Dead Man’s Wire de Gus Van Sant: Un thriller surrealista de crímenes reales

Con tremendo descaro, un estilo oscuro y cómico, y una frialdad cruel, el guionista Austin Kolodney y el director Gus Van Sant han creado un thriller de suspense basado en hechos reales situado en los 70, que captura el espíritu de las películas de Sidney Lumet ‘Tarde de perros’ y ‘Network’. Además, sirve como recordatorio de que en esa época, después de Kennedy y Watergate, pasaron muchas cosas locas y febriles que hoy se atribuirían directamente a las redes sociales.

En 1977, un hombre de negocios de Indianápolis llamado Tony Kiritsis, que conocía a mucha gente en la policía, secuestró a un agente hipotecario llamado Richard Hall. Le ató al cuello un “alambre del hombre muerto” conectado a una escopeta, que se dispararía si la policía intentaba matarlo. Kiritsis incluso paseó a su víctima así en la televisión mientras leía sus demandas, un espectáculo grotesco en el que las cadenas de TV fueron cómplices. La recreación de Van Sant de este momento extraordinario recuerda al asesinato de Lee Harvey Oswald por Jack Ruby delante de la policía y la prensa.

Kiritsis había pedido un préstamo para comprar un terreno donde quería construir un centro comercial, pero se atrasó con los pagos y se convenció –quizás con razón– de que Hall y su padre, que también era agente hipotecario, le estaban manipulando y explotando con planes secretos para quitarle su tierra. Bill Skarsgård, tan tenso y con los ojos salidos como un personaje de Los Simpson, interpreta al paranoico y furioso Kiritsis; Dacre Montgomery es el infeliz Hall, prisionero en el apartamento con el lazo de alambre en su garganta y el cañón de la escopeta apretado contra su cuello durante 72 horas seguidas. Al Pacino tiene un cameo divertidísimo con esa voz de “caballero sureño” que usa ahora, como el padre arrogante de Hall que se niega a darle a Kiritsis la disculpa que quiere por teléfono y hasta se burla de su hijo por tener “síndrome de Estocolmo”. Myha’la (de la serie ‘Industry’) interpreta a la reportera de televisión Linda Page, decidida a no perder su exclusiva, y Colman Domingo tiene un papel muy entretenido como el tranquilo locutor de radio Fred Temple, basado en la estrella de radio real de Indianápolis Fred Heckman, a quien Kiritsis llamó para transmitir sus quejas al aire.

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Lo extraordinario de este drama es que, contado de otra manera, el horrible calvario de Hall –que sin duda lo fue– sería material para algo profundamente impactante. Pero la salud mental de Hall y lo que probablemente sería un TEPT de por vida reciben poca atención aquí, imitando a los medios y los tribunales de la época, que estaban obsesionados con si Kiritsis estaba loco y si por lo tanto podía alegar insanidad. (En contraste, el otro gran caso de secuestro de la época en EE.UU., el de Jack Teich en 1974, fue el tema de la novela ‘Long Island Compromise’ de Taffy Brodesser-Akner, que exploró la idea del TEPT generacional que afectó hasta a los hijos de la víctima.)

Las interpretaciones de Pacino, Domingo y Myha’la complican la maldad psicópata del asunto y crean algo surrealista, extraño y a menudo gracioso: una muestra de, no exactamente crueldad, sino de una astuta senseción profesional de que la lástima y el miedo eran emociones que solo beneficiaban al secuestrador. Es una película fascinante con actuaciones excelentes.

‘Dead Man’s Wire’ se proyectó en el Festival de Cine de Venecia.