Sistema de salud en EE.UU.: Un laberinto fallido que necesita cambios urgentes
Cada año, casi 530,000 estadounidenses se declaran en bancarrota debido a deudas médicas. Esa cifra equivale aproximádamente a la población entera de Atlanta. Lo más irónico es que EE.UU. gasta más en salud que cualquier otro país, pero sigue teniendo peores resultados. De hecho, el país queda rezagado frente a otras naciones desarrolladas en métricas clave de salud.
Estos son solo algunos indicios de lo disfuncional que se ha vuelto el sistema. Antes de buscar soluciones, debemos ser honestos sobre los obstáculos. Reconocer el problema es el primer paso para resolverlo.
La fragmentación de datos y la falta de competencia generan un caos donde es casi imposible que los consumidores entiendan o usen su seguro médico eficazmente. A nivel empresarial, aunque existen herramientas con IA, los beneficios siguen siendo impersonales y desconectados. Los costos siguen subiendo, y los empleados navegan un laberinto caro y confuso que no los favorece.
La industria de beneficios se autodestruyó.
Antes, era simple: tenías una pensión y un plan de salud gestionado por tu empleador, con asesoría presencial. Luego, surgieron empresas especializadas que ofrecían servicios más nicho. Con el tiempo, se atomizaron en unidades independientes, creando un ecosistema fragmentado.
Hoy, hay más de 13,000 soluciones puntuales: médicas, dentales, de visión, seguros para mascotas, robo de identidad… Un entramado de servicios que no se comunican entre sí y que confunden a quienes los necesitan.
Imagina una línea de producción donde cada máquina usa un sistema distinto y nadie se comunica. Así funciona el sistema de beneficios. Los empleadores no entienden a sus equipos, los corredores no entienden a las empresas, y todos venden productos aislados sin saber cómo encajan.
El resultado son cientos de miles de millones en desperdicio. Muchos empleados ignoran cuánto cuestan sus beneficios o qué cubren. En algunos casos, pagan más con seguro que sin él, ya que los hospitales cobran hasta un 254% más a los planes empresariales. La desconfianza impide compartir datos que mejorarían la utilidad de los beneficios.
El círculo vicioso continúa: las primas suben, los empleadores creen que su equipo debe sentirse "afortunado" por tener cobertura, pero los empleados sienten que pagan más por menos.
Algunos ganan con el caos.
Los precios opacos de medicamentos y tratamientos permiten a las grandes empresas proteger sus márgenes. Incluso cuando las regulaciones exigen transparencia, las multas son insignificantes. Para corporaciones multimillonarias, $1,000 diarios no son nada.
Hay que simplificar el sistema.
Las personas deben poder usar los beneficios que pagan, y las aseguradoras, empleadores y corredores deben entender a quién sirven. Esa claridad es la base de la confianza, algo que hoy falta.
No todos ganarán. Ese es el punto.
Dos cambios claves:
- Competencia real: En muchas regiones, solo hay 3 o 4 opciones de planes médicos. La falta de competencia limita la innovación. Necesitamos más empresas que sirvan a las mismas poblaciones con mejores servicios, redes robustas y modelos de pago innovadores.
- Datos conectados: La salud debería funcionar como tu teléfono, con todo en un solo lugar. Para eso, la gente necesita confiar en compartir su información a cambio de valor real: recomendaciones personalizadas, verificaciones automáticas de seguro, agendas inteligentes.
Lograrlo requiere que los sistemas de salud prioricen la interoperabilidad, que las aseguradoras ofrezcan transparencia real, y que los empleadores exijan plataformas integradas. Las tecnológicas deben ganar confianza desde el inicio.
El resultado valdrá la pena:
- Menos costos operativos.
- Modelos de precios más precisos.
- Mayor retorno de inversión en beneficios.
- Ahorros y mejor atención para los empleados.
El futuro podría parecerse a cómo se gestionan los 401K: con expertos en segundo plano y asistentes de IA que agenden citas y confirmen coberturas automáticamente.
No estamos lejos, pero debemos dejar de añadir ruido y reconstruir la confianza. Todos merecen un sistema que trabaje para ellos, no en su contra.
Foto: crazydiva, Getty Images
Sobre el autor:
Sina Chehrazi es fundador y CEO de Nayya, una empresa de healthtech y fintech que transforma cómo los estadounidenses eligen y usan sus beneficios. Con formación en derecho y negocios en Georgetown, su experiencia en startups y su visión data-driven lo llevaron a crear Nayya en 2019. La plataforma usa IA y más de 3 mil millones de puntos de datos para ofrecer recomendaciones personalizadas, mejorando resultados de salud y bienestar financiero.Este artículo forma parte del programa MedCity Influencers. Aprende cómo publicar tu perspectiva.
