En los últimos años, Superman se ha convertido en algo así como un hombre en ninguna parte, una irrelevancia con capa. Es como si todos los superhéroes del universo cinematográfico de Marvel se burlaran de él en su grupo de Slack.
Sin embargo, durante décadas fue un ícono de popularidad, surcando los cielos con los puños en alto, la mandíbula firme como un campeón de la justicia. En la llamada era del siglo estadounidense, encarnó el excepcionalismo, la rectitud, el optimismo y el poder del país. (Su alter ego, Clark Kent, era moralmente íntegro, aunque torpemente viril, algo que Vladimir Nabokov plasmó en un poema de 1942: “Debo usar estos lentes, si no / al mirarla con mis súper ojos / sus pulmones e hígado se ven demasiado”).
Superman tuvo su propio programa de radio en 1940, y una película, Superman y los hombres topo, además de una serie de televisión poco después. En ambos medios fue interpretado por George Reeves, cortés, afable y no particularmente musculoso. Pero la Metrópolis de entonces no era tan violenta. La “S” de Superman bien pudo significar “seguridad”.
Con el tiempo, conforme EE.UU. se volvió más complejo, Superman se analizó desde la ironía sin perder integridad. Norman Mailer lo evocó en su ensayo sobre JFK, *Superman llega al supermercado*. Charles Strouse y Lee Adams crearon un musical de Broadway (¡Es un pájaro, es un avión, es Superman!). Roy Lichtenstein lo elevó a ícono pop. Pero su cúspide llegó con el éxito de 1978 Superman: la película. Su eslogan decía: “Creerás que un hombre puede volar”. Bueno, no exactamente. Pero sí creías en el Superman de Christopher Reeve: encantadoramente modesto y clásicamente hermoso.
Ser rey era bueno, pero ser Superman era mejor.
Desde entonces, sin embargo, Superman decayó, y no por la kriptonita. En el saturado universo de superhéroes, es un relicario opacado por astros más dinámicos. Incluso quedó eclipsado por el Batman de Christopher Nolan, desde Batman Begins. El Superman de Henry Cavill buscó esa grandiosidad muscular, sin lograrlo. (Para un Superman “ambiguo”, está en la canción de Laurie Anderson “O Superman”, equiparado al poderío nuclear estadounidense).
Pero ahora regresa, en su primera película desde *Justice League* (2017), dirigida por James Gunn, cuyo estilo visual y humor irreverente definieron los *Guardianes de la Galaxia*. No parece que Gunn intente “hacer grande a Superman otra vez”. La cinta no se rige por la verdad o el “estilo americano”, sino por el manual de reinicios hollywoodenses.
El resultado es una película frenética, imperfecta, con destellos de inspiración y un Superman distinto.
David Corenswet, conocido por *The Politician* y *Hollywood*, tiene un rostro atractivo pero no tallado para superhéroe. Su pelo, teñido de negro azabache, no armoniza del todo. A veces parece perdido (y maltratado, como si siguiera las reglas del boxeo en una pelea callejera). Pero sus rasgos, fuertes y expresivos, transmiten calidez sin ñoñería.
En primer plano, volando sobre Metrópolis, quizá piensa en cómo detener a Lex Luthor (un Nicholas Hoult delgado y siniestro). O tal vez en el helado que lo espera en casa.
Un Superman que anhela un postre no suena mal.
La película apenas explora a Clark Kent, cuyo pelo parece fijado con gel kryptoniano. Su vida en el *Daily Planet* se esboza superficialmente, aunque el Jimmy Olsen de Skyler Gisondo y la Eve de Sara Sampaio aportan comicidad.
Rachel Brosnahan da vida a Lois Lane en escenas clave. En una secuencia memorable, Lois (que conoce su identidad) debate con Clark si Superman debe darle exclusivas. Su orgullo, su dinámica y la química entre ellos evocan a *Maridos y mujeres* de Woody Allen.
Gunn incluye momentos absurdos, como Clark tostando pan o Superman saboreando chocolate. Estos detalles humanizan más que las batallas genéricas contra Lex, cuyo plan de invasión se siente falso. Las escenas de guerra parecen filmadas con extras torpes.
Antes de eso, Superman visita un universo bolsillo donde Luthor tortura a sus enemigos en cubos de vidrio. Visualmente, es un caos digital, como joyas arrojadas sobre madera.
Gunn también presenta a Krypto, el perro superpoderoso (en CGI). Es adorable pero hiperactivo; necesitaría un entrenador mitológico.
Finalmente, el giro radical: un error técnico revela que el mensaje de los padres de Kal-El no era tan noble. Como escribió Philip Larkin: “Tus padres te joden”.
*Superman* llega a cines el 11 de julio.
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