Conforme nos adentramos en septiembre, los que vivimos en la isla ya suspirramos con alivio. Aparte de, con suerte, un clima más fresco y menos aglomeraciones, existe la sensación de volver a la normalidad y de tener la isla para nosotros mismos tras un verano de calor, tráfico inacabable y locura.
No ha habido nada particularmente distinto en esta temporada. Siempre es insoportablemente caluroso y saturado de coches y gente, pero es tan paradisíaco cuando la isla puede respirar de nuevo y la naturaleza comienza a recuperarse.
Durante muchos años, ha existido una retórica sobre el turismo durante todo el año y, afortunadamente, esto nunca ha llegado a despegar realmente. Lo que sí ha ocurrido es que los visitantes llegan más temprano y se van más tarde. La temporada estival se ha alargado, como si fuera de goma, para incorporar marzo y octubre.
Esto significa que los isleños apenas disponen de cuatro meses para recuperarse de la temporada anterior. Así que espero que este tema por fin muera definitivamente y permita a los residentes disfrutar de la paz, la belleza y las vistas de un final del otoño y el invierno. Es un momento para fiestas pequeñas y comunitarias, reuniones cálidas y discretas, cenas acogedoras junto a un fuego crepitante y excursiones divinas por la montaña casi sin cruzar a un alma. Ay, cómo amo el invierno en Mallorca.
Así que mantengamos a ese genio bien encerrado en la botella, demos la bienvenida a los visitantes en los meses más cálidos y permitámonos nosotros y a la naturaleza el lujo del descanso y la recuperación antes de que comience el próximo asalto.
