Siempre ha existido algo muy incómodo en el espacio entre la admiración y la responsabilidad. Me imaginé a Dilara Fındıkoğlu parada en ese espacio el viernes pasado. Los becarios, los que comentan en Glassdoor y los fans, incluyéndome a mi, también estabamos ahí, a unos pasos de distancia. Casi podía escuchar a una chica preguntarle a su amiga si el buen diseño, de hecho muy bueno, debería hacernos apartar la mirada. Nadie se movió, y yo tampoco. Daremos la pregunta por respondida.
Se prometió esto cuando el Premio Vanguardia aterrizó en su estantería. Bueno, el telón de la alta costura se ha alzado. En realidad todo empezó con rumores y Louis Pisano, un periodista y observador de moda, que siguió las reseñas en Glassdoor de la diseñadora durante años. Pisano empujó la conversación, antiguos empleados comenzaron a hablar, y Fashionista guarda el dossier completo. Sobre el papel, el número de staff en el estudio se mantuvo perfectamente consistente. Según registros del gobierno británico del 2021 al 2025, Dilara Findikoglu Limited solo lista a ella y a otra estrella emergente. Fuera de los libros, sin embargo, parece que la marca depende de un equipo mucho más grande para asegurar las cadenas de plata en los envidiables vestidos de Kim Kardashian. Nos hemos tomado la libertad de renombrar al resto de nuestro elenco.
Nuestra primera estrella, llamémosla Mary, describió parte de su tiempo en el estudio Findikoglu a Fashionista, donde dice que trabajó a tiempo completo bajo un NDA que afirma nunca volvió a ver, presumiblemente archivado entre el mito y un cajón de escritorio vintage. Ella pinta un estudio impulsado casi enteramente por resistencia no remunerada; “toda la marca está construida sobre becarios”, compartió con la publicación. Sin gastos de viaje cubiertos, sin comidas, solo días de 16 horas y expectativas cosidas en silencio. Comentarios de carácter racial supuestamente volaban, con “gueto” dicho casualmente hacia modelos negras. Los becarios, según ella, eran enviados a comprar con tarjetas de la empresa que se rechazaban cuando tocaba, a menos que la misión involucrara prosecco o sandalias Gucci. Cuando los materiales no llegaban, el trabajo no paraba, solo se alargaba. Mucho más. En los momentos críticos, se dice que los becarios cosían en taxis en movimiento, terminando prendas a mano de camino a las entregas. Sin presión, edición couture.
Stephanie recuerda la rutina “de 9 a 9” como un deporte de supervivencia. Estudiante, becaria, la misma historia: sin pausas, sin baño, apenas comida. Una mañana al parecer se desmayó sobre una modelo, aún tuvo que terminar el fitting antes de que le dijeran “ve a comer cuando termines, puedes ver que esto no está hecho, terminas eso primero”. Ella alega que se le encargó cortar patrones, drapear, preparar PR, reservar taxis, incluso conseguir limpiadores, todo mientras vigilaba el teléfono por caprichos de última hora. ¿Uber prohibió a su jefa? No hay problema, Stephanie gestionó la logística sola. Veinticinco Ubers al día, aparentemente. Al cabo de dos años, renunció, “completamente agotada”, vomitando cada mañana antes del trabajo. ¿La etiqueta de precio real de la moda?
Katy, con NDA firmado y todo, navegó un estudio donde el inglés era obligatorio, a menos que susurraras en turco a espaldas de alguien, al parecer eso sí estaba bien. Días largos, recados, preparativos, caos de última hora, todo crucial, todo invisible. Las horas de Steven eran igual de largas, la presión igual de implacable, aunque de alguna manera esquivó la ira directa. Juntos describen un lugar donde eras indispensable pero al mismo tiempo invisible, y ocasionalmente sermoneado sobre el inglés correcto.
La diseñadora Karina Bond habló recientemente en TikTok sobre un caos similar en estudios y “El Diablo viste a la Prada en la vida real”, bromeó, confirmando luego a Fashionista que todo era sobre Dilara, sin más comentarios. “La broma me la llevo yo porque ya había oído sobre la reputación de esta diseñadora antes de empezar”, dijo, habiendo sobrevivido solo tres días. Se dice que una vez un jarrón voló hacia una becaria. Bond cosía a toda prisa solo para poder comer algo; cuando se atrevió a preguntarle a la manager si podía comer, se rieron de ella y le dijeron que terminara primero. Finalmente se fue a las 3 a.m., sin que le cubrieran ningún gasto.
¿Cuánta incomodidad estás dispuesto a sentir por la gran moda? ¿Yo? Mucha, honestamente. Solo física. El resto, el caos, el esfuerzo no pagado, el jarrón volador ocasional, lo dejo para la aventura de alta costura de otro. La moda siempre pedirá mucho. Esperemos que nunca olvide las manos que la hacen posible. La conciencia siempre ha sido la primera puntada hacia la justicia.
