Una de las grandes ‘bromances’ creativas ha florecido otra vez: Paul Thomas Anderson y Thomas Pynchon. Tras adaptar al cine *Inherent Vice* de Pynchon en 2015, Anderson ha tomado ahora más libertades con su novela de 1990, *Vineland*, creando un extraño thriller de acción impulsado por una energía de cómic pulp y una transformada indignación política, siempre con el acelerador pisado a fondo.
Es una variación sobre la ya reconocible idea Anderson-Pynchoniana de la contracultura y la contrarrevolución, absorbiendo el estilo paranoico de la política estadounidense en una resistencia cómica y alocada, con una banda sonora electrizante y nerviosa de Jonny Greenwood. Es en parte un diagnóstico freaky-freudiano de la disfunción padre-hija – yuxtapuesta con la separación de niños migrantes y sus padres en la frontera entre EE.UU. y México – y una respuesta muy seria y relevante a la clase dirigente secreta de EE.UU. y sus redadas insidiosamente normalizadas de ICE: el tóxico nuevo entusiasmo Trumpista Vichyita.
Pynchon imaginó que la subversión de los 60 tuvo su secuela controvertida en los 80 de Reagan; Anderson trae la brecha temporal entre estas eras al día presente, aunque no ay una distinción cultural clara entre lo que eran evidentemente los últimos días de Obama y la pompa contemporánea de Trump. No se mencionan referencias específicas como Maga o BLM.
Leonardo DiCaprio es Bob, un revolucionario desaliñado, que se volverá aún más desarreglado en el futuro cuando correrá mucho y asustado por las calles en su bata, quejándose de que no tiene donde cargar su teléfono. Bob es parte de una célula activista muy armada que ataca prisiones de migrantes en la frontera mexicana; el (humilde) trabajo de Bob es encender fuegos artificiales como táctica de distracción y celebración, y es menos importante que sus compañeros, como la dura Deandra (Regina Hall) y el cerebral Howard (interpretado en un cameo por el compositor y académico de Yale Paul Grimstad).
Bob está apasionadamente dedicado a su pareja y camarada carismática, interesantemente llamada Perfidia (Teyana Taylor). Y Bob no es el único. Cuando el grupo ataca el complejo militar, Perfidia captura y humilla al agresivamente reaccionario Coronel Steven Lockjaw – interpretado por Sean Penn con todo tipo de gestos de lagarto y cabezadas – quien claramente obtiene excitación sexual de todo el asunto, y su inquietante y cartoonizada maldad es otra fuerza motriz. Con el frío cálculo de una líder nata, Perfidia ve cómo puede jugar con el enamoramiento de Lockjaw, usándolo para controlar y desviar la oposición militar. ¿Llega ella demasiado lejos? ¿Acaso la idea de ir demasiado lejos tiene algún significado en este contexto? Perfidia disparando un rifle de asalto estando en su noveno mes de embarazo es una de las imágenes más asombrosas de la película.
Es el destino del pobre y confundido Bob criar a una hija que cree que es suya, como padre soltero. Willa de 16 años (Chase Infiniti) es tan inteligente y centrada como su madre, instruida en artes marciales por su sensei (Benicio del Toro), mientras Bob se droga y emborracha más cada día, viendo *La batalla de Argel* de Pontecorvo en la TV, negándose de mal humor a recordar los pronombres preferidos de sus amigos. Pero las fuerzas de la oscuridad los rodean una vez más, y cuando sus viejos amigos revolucionarios reaparecen para contactarlo, Bob se da cuenta de que su cerebro está demasiado frito para recordar las importantísimas palabras clave por teléfono. En cuanto a Willa, ahora está atrapada con pensamientos problemáticos sobre su madre y una pregunta mortificante sobre Bob y Lockjaw, como la heroína de *Mamma Mia! La película*.
*Una Batalla Tras Otra* es a la vez seria y no seria, emocionante y desconcertante, una fusión tonal que envía ese loco burbujeo a través de la pantalla VistaVision – un gusto adquirido, sí, pero adictivo. El título mismo insinúa una guerra cultural interminable presentada como una película de acción extremadamente loca con persecuciones de coches superbamente gestionadas y una última sucesión de tres coches onírica e hipnótica a través de las colinas ondulantes. ¿Y es el triángulo de la crisis de paternidad central una imagen de una disputa de propiedad en torno al sueño del crisol estadounidense?
Quizás. Estas ideas están muy fuera de moda en EE.UU. ahora mismo, lo que solo hace esta película más interesante: trata sobre el disentimiento y el descontento, y el heroísmo solitario de no encajar.
*Una Batalla Tras Otra* se estrena el 25 de septiembre en Australia, y el 26 de septiembre en el Reino Unido y EE.UU.
