Crítica: Twiggy, la mujer que iluminó los años sesenta

En una época en la que los íconos de la moda eran tan pasajeros como el dobladillo de una minifalda, Twiggy —nacida Lesley Hornby en los suburbios de Neasden— surgió como un supernova de juventud y rebeldía. El documental de Sadie Frost de 2024, Twiggy, captura esta era, combinando imágenes de archivo con testimonios sinceros de personas como Joanna Lumley y Paul McCartney. Es una carta de amor a la mujer que redefinió la belleza no con un sensualidad ardiente sino con una inocencia de ojos grandes y un corte de pelo pixie que gritaba "terremoto juvenil". A los 75 años, la propia Twiggy narra gran parte de su historia, su voz cockney tan cálida y sencilla como siempre, recordándonos por qué sigue siendo un modelo cultural y no una foto borrosa.

Desde las primeras escenas de la película, nos sumergimos en el optimismo de la Gran Bretaña de la posguerra, donde la transformación de Hornby comienza a los 16 años en el salón de Leonard of Mayfair, donde un corte de pelo audaz genera una sesión de fotos con Barry Lategan. Esas imágenes llegan al Daily Express, que la apodó "El Rostro del 66". A medida que el Swinging London hacía la moda más accesible, Twiggy rompió el estereotipo de las modelos altas y de clase alta. Frost explica que esto no fue solo su éxito personal, sino un gran cambio en el mundo de la moda. Edward Enninful añade que su look delgado y andrógino representó un alejamiento del estilo llamativo de los años cincuenta.

El documental se acelera cuando Twiggy se convierte en una sensación global. Su apodo, una referencia juguetona a sus piernas muy delgadas, se lo puso su mánager Justin de Villeneuve. A los 17 años, ya aparecía en la portada de Vogue, promocionaba líneas de muñecas y evitaba a los paparazzi en Nueva York. Allí, una surrealista sesión de fotos de Melvin Sokolsky la muestra entre multitudes que llevan máscaras de Twiggy, resaltando lo loca que puede ser la fama. Clips de sus apariciones en televisión muestran el estilo mod vibrante de la época: minifaldas de Mary Quant y música de los Beatles. Pero Frost no se centra solo en la nostalgia. Incluye las historias de Pattie Boyd desfilando con Twiggy y muestra el lado oscuro de la industria: el ajetreo constante que convirtió a una colegiala en millonaria antes de que tuviera edad para beber champán.

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Esta película no endulza la crueldad casual de la era. La figura delgada y juvenil de Twiggy a menudo era examinada de manera injusta de formas que hoy parecen asquerosas. Clips muestran a presentadores hombres cuestionando su peso, su pecho y su look "juvenil"—ejemplos de machismo. Una entrevista particularmente incómoda de 1967 con Woody Allen lo muestra molestándola con preguntas sobre filósofos, pero su tono paternal esconde algo más oscuro. A través de todo ello, Twiggy se mantiene elegante, respondiendo con humor y aplomo, como si espantara moscas. Su calma muestra su fuerza, pero también nos recuerda cómo la cosificación era común—convirtiendo el cuerpo de una joven en propiedad pública bajo la apariencia de periodismo.

En el centro de su ascenso está de Villeneuve, el veinteañero que la descubrió a los 15 y moldeó su imagen con habilidad y control. Frost maneja esto con cuidado, mostrándolo como protector y opresor: él la protegía de malas influencias pero también controlaba sus sesiones de fotos y entrevistas. Su relación era una mezcla de negocios y casi romance. Twiggy admite abiertamente que no era ideal, llamándola "no políticamente correcta", pero reconoce que él la protegió de problemas peores. Él no aparece directamente en la película, pero su presencia se cierne como una advertencia sobre las luchas de poder que casi la derriban.

Al pasar del modelaje a la actuación, Twiggy hizo un cambio valiente a los 22 años, dejando la moda justo cuando su popularidad estaba en su punto máximo. Su papel en The Boy Friend de Ken Russell le valió un Globo de Oro, y clips restaurados la muestran transformándose de torpe a vivaz y divertida. También protagonizó en Broadway My One and Only y apareció en un programa de variedades de la BBC, cantando con Bryan Ferry y Bing Crosby—su voz sorprendentemente cálida y suave. Dustin Hoffman, su compañero de reparto en The Boy Friend, dice que ella "vive para estar viva", capturando su espíritu animado. La película no pretende que su carrera fue perfecta—hubo fracasos y dudas—pero su trabajo duro y determinación siguen siendo su verdadera marca.

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Detrás de su éxito, hay tristeza. Su matrimonio con el actor Michael Witney se deshizo por su alcoholismo, terminando con su trágico ataque al corazón—presenciado por su joven hija Carly en un restaurante. Frost aborda esto con suavidad, permitiendo que la narración directa de Twiggy muestre su fuerza silenciosa, sin drama. Un momento espeluznante describe cómo huyó de la mansión de Phil Spector cuando él blandió un arma, animado con imágenes de dibujos animados que resaltan los extraños peligros de la fama. Estas historias la hacen más humana—mostrando a una mujer que recibió golpes como una rama flexible, doblándose pero nunca rompiéndose.

La segunda mitad de la película avanza más rápido, cubriendo sus logros posteriores: ser jueza en America’s Next Top Model, diseñar ropa para Marks & Spencer, y recibir su DBE en 2019. Ahora casada con Leigh Lawson por más de 30 años, Twiggy aún conserva la misma humildad que le ganó admiradores a los 16. Celebridades como Brooke Shields y Sienna Miller elogian su influencia, pero es el comentario agudo de Lumley sobre la dureza del mundo de la moda lo que impacta más: sobrevivir en esta industria requiere una fuerza escondida bajo la elegancia.

En última instancia, Twiggy no es solo un álbum de recortes de una carrera; es un espejo de nuestras obsesiones con la reinvención y la autenticidad. Con una duración de 90 minutos, es un paseo rápido y satisfactorio por seis décadas de deslumbramiento, dejándote sonriendo ante la pura improbabilidad de todo. En sus propias palabras, "todo está en los ojos"—y a través del lente de Frost, esos ojos todavía brillan con un fuego inagotable.

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