David Byrne: ‘Who Is the Sky?’ – Grandes canciones, si puedes soportar los chistes absurdos y los maullidos | Música

Hace ya siete años desde que David Byrne lanzó su último álbum en solitario, American Utopia. Tanto ha pasado en este tiempo que es fácil olvidar que, al principio, el disco recibió una respuesta mixta. Hubo elogios por su enfoque expansivo y experimental: canciones construidas sobre ritmos de Brian Eno fueron entregadas a una amplia selección de productores para que las retocaran, y luego Byrne compiló el producto final. Parte de un proyecto multimedia más grande llamado Reasons to Be Cheerful, intentaba generar un espíritu de positividad, pero hubo quejas de que esto equivalía a una alegre abdicación de responsabilidad durante la primera presidencia de Trump. Reseñas respetuosas coexistieron con enfadadas críticas sobre la completa ausencia de colaboradoras.

Una respuesta mixta es algo normal en lo que respecta a la carrera de Byrne después de Talking Heads. Ha seguido un camino idiosincrático –desvíos hacia la música latinoamericana, ópera y trip-hop, colaboraciones con productores de baile y St Vincent– pero nunca con resultados que lograran suficiente aclamación o éxito comercial como para eclipsar a su antigua banda. Pero entonces, pasó algo extraño. Los subsiguientes shows en vivo de American Utopia, que usaban tecnología de punta y coreografía para demoler las convenciones de un show de rock, atrajeron merecidos elogios. Una gira que comenzó en teatros modestos terminó llenando arenas, generando un espectáculo de Broadway, dos álbumes en vivo –uno nombrado por la afirmación sin aliento de un crítico de que era El Mejor Show en Vivo de Todos los Tiempos– y una película dirigida por Spike Lee.

Así que Byrne llega a Who Is the Sky? con su valor más alto que en cualquier momento de los últimos 35 años. Abandona el enfoque de collage de American Utopia por una forma de colaboración más directa, grabando todo el álbum con la orquesta de doce integrantes Ghost Train de Brooklyn y el productor de Harry Styles, Kid Harpoon. Pero su razón de ser sigue siendo esencialmente la misma: más optimismo musical de colores primarios, para lo cual emplea variadamente metales al estilo mariachi (What Is the Reason for It?), cuerdas grandiosas de musical de Hollywood de los 40 (A Door Called No), ritmos que unen puntos entre la clave cubana y la fe de George Michael (Don’t Be Like That) y una versión irregular de lujoso soul, adornada con vocoder, del ex colaborador de Byrne Thom Bell en I’m an Outsider.

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Hasta ahora, el 2025 ha sido tan implacablemente sombrío que hace que el 2018 parezca un nirvana perdido bañado por el sol: se entiende por qué Byrne cree que el mundo necesita positividad y elevación, y Who Is the Sky? suena frecuentemente fantástico. Los arreglos son soberbios, especialmente cuando los impulsa el golpe de contrabajo. Las canciones son a menudo melódicamente fuertes. El clímax de Everybody Laughs, con las voces de Byrne y St Vincent destacándose sobre un fondo salpicado de marimba, es adecuadamente alegre, al igual que los cambios de tonalidad en el tema final The Truth. La mezcla de When We Are Singing de una línea de guitarra extrañamente (y se sospecha que inconscientemente) similar a Oasis con un ritmo funk funciona muy bien, aunque es debatible si realmente necesitaba el sonido de las vocalizaciones improvisadas de Byrne maullando.

El sonido de Byrne maullando como un gato resalta el principal inconveniente del álbum. El tono lírico tiende a la broma, lo cual está bien cuando los chistes son graciosos. Moisturizing Thing trata sobre una crema anti-edad que funciona tan bien que deja al protagonista con aspecto de un niño de tres años, plagado por personas que le hablan como si fuera un bebé y constantes peticiones de identificación en los bares. O cuando llevan una cierta carga potente: el hombre que canta una apasionada canción de amor a su apartamento en My Apartment Is My Friend bien podría ser un solitario recluido; el personaje desconcertado por el conocimiento y entendimiento de su pareja sobre películas, literatura y naturaleza humana en She Explains Things to Me parece sugerir el autismo auto-diagnosticado de Byrne.

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En otros casos, como en I Met the Buddha at a Downtown Party, o The Avant Garde, transmiten la sensación incómoda y levemente irritante de alguien esforzándose demasiado por aligerar el ánimo. Del mismo modo, el tono de optimismo puede parecer demasiado simplista y excesivamente positivo sin un atisbo de oscuridad. En este último sentido, se podría escuchar The Truth como un elogio al amor o como un reconocimiento de que el concepto titular parece cada vez más maleable en un mundo de desinformación y manipulación: "La verdad no puede hacerme daño, yo sé lo que sé". When We Are Singing al menos reconoce el estado pálido de las cosas –"tenemos un pie en las puertas celestiales y otro en las llamas"– mientras entona el poder transportador de la música.

Es difícil no tener sentimientos encontrados sobre Who Is the Sky?: algo habitual. Pero quizás valga la pena tener American Utopia en mente. Byrne ha sugerido que su próxima gira mezclará "arte visual, narración y música en una actuación en vivo convincente". Dado lo que pasó la última vez –un buen álbum elevado a la grandeza en el escenario– eso suena intrigante: una razón para ser adecuadamente optimista.

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