Vandenbergen, residente en España desde hace 26 años, se ha convertido en el inesperado artífice de una dramática moción de censura que destituirá al actual alcalde, José María Ballester (PP), el 18 de junio.
“¡Al PP no le importamos!” Es la acusación lanzada por Alain Vandenbergen, un belga de 75 años y carácter fogoso, consejero en la Costa Blanca, mientras ayuda a entregar el poder del ayuntamiento de San Fulgencio… al PSOE.
¿Su motivo? La indiferencia del PP hacia las urbanizaciones que conforman el corazón de San Fulgencio, hogar de miles de expatriados, en su mayoría europeos del norte.
“No quieren saber nada de las urbanizaciones”, critica Vandenbergen. “¡Pero son ellas quienes pagan las facturas!”
Y es que más del 95% de los ingresos municipales provienen de impuestos de estas zonas residenciales bañadas por el sol, como La Marina, El Oasis y La Escuera, donde los jubilados extranjeros duplican en número a los residentes españoles.
De la tumbona al poder
Vandenbergen podría estar disfrutando de su jubilación. En su lugar, entró en política: primero con Ciudadanos, luego con el PIPN (Partido Independiente por las Nacionalidades), un guiño a la numerosa población foránea.
Ahora apoya a José Sampere (PSOE), exalcalde que promete mejoras para las zonas expat: limpieza, control de plagas, seguridad y, crucialmente, rescatar más de 30 áreas verdes abandonadas por un vacío burocrático.
Ver también: Alcalde de San Fulgencio destituido
El desastre de MASA
El origen del conflicto: el legado del desarrollador MASA en los 80, que construyó 6.000 viviendas pero dejó parques en un limbo legal—clasificados como “privados” e intocables para el ayuntamiento. Hoy son terrenos abandonados, invadidos por maleza y basura.
Vandenbergen afirma que el PSOE se ha comprometido por escrito a asumir su mantenimiento. ¿El PP de Ballester? “No les interesa”, sentencia.
Destituido, pero no derrotado
La tensión escaló cuando Ballester le retiró sus cargos en finanzas, limpieza urbana y parques—puestos que probablemente recupere tras la votación.
Insiste en que no es un tránsfuga: se pasó al grupo no alineado minutos antes de presentarse la moción.
Las urbanizaciones exigen servicios
Mientras Ballester alega obstáculos legales, Vandenbergen denuncia que ya no valen excusas: “Tienen calles y alumbrado. ¿Por qué no mantenimiento?”
Reclama equidad para las urbanizaciones y aclara que no busca lucrarse—su sueldo como concejal es de solo 500€ mensuales; vive de su pensión belga.
La cuenta atrás
A pocos días de la votación, Ballester se despide orgulloso de su “trayecto de dos años”. Pero para Vandenbergen y los expats que representa, el verdadero reto—lograr servicios acordes a lo pagado—acaba de empezar.
San Fulgencio: la política adormecida ha despertado.
