Los responsables del ayuntamiento de Calp están hasta las narices de que los empleados se hagan los enfermos — y ahora van a meter guardias de seguridad pa’ espiar a los funcionarios.
Con un absentismo del 10% entre casi 500 trabajadores, la alcaldesa Ana Sala ya no aguanta más. Ha firmado un contrato de vigilancia de dos años para controlar a los empleados públicos que dicen estar demasiado enfermos para trabajar. Quienes de verdad estén malos no tienen nada que temer, insiste ella — pero a los que hagan el vago les puede caer una visita inesperada.
“No nos podemos permitir este nivel de bajas”, se quejó la alcaldesa, señalando informes que muestran que las cifras de Calp están muy por encima de la media del sector público. “Algunas ausencias son reales — pero otras claramente no. Esto tiene que parar.”
La polémica de los “espías anti-vagos” ya está montada en toda España. Hace solo semanas, el ayuntamiento de Fuengirola armó un escándalo al gastar 18.000 euros en detectives privados para seguir a empleados sospechosos de fingir enfermedades. Los sindicatos criticaron la medida, diciendo que trata a los trabajadores como criminales, pero los consistorios alegan que los contribuyentes pagan por cada baja fraudulenta.
Ahora Calp sigue el mismo camino — y los vecinos se preguntan: ¿serán detectives de incógnito, guardias uniformados, o ambos los que vigilarán a los funcionarios? Una cosa está clara: hacerse el enfermo en Calp va a ser mucho más difícil.
