Con la huelga en Doha, Netanyahu deja clara la pugna global

Y entonces Israel ha vuelto a atacar.

El martes, el asaltante perenne predilecto de Oriente Medio lanzó misiles contra la capital catarí de Doha, dirigidos a líderes de Hamas involucrados en las negociaciones en torno a la propuesta estadounidense para un alto el fuego en la Franja de Gaza, donde el holocausto israelí contra los palestinos ha segado oficialmente la vida de más de 64.000 personas en menos de dos años.

Sin duda, Israel nunca ha sido partidario de los ceses al fuego, ni siquiera de los propuestos por el hegemón mundial reinante y su más generoso patrocinador de atrocidades. Después de todo, la propia existencia del Estado se fundamenta en la eliminación de los palestinos y en la participación en una beligerancia incesante.

Y si bien cualquiera que albergue un ápice de sentido común ha considerado desde hace tiempo a Israel como un Estado canalla, el ataque sin precedentes a Catar parece haber abierto algunos ojos internacionales respecto a cuán fuera de control está verdaderamente el gobierno israelí.

Por ejemplo, potencias mundiales como Gran Bretaña, Francia e India, que en diverso grado han permitido el holocausto en Gaza, entre otros actos de terror perpetrados por el ejército israelí en la región, han llegado a reunir una condena poco característica tras el ataque a Doha.

Esto no implica, por supuesto, que atacar a líderes de Hamas en un país que alberga la mayor base militar estadounidense en Oriente Medio sea de algún modo más atroz que asesinar a decenas de miles de personas en Gaza, la mayoría de ellas mujeres y niños.

Simplemente se constata que incluso los apologistas de la imprudencia genocida de Israel parecen haber trazado una nueva línea roja, la cual estipula que los israelíes no pueden hostigar impunemente a personas y lugares a su antojo.

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Tras el ataque a Doha, la portavoz de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, anunció que “disparar unilateralmente dentro de Catar, una nación soberana y aliada cercana de Estados Unidos que trabaja arduamente y asume riesgos con nosotros para negociar la paz, no favorece los objetivos de Israel ni de Estados Unidos”.

Para que no nos apresuramos a otorgar ningún sentido de cordura o razón a la presente Casa Blanca, Leavitt añadió acto seguido la cláusula de descargo: “Sin embargo, eliminar a Hamas, que se ha beneficiado de la miseria de quienes viven en Gaza, es un objetivo loable”.

Por su parte, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha “asegurado” a los cataríes que “tal cosa no volverá a suceder en su suelo”, en palabras de Leavitt.

Y, sin embargo, se perdonaría a Catar por sentirse algo menos que “asegurado”, dado que ya ha quedado suficientemente claro que Trump ha perdido el control sobre lo que Israel hace o deja de hacer en suelo ajeno.

Como prueba de esta impunidad, el ministro de Defensa de Israel, Israel Katz, acudió a redes sociales el miércoles para advertir que “el ejército de Israel actuará contra sus enemigos en cualquier lugar. No hay lugar donde puedan esconderse”.

Mientras tanto, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, amenazó explícitamente a Catar, sugiriendo que este podría no ser el final que el emirato vea de los misiles israelíes: “Le digo a Catar y a todas las naciones que albergan terroristas: o los expulsan o los llevan ante la justicia, porque si no lo hacen, lo haremos nosotros”.

Como de costumbre, pues, el país que ostenta el monopolio actual del terrorismo regional, por no mencionar casi ocho décadas de limpieza étnica israelí, despojo y masacres de palestinos, se ha tomado la libertad de decidir quiénes merecen el rol de “terroristas” y luego atacar.

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Teniendo en cuenta la definición absolutamente mendaz que Israel tiene de “terrorismo”, no solo Catar debería preocuparse. Como dijo el propio Netanyahu, “todas las naciones que albergan terroristas” son susceptibles de sufrir la interpretación israelí de “justicia”, que al final suele equivaler a crímenes de guerra y violaciones sin sentido del derecho internacional.

Como informó Al Jazeera el miércoles, Israel había realizado ataques militares contra no menos de seis países en las últimas 72 horas solamente. Además de Palestina y Catar, el “suelo” del Líbano, Siria, Túnez y Yemen también había sido adornado con la propensión de Israel por la destrucción.

Ahora bien, es una mera suposición quién podría estar a salvo del “ejército” de Israel, pero las opciones son pocas y distantes. Hace décadas, el Mossad, la agencia de espionaje israelí, ya demostró sentirse perfectamente cómodo asesinando palestinos en suelo europeo. Y ahora que hay un holocausto en marcha en Gaza, cuantos más “terroristas” se puedan detectar en el extranjero, mejor para Israel en términos de distracción y validación de sus operaciones bañadas en crimen.

Israel puede alardear actualmente de la total impunidad de la que goza y de su capacidad para causar estragos devastadores a voluntad. Pero si bien está por ver qué otras maniobras diabólicas tiene el “ejército” bajo la manga, la revelación efectiva de la guerra de Netanyahu al mundo debería al menos servir como llamada de atención para quienes aún cortan el oxígeno ofensivo de la “justicia” israelí.

Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no reflejan necesariamente la postura editorial de Al Jazeera.

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