Crítica de ‘Merv’: un perro roba la función en la romántica navideña previsible de Amazon

Es una verdad universalmente aceptada, al menos en mi círculo social, que tener custodia compartida de un perro es una mala idea. La mayoría te dirá: estos arreglos entre ex-parejas impiden seguir adelante. Es un dolor de cabeza logístico, provoca peleas y es molesto para todos los involucrados (y más). Y aparentemente, en una revelación digna de una película directa a *streaming*, deprime a los perros.

No quiero minimizar la salud mental canina – he escuchado a mi madre alardear del “EQ” de nuestro chihuahua familiar como para saber que el mejor amigo del hombre tiene gran sensibilidad emocional. No dudo que un perro como Merv, un tipo de terrier de pelo duro interpretado por Gus el Perro en la película de Amazon que lleva su nombre, sufriría al adaptarse de vivir en una familia a tener dos hogares. Sin embargo, si este arreglo poco aconsejable puede sostener una comedia romántica navideña completa, es más dudoso.

Para ser justos, *Merv*, escrita por Dane Clark y Linsey Stewart y dirigida por la dramaturga británica Jessica Swale, no pretende ser más de lo que es. Es un estreno navideño de una compañía tecnológica que hace de estudio – no es nada profundo. Ya sabes la trama: forzados a confrontar que sus depresiones post-ruptura solo son superadas por la de Merv, los ex Russ (Charlie Cox) y Anne (Zooey Deschanel) hacen un viaje a un resort para perros, donde presumiblemente descubrirán que están mejor juntos. Los personajes secundarios serán excéntricos y poco aprovechados. La calidad visual será la de un *bestseller* de marca Amazon, la atmósfera invernal obviamente artificial.

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Que estos elementos conocidos se conviertan en algo disfrutable depende de la calidad de las actuaciones y del apetito por el cine confortable. En lo segundo, *Merv* apunta a su público objetivo – el que busca videos de perros en Reels – y ofrece montones de montajes caninos. El punto fuerte es el perro, y aunque eso conlleva ediciones extrañas entre la “actuación” del perro y la reacción humana, la película muestra playa canina, fiesta canina, paseo canino y, al final, alegría canina.

No se puede decir lo mismo de la parte humana, que oscila incómoda entre estudio de relaciones, comedia absurda, romcom básica y slapstick, sin destacar en nada. No es culpa de Cox, quien está admirablemente entregado, dispuesto a lo tonto y vergonzoso que exige un resort para perros. Hay una autocrítica encantadora en su actuación. Deschanel aporta su *quirky* milennial característico, que puede gustarte o no. Su Anna es un poco demasiado seca y distante para mi gusto, especialmente junto a la sinceridad de Cox.

*Merv* intenta darle suficiente peso a la relación de Anna y Russ para sostener escenas sin el perro protagonista – una lástima, pues él es lo más cute de la película – y, como se espera, cumple lo justo. Hay una razón por la que se separaron, que sentiría más real y adulta con más desarrollo y menos explicación directa. En definitiva, *Merv* es ligera, dulce y totalmente predecible. Hacer una película sobre custodia compartida de un perro no es una mala idea, aunque tampoco diría que es genial.

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