edificio. Uno explotó en el apartamento de su familia, el otro justo abajo. Fatma Hassouna murió, junto a sus tres hermanos y dos hermanas. Su padre falleció después por las heridas, dejando a su madre, Lubna, como única sobreviviente.
El grupo Forensic Architecture investigó el ataque y lo declaró un blanco dirigido contra Hassouna por su trabajo como periodista y testigo. Farsi no duda: "Fue un objetivo del ejército israelí. Dos misiles lanzados por un dron en su casa. Significa que sabían dónde vivía, planearon el ataque para atravesar tres pisos y explotar en el segundo. Todo para eliminar a alguien que solo hacía fotos."
"Todavía no lo creo", dice Farsi desde Bogotá, donde lleva la película como legado de Hassouna. "Han pasado tres meses, y sigue siendo increíble. Para mí, ella está en algún lugar, y creo que algún día la volveré a ver."
En sus conversaciones, Hassouna hablaba de todos los lugares del mundo que soñaba conocer, pero siempre insistía en volver a Gaza. Poco antes de morir, le dijo a Farsi: "Tengo la idea de que debo seguir, debo documentar todo, ser parte de esta historia, ¡ser yo!"
Imaginaba transmitir sus experiencias a sus hijos, pero ahora quedaron capturadas para el público cinematográfico, preservando su personalidad única entre los más de 60.000 muertos.
Pon tu alma en tu mano y camina estrena en cines del Reino Unido e Irlanda el 22 de agosto. Entradas en soulonyourhand.film.
